Joaquín de Bélgica, el príncipe que se burla de las reglas

El sobrino del rey, positivo por coronavirus que se saltó las normas para ir a Córdoba a una fiesta, conoció a su novia Victoria Ortiz en 2014 en el Parlamento Europeo

El príncipe Joaquín de Bélgica, en Brujas en 2011.Mark Renders (Getty Images)

Toda fiesta tiene su resaca. Pero la que siguió a la noche del 26 de mayo no la olvidará nunca el príncipe Joaquín de Bélgica. Rodeado de 26 invitados a una celebración en Córdoba, el sobrino del rey ignoró el límite de 15 personas permitidas en la fase 2 de la desescalada. Al día siguiente se sintió mal. Y los síntomas no engañaron: el test dio positivo por la covid-19. Ahora se enfrenta a una sanción de entre 600 y 10.000 euros...

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Toda fiesta tiene su resaca. Pero la que siguió a la noche del 26 de mayo no la olvidará nunca el príncipe Joaquín de Bélgica. Rodeado de 26 invitados a una celebración en Córdoba, el sobrino del rey ignoró el límite de 15 personas permitidas en la fase 2 de la desescalada. Al día siguiente se sintió mal. Y los síntomas no engañaron: el test dio positivo por la covid-19. Ahora se enfrenta a una sanción de entre 600 y 10.000 euros. Y afronta su primer gran fiasco personal como figura pública. “Me gustaría disculparme por no haber respetado todas las medidas de cuarentena durante mi viaje”, se excusó este lunes el joven de 28 años.

Décimo en el orden de sucesión al trono, la sangre real le llega a Joaquín de la parte de su madre Astrid, hermana del actual monarca Felipe. Preguntada este lunes por la actitud irresponsable de su hijo durante el acto de reapertura al público del Atomium, uno de los monumentos más emblemáticos de Bruselas, se limitó a responder que este se encuentra bien. Su padre, el archiduque Lorenzo de Austria-Este, es socio del selecto banco suizo Gutzwiller, y ha tenido diversos cargos igualmente lucrativos en consejos de administración de grandes compañías como el grupo francés Suez.

Joaquín estudió en el colegio Saint-Jean Berchmans de Bruselas, el mismo al que han ido prácticamente todos los miembros de la familia real, incluida Isabel, la princesa heredera. En secundaria fue enviado a Inglaterra a continuar sus estudios, concretamente al Malvern College, una marcha que Thierry Debels, periodista especializado en la familia real belga, achaca a sus problemas de comportamiento. “Era un enfant terrible. El más difícil de los cinco hijos de Astrid”, asegura. Después, recibió formación militar en la marina y estudió Economía Internacional y Gestión Financiera en la Universidad Bocconi de Milán.

Imitando a su padre, hizo sus primeros pinitos profesionales en el sector financiero, en firmas de inversión de Estados Unidos, pero su última aventura profesional fue en Sudáfrica, donde trabajó en New Southern Energy, una compañía de energía solar, durante un año y cuatro meses. A la aventura en Ciudad del Cabo acudió acompañado de su novia, la cordobesa licenciada en Derecho Victoria Ortiz Martínez-Sagrera, ahora dedicada al mundo de la moda como diseñadora. La pareja se conoció durante las prácticas que ella realizó en la sede bruselense del Parlamento Europeo en 2014.

Hasta ahora, los escándalos de otros miembros de la familia, como el rey emérito Alberto II, al que la justicia obligó a reconocer este año a Delphine Boël, hija ilegítima a la que siempre rechazó, habían centrado la atención. Quedaron así eclipsados miembros del clan considerados de menor relevancia, como Joaquín. El viaje a Córdoba le ha situado en un primer plano, y ha dado argumentos a los que critican los privilegios de la monarquía. Muchos le reprochan no solo el multitudinario sarao andaluz, sino que haya podido embarcarse en una travesía aérea hasta Madrid y proseguir su camino en un tren AVE a Córdoba con las fronteras cerradas a los viajes no esenciales y los trayectos interprovinciales prohibidos.

La versión de Palacio al respecto crea muchas dudas. Las autoridades justifican el traslado alegando que el príncipe viajó para realizar unas prácticas profesionales en la zona, sin concretar el nombre de la empresa ni aportar más datos. “Eso sería creíble para alguien que estudie. Él lleva tiempo trabajando”, cuestiona Debels.

“Hay dos cosas que la casa real debía hacer. La primera, pedir perdón, ya la ha hecho. La segunda es explicar qué vuelos tomó. Si voló desde Holanda, Alemania o dónde. Es importante alertar al resto de pasajeros, porque teniendo en cuenta el tiempo de incubación del virus, Joaquín ya iba infectado en vuelo”, añade Debels, autor de varios libros sobre la monarquía.

El incumplimiento deliberado de las reglas en un momento de máxima sensibilización global por el virus ha enrarecido el momento dulce de la pareja, que tiene en mente contraer matrimonio próximamente, aunque la fecha todavía no está fijada.

Cuando el virus todavía no había trastocado los planes de medio planeta, trascendió que el príncipe Joaquín se había matriculado en Harvard para ampliar su formación, pero está por ver si decide retomarla una vez la pandemia esté controlada. Antes, el sobrino del rey de los belgas deberá pagar de su propio bolsillo la multa por incumplir la ley, dado que carece de asignación real. También pasar por 14 días de reclusión para volver después a ser examinado y saber si la enfermedad ha desaparecido de su cuerpo. Un tiempo de reflexionar y extraer lecciones.

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