Los Casiraghi, una gran fortuna, tragedias y mucho glamur
Los hijos de Carolina de Mónaco no han olvidado las raíces italianas de su padre, perteneciente a un acaudalado clan empresarial
En la saga de los Casiraghi, una de las más ricas de Italia, se mezclan príncipes y princesas con empresarios multimillonarios y científicos. Una parte de la estirpe, la rama real monegasca, vive de cara a los focos, mientras que la otra vive en la sombra mediática, cultivando los negocios familiares. Los tres hijos mayores de Carolina de Mónaco, Andrea, Carlota y Pierre, fruto de su matrimonio con el desaparecido Stefano Casiraghi, son los miembros más populares del clan. Sus parientes italianos, rad...
En la saga de los Casiraghi, una de las más ricas de Italia, se mezclan príncipes y princesas con empresarios multimillonarios y científicos. Una parte de la estirpe, la rama real monegasca, vive de cara a los focos, mientras que la otra vive en la sombra mediática, cultivando los negocios familiares. Los tres hijos mayores de Carolina de Mónaco, Andrea, Carlota y Pierre, fruto de su matrimonio con el desaparecido Stefano Casiraghi, son los miembros más populares del clan. Sus parientes italianos, radicados en Milán, acostumbran a vivir de espaldas a la galería y se dedican, en general, a la economía.
El matrimonio de Stefano Casiraghi, heredero de una acaudalada familia de emprendedores del carbón del norte de Italia, con la princesa Carolina de Mónaco en 1983, el segundo para ella, emparentó a esta estirpe del país transalpino con la realeza europea. La unión sacó del anonimato un apellido hasta entonces solo conocido en los círculos financieros. Stefano fue al inicio la cara visible y referente de la familia en las glamurosas fiestas del Principado y todo tipo de eventos internacionales. Destacó también como avezado empresario que fundó varios negocios de éxito y como piloto de embarcaciones a motor.
Su fallecimiento en 1990 en un accidente al volcar la embarcación que tripulaba mientras competía en el Campeonato del Mundo de Offshore, en aguas del Principado, dejó desolada a su viuda Carolina, que quedó sola con 33 años y tres niños pequeños.
Andrea, el mayor de los hermanos Casiraghi que ahora tiene 36 años, fue el que más sufrió la pérdida de su padre y como ha contado su abuela en alguna ocasión, se ponía su ropa para recordarle. Fue el heredero hasta que su tío, el príncipe Alberto tuvo hijos y en la actualidad vive apartado de los focos y del protocolo de palacio, salvo contadas excepciones. Ser alteza y vivir en Mónaco no es lo suyo. Con la multimillonaria Tatiana Santo Domingo forma una de las parejas más glamurosas de la jet set internacional. Casados desde hace siete años y con tres hijos, viven entre Londres, París, Suiza, Montecarlo y Nueva York. Su principal cometido es velar por sus intereses económicos y también se dedica a la filantropía.
Carlota, de 34 años, es la más mediática de los hermanos y está acostumbrada a ocupar portadas por cualquier cosa que haga, prácticamente desde que nació. Desde hace tiempo no se encuentra cómoda en ese papel, en más de una ocasión ha denunciado a la prensa por acoso y ha pedido órdenes de alejamiento. Está tratando de blindar su vida junto a su esposo Dimitri Rassam, con quien se casó el año pasado prácticamente en secreto y con quien tiene un hijo. Ella tiene también otro retoño del actor francomarroquí Gad Elmaleh.
Pierre, de 32 años, se ocupa de los negocios familiares y vive entre el Principado y Milán. En 2015 se casó con la periodista y aristócrata italiana Beatrice Borromeo y tiene dos hijos. Es un apasionado del mar, como su padre, y de la ecología y en numerosas ocasiones se ha embarcado en proyectos solidarios para impulsar la investigación científica o concienciar sobre la contaminación de los océanos.
Aunque han pasado 30 años de la muerte de Stefano, Carolina de Mónaco continúa manteniendo un contacto estrecho con los Casiraghi y sigue muy unida a la que fue su suegra, a sus cuñados y a sus sobrinos. Es común verlos junto a los Grimaldi en grandes eventos del Principado, Y también son frecuentes las visitas de Carolina a Italia a sus parientes políticos para participar en enlaces y otras celebraciones familiares.
La matriarca de la saga, Fernanda Biffi Casiraghi, de 95 años, procede de una familia milanesa con larga tradición empresarial. Con su marido, Giancarlo Casiraghi, convirtió la sociedad familiar que se dedicaba al carbón en un gigante del sector energético y levantó un imperio financiero e inmobiliario. Es referente histórica de los empresarios y además de presidir de forma honoraria la compañía de la familia, también lidera la Asociación de emprendedores italianos del Principado de Mónaco. Vive en la espléndida villa Cicogna, cuartel general del clan, en Fino Mornasco, cerca de Como. Como el resto de sus parientes, Fernanda es discreta y nada propensa a aparecer ante los focos. En sus pocas entrevistas con la prensa ha relatado que la princesa Carolina sigue llamándola mamma.
Otra Fernanda Casiraghi, hija del fallecido Daniele Casiraghi y sobrina de Carolina, es también una habitual del Principado y sus glamurosas veladas. Mantiene un contacto muy cercano con sus primos y en alguna ocasión se ha dejado ver por Mallorca junto a Pierre, como cuando este participó en la Copa del Rey de vela en 2017. Con Carlota comparte la pasión por la moda y además la joven ha heredado el olfato para los negocios de sus parientes. Hace unos años, lanzó una marca de ropa propia, que se llama Zilea. Suele lucir en el Baile de la Rosa sus propios diseños, “vestidos exclusivos que combinan elegancia y despreocupación sofisticada”.
Su tío, Marco, el hermano predilecto de Stefano y padrino de Andrea es otro de los artífices del éxito financiero de los Casiraghi. Vive a caballo entre el Principado y Milán. Es ingeniero, está volcado en la divulgación científica y dirige la constructora familiar, que es líder en el sector inmobiliario de lujo en Mónaco. Con él, comparte las labores de dirección su sobrino Pierre, que es el principal accionista desde 2009. Juntos han firmado grandes éxitos de la compañía como el nuevo Club Náutico de Mónaco, que diseñó Norman Foster.