La vida congelada de Angélica Rivera, la actriz que lo dejó todo por Peña Nieto

Abandonó su carrera como intérprete para ser la primera dama de México y ahora vive alejada del foco mediático en California un año después de su divorcio

Angélica Rivera, durante una visita de Estado a Kuwait en 2019.

La gaviota no volvió a alzar el vuelo. Un año después de su divorcio del expresidente mexicano, Enrique Peña Nieto, Angélica Rivera (Ciudad de México, 1969), la primera dama que dejó una carrera de éxito en las telenovelas para acompañar el auge político de su ahora exesposo –la mitad de su mandato como gobernador del Estado de México y seis años como presidente del país– no ha vuelto a la televisión a pesar de que todos los augurios indicaban lo contrario. Hoy, mientras el expresidente alcanza algunos titul...

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La gaviota no volvió a alzar el vuelo. Un año después de su divorcio del expresidente mexicano, Enrique Peña Nieto, Angélica Rivera (Ciudad de México, 1969), la primera dama que dejó una carrera de éxito en las telenovelas para acompañar el auge político de su ahora exesposo –la mitad de su mandato como gobernador del Estado de México y seis años como presidente del país– no ha vuelto a la televisión a pesar de que todos los augurios indicaban lo contrario. Hoy, mientras el expresidente alcanza algunos titulares de revistas del corazón por su nuevo noviazgo, las apariciones de la actriz conocida como La gaviota por su estelar en la telenovela Destilando Amor se reducen a chismes que la vuelven a vincular con su primer marido, el productor José Alberto Castro, y a las fotos que suben a Instagram sus tres hijas producto de ese matrimonio. Rivera pasó de ser una de las niñas mimadas de la cadena Televisa por casi 20 años y de viajar con el Estado Mayor mexicano a Florida o Italia, a aparecer pocas veces, casi siempre desde casa, siempre con su familia.

Rivera y Peña Nieto, que forjaron una unión mediática destinada al éxito en 2010, no esperaron ni medio año para anunciar su divorcio tras abandonar la residencia presidencial de México en 2018. Pero el desgaste de la pareja era evidente desde hace mucho antes: una trama millonaria de desvíos de recursos del Estado, índices de violencia históricos, una vida familiar ostentosa que poco reflejaba la realidad del país que su esposo gobernaba y la compra de una mansión a nombre de la primera dama, entregada por una de las empresas contratistas favoritas del Gobierno de su marido.

La adaptación de una casa propia para Rivera en el complejo presidencial, que trascendió tras la salida de Peña Nieto del poder, y sus reiterados viajes, que la mantuvieron ausente de eventos oficiales durante los últimos dos años de mandato, solidificaron los rumores de que ya estaban separados durante la parte final del mandato de su esposo. Ante el cambio de mando, en diciembre de 2018, Peña Nieto eligió el silencio y se apagó entre críticas. A Rivera, que había conquistado corazones en todo el continente desde los noventa, se le aconsejó aprovechar su nueva fama, como cómplice de uno de los Gobiernos más criticados de la historia reciente de Latinoamérica, para volver a la televisión e intentarlo como villana.

Y, al menos en las propuestas, fue así. En mayo del año pasado, al mismo tiempo que el divorcio se hacía público, el nombre de Rivera sonó para protagonizar la adaptación de Televisa de Cuna de Lobos, una popular telenovela de los años ochenta. La Gaviota quería convertirse en la villana de la historia, Catalina Creel, una matriarca “cuya crueldad solo es sobrepasada por su belleza”, según promocionaba la producción. El papel, finalmente, fue para la española Paz Vega. En enero de este año, algunos medios especializados publicaron que Rivera planeaba escribir un libro —y producir una serie— sobre su experiencia. También trascendió una supuesta proposición de Netflix para que reemplazar a Kate del Castillo en Ingobernable, la historia de una primera dama de México que se tiene que dar a la fuga tras ser acusada de asesinar a su esposo en mitad de su mandato.

Que un expresidente que dejó el cargo batiendo récords de impopularidad se aleje del foco mediático no es sorpresa. Que lo haga su exesposa, que siempre prefirió ser reconocida como actriz, lo es un poco más. Y pasó al revés. Mientras Peña Nieto volvía a copar titulares —esta vez de revistas del corazón— por pasearse por Europa y Estados Unidos con un nuevo amor, el nombre de Rivera apareció poco, más vinculado a las polémicas que dejó el Gobierno de su marido que a un regreso triunfal. La última, hace una semana, fue la transformación de la residencia que ocupó en el complejo presidencial de Los Pinos en un alojamiento para el personal médico de los hospitales destinados a la atención del coronavirus.

Hoy, Rivera vive en California, donde una de sus hijas, Sofía Castro, de 24 años, intenta seguir sus pasos como actriz. Una de las últimas fotos que trascendió de la Gaviota, la muestra pasando Navidad en familia, frente al árbol, con Castro y sus tres hijas. Se la ve sonreír. La formación de una superpareja a la altura de las telenovelas nacionales habrá supuesto un parón en su carrera, pero no deja ninguna moraleja en un país acostumbrado a la construcción mediática de sus líderes. En los últimos tres meses, la influencer Mariana Rodríguez anunció su matrimonio con el senador por Nuevo León, Samuel García, y la actriz y cantante Anahí Puente, conocida por la novela juvenil Rebelde, dio a luz a su segundo hijo con el senador y exgobernador de Chiapas, Manuel Velasco. Los primeros, que se saltaron la cuarentena para pasar por el altar, han sido acusados de aprovechar la pandemia para revender insumos médicos. Los segundos, hasta ahora, parece que la están librando.

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