Donatella Versace, 65 años de gloria y tragedia

La diseñadora, con una vida marcada por los excesos, sigue al frente de la gestión creativa de la firma con la que revolucionó una época aunque ya no pertenece a su familia

Donatella Versace, el pasado mes de febrero.DANNY MOLOSHOK (Reuters)

En la biografía de Donatella Versace se entremezclan el genio, el glamur, el lujo, el éxito, las celebridades, las crisis y las adicciones. Su vida, dentro y fuera del taller y las pasarelas ha estado marcada por los excesos, en todos los sentidos. El sábado, este icono de la moda italiana que ha sabido reinventarse una y otra vez cumple 65 años, incombustible como siempre. Lo celebra a las riendas de la gestión creativa de la firma con la que revolucionó una época, aunque ya no pertenezca a la familia que la fundó.
...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

En la biografía de Donatella Versace se entremezclan el genio, el glamur, el lujo, el éxito, las celebridades, las crisis y las adicciones. Su vida, dentro y fuera del taller y las pasarelas ha estado marcada por los excesos, en todos los sentidos. El sábado, este icono de la moda italiana que ha sabido reinventarse una y otra vez cumple 65 años, incombustible como siempre. Lo celebra a las riendas de la gestión creativa de la firma con la que revolucionó una época, aunque ya no pertenezca a la familia que la fundó.

A Donatella, con 43 años le tocó impedir que el imperio se desvaneciera tras el trágico asesinato en 1997 de su hermano Gianni, el hombre que marcó la estética de los noventa. Desde la cabina de mandos de la casa Versace, la heredera más señalada de la moda logró esquivar la quiebra económica y mediática; devolver la opulencia y la autoridad a la firma y sobreponerse a las turbulencias, también personales. Salir del segundo plano y pasar de ser la mano derecha y musa del gran Gianni a convertirse en la esencia del concepto Versace, con voz propia, no fue un camino de rosas. La presión de estar a la altura del legado del rey de la moda le hizo probar las hieles de la fama. Cayó en las adicciones, pasó por rehabilitación, dejó atrás su etapa más oscura y volvió a reinventarse.

Donatella Versace, en su taller.

Pocas como ella podrían volver a reunir en la pasarela con tanto entusiasmo y expectación a supermodelos como Naomi Campbell, Cindy Crawford, Helena Christensen, Claudia Schiffer y Carla Bruni, como hizo en 2017, en un desfile homenaje a su hermano, en el 20º aniversario de su muerte. La venta de la compañía en 2018 al grupo del diseñador estadounidense Michael Kors le ha permitido centrarse solamente en la parte creativa y dejar de lado quebraderos económicos y burocráticos.

En una entrevista con el diario La Repubblica de hace unos meses confesaba que no echa en falta su antiguo cuartel general. “Abandonarlo fue una liberación, un modo para dejar atrás veintidós años de una vida mucho más difícil de lo que la gente haya podido pensar y yo haya podido mostrar”, señaló. Y puntualizó: “[una vida] angustiante, luctuosa, pesada, demasiado para mí que debía sostener una empresa y los puestos de trabajo de tanta gente, ocultar el dolor, defenderme de los cotilleos, enfrentarme a un mundo que me pedía una imagen triunfante, mundana, a la moda, de hecho”.

Su imagen icónica, con su melena rubio platino perenne se transformó también en un escudo para ella y la ha ayudado a protegerse del escrutinio público, como ha reconocido en varias ocasiones. Tras el fallecimiento de su hermano y su divorcio, poco después, de su primer esposo, el modelo Paul Beck, consiguió blindar su vida privada e imponer la discreción en sus asuntos personales y sentimentales que siempre había deseado. “He sabido defenderme, mantener un espacio realmente mío que no estuviera en peligro después de la tragedia y las muchas vicisitudes de mi vida. Pero puedo decirlo, he tenido mis historias, pero han sido solo mías”, señaló en la misma entrevista.

Es la cabeza visible de uno de los clanes más legendarios del firmamento de la moda que desde el sur de Italia conquistó el mundo partiendo de cero. Sandro Versace, de 75 años, el hermano mayor y heredero del 30% de la compañía aportó desde los orígenes el cerebro financiero al negocio. Además de la moda, también está vinculado al mundo del deporte y de la política. Donatella tiene dos hijos: Allegra, que tenía 11 años cuando asesinaron a su tío, que la dejó la mitad de la compañía y Daniel, que nació en 1991 y es prácticamente un desconocido para el gran público. Se dedica a la música y pocos saben que es un Versace. “Él cree que el apellido podría dañar su integridad como músico y ofrecerle una ventaja inmerecida. No entiendo ese razonamiento, porque o eres un buen músico o eres uno malo. Pero es su vida”, ha señalado la diseñadora.

Los hijos de Donatella crecieron rodeados de lujos, glamur y arte. Allegra, “la niña mejor vestida de Milán”, como presumía su madre, recibió su primer piano como regalo de Elton John y y su tío Gianni le obsequió con una sesión de baile con el maestro Maurice Béjart por uno de sus cumpleaños. La joven detesta la fama y digerirla la ha llevado también por caminos tortuosos. En 2007 sus padres explicaron que padecía trastornos alimenticios y pidieron que la mantuviera apartada de los focos. Cuando cumplió los 24 años, un tiempo después de lo previsto, comenzó a asumir sus responsabilidades en la empresa. Su obsesión sigue siendo no figurar.

Archivado En