El secreto de Gwyneth Paltrow para que su relación con Chris Martin sea mejor ahora que cuando estaban casados
“Quería que mis hijos no pasaran por un trauma y eso es más difícil de lo que parece, porque hay días en los que de verdad no quieres estar con la persona de la que te estás divorciando" desvela la actriz
Anunciaron su separación en 2014, después de más de una década de matrimonio. Pero ahora, cuando han pasado seis años de aquel shock que cambió sus vidas y la de sus familias, parece que Gwyneth Paltrow y Chris Martin están mejor que nunca. Pese a estar divorciados y tener nuevas parejas —Paltrow se casó hace casi dos años con el productor Brad Falchuk; Martin sale con la actriz Dakota Johnson—, los do...
Anunciaron su separación en 2014, después de más de una década de matrimonio. Pero ahora, cuando han pasado seis años de aquel shock que cambió sus vidas y la de sus familias, parece que Gwyneth Paltrow y Chris Martin están mejor que nunca. Pese a estar divorciados y tener nuevas parejas —Paltrow se casó hace casi dos años con el productor Brad Falchuk; Martin sale con la actriz Dakota Johnson—, los dos crían juntos y en armonía a sus hijos, Moses, de 14 años, y Apple, de 16.
Ahora la actriz ha hablado en el programa que presenta cada semana Drew Barrymore sobre cómo es la relación entre ambos, cómo han sobrevivido a un divorcio, a rehacer sus vidas sentimentales y, al menos desde fuera, parecen estar tan bien. Ella pone la situación en perspectiva y afirma: “Tenemos esa idea de que porque hay una ruptura no podemos seguir amando cosas de esa persona que ya amábamos, y eso no es verdad”. De hecho, afirma que ahora su relación, con la crianza compartida de sus hijos, se ha vuelto más armoniosa, algo que afirma que ha sido “muy interesante” de comprobar tras su divorcio: “Creo que mi relación con Chris ahora es mejor de lo que fue nuestro matrimonio. Por eso creo que podemos lograrlo”, dice respecto a cómo crían a sus hijos en común.
“Acabas tu matrimonio pero sigues siendo familia. Va a ser así para siempre”, confesaba la ganadora del Oscar por Shakespeare enamorado, de 47 años, durante el espacio, que se puede ver en YouTube. “Algunos días no son tan buenos como pueden parecer. Tenemos días buenos y días malos, pero creo que todo se encamina al mismo propósito de unión y amor, y de qué es lo mejor para ellos”, dice en referencia a Apple y Moses.
Parte del truco, afirma, se lo dio un terapeuta que les trató, les dio unas pautas que seguir y les dijo que tenían que mantener “una contabilidad radical” y “saber que toda relación es un 50%-50%”. Para ella, a la hora de criar a los hijos las diferencias del divorcio han de quedar atrás. “Da igual lo que pienses, si en su momento sentiste que te hicieron daño, o si percibes mal las acciones de la otra persona, o cualquiera que sea tu caso”, asevera. “Si eres lo suficientemente valiente de tomar la responsabilidad de tu mitad, de mirar de verdad tu propia basura, tus traumas, y cómo se muestran ante el mundo y en tu relación, entonces realmente hay un lugar al que ir, algo que aprender y algo que curar”.
Tras su divorcio, la intérprete tenía un objetivo claro. “Yo quería que mis hijos no pasaran por un trauma, a ser posible. Chris y yo nos comprometimos a anteponerles y eso es más difícil de lo que parece, porque hay días en los que de verdad no quieres estar con la persona de la que estás divorciando. Pero si estás decidido a tener una cena en familia, lo haces. Coges aire, miras a esa persona a los ojos, recuerdas el pacto que hiciste, os sonreís y os abrazáis... y volvéis a mantener un compromiso con esta nueva relación a la que estáis tratando de dar forma”.
La actriz tampoco se declara una santa, ni califica así a su exmarido: “Todos tenemos una parte buena y una mala, y todos nos esforzamos por hacerlo lo mejor que podemos”.
A principios del pasado agosto, Paltrow escribió una opinión para la edición británica de Vogue donde hablaba precisamente del final de su matrimonio, y también revelaba que no querían perder esa familia que habían formado. “Las preguntas, ya fueran filosóficas o prácticas, parecían insondables: ¿quién duerme dónde? ¿cómo hacemos con la hora del baño? ¿qué les vamos a decir a los niños?". “Me las arreglé de todas las maneras imaginables para evitar responderles. Pero un día, a pesar de todos nuestros esfuerzos, descubrí que no estaba en una bifurcación del camino. Estaba bien encaminada. Casi sin darnos cuenta, habíamos divergido. Nunca más nos encontraríamos en esa disyuntiva otra vez”.