Elena de Borbón y Jaime de Marichalar, 25 años de un matrimonio frustrado
La Infanta se casó en la catedral de Sevilla con todo el boato y gracias a la perseverancia de su entonces novio. Trece años después de su divorcio no se dirigen la palabra
En los primeros días del mes de noviembre de 1994, Elena de Borbón comparecía ante la prensa del brazo de un chico muy alto, un desconocido para casi todos, para anunciar que se casaba con él. Fue toda una sorpresa. No se tenían noticias del noviazgo. La pregunta de un periodista provocó una respuesta premonitoria. “Nos conocíamos hace algún tiempo, pero no ha parado hasta convencerme”, desveló la hija mayor de los entonces Reyes de España sobre Jaime de Marichalar. El 18 de marzo siguiente la pareja se casaba en...
En los primeros días del mes de noviembre de 1994, Elena de Borbón comparecía ante la prensa del brazo de un chico muy alto, un desconocido para casi todos, para anunciar que se casaba con él. Fue toda una sorpresa. No se tenían noticias del noviazgo. La pregunta de un periodista provocó una respuesta premonitoria. “Nos conocíamos hace algún tiempo, pero no ha parado hasta convencerme”, desveló la hija mayor de los entonces Reyes de España sobre Jaime de Marichalar. El 18 de marzo siguiente la pareja se casaba en la catedral de Sevilla con todo el boato desplegado. La gente se echó a la calle para celebrar al nuevo matrimonio aparentemente feliz, pero el tiempo se ha encargado de demostrar que no lo era tanto.
La Infanta se dejó “convencer” tras su ruptura con el que dicen ha sido su gran amor, Luis Astolfi, un jinete olímpico con el que salió durante una larga temporada hasta que él rompió al no verse capaz de cambiar tanto su vida como sería necesario para formar parte de la familia real. Por el contrario, Marichalar estaba dispuesto a ello. Perteneciente a una rancia familia aristocrática soriana le gustaba la vida en los salones. Famoso entre las mujeres de la jet set por su gusto por la moda transformó a la hija de los Reyes de los pies a la cabeza y más doña Sofía que don Juan Carlos recibieron al nuevo miembro de la familia con aceptación.
La convivencia no fue nunca fácil. A ella le gustaba madrugar para hacer deporte —por entonces todavía participaba en concursos hípicos—, él prefería salir a cenar y codearse con famosos. La llegada de sus dos hijos, Felipe y Victoria, mantuvo unido un matrimonio que pronto hizo aguas. Cuando Marichalar sufrió el primer ictus, el 23 de diciembre de 2001, la pareja ya estaba en crisis, pero la Infanta se unió a él en su recuperación. El entonces duque de Lugo no fue un enfermo fácil. No hizo caso a las recomendaciones hasta que meses después sufrió otro accidente vascular. Fue entonces cuando la familia le convenció para que se marchara a Nueva York a recuperarse con la supervisión del doctor Valentín Fuster. El matrimonio se instaló en Manhattan con sus dos hijos una larga temporada. Cuando regresaron a España, a la casa que la familia Fierro les cedió en la madrileña calle de Ortega y Gasset, cada uno hacía su vida. El 13 de noviembre de 2007 un comunicado de la Casa del Rey anunció “el cese temporal de la convivencia”, tras algo más de 12 años de matrimonio. El eufemismo de entonces —“cese temporal de la convivencia”— no engañó a nadie. Ratificaron su ruptura el 15 de diciembre de 2009. El expediente de su divorcio de mutuo acuerdo —que fue oficial el 21 de enero de 2010— se encuentra depositado en una caja fuerte del juzgado con seguridad especial para evitar posibles sustracciones.
Desde entonces no han hecho sino demostrar que, cada uno a su estilo y por distintos motivos, han buscado ser más libres y algo más anónimos que entonces. Durante los primeros años sus relaciones fueron tensas y llegaron a chocar incluso en la forma de educar a sus hijos. No mantenían apenas contacto y la aparente soledad de Jaime de Marichalar contrastaba con una sonriente doña Elena, dedicada a su trabajo en la Fundación Mapfre y a recuperar amigos de juventud, incluso al propio Astolfi.
Jaime de Marichalar, con su separación, dejó de ser duque de Lugo y cambió su actividad en el sector bancario por la industria de la moda. Es habitual verle en los toros, en la ópera, navegando en algún barco por Ibiza o en el polo de Sotogrande. Pero donde no falla es en la primera fila de los desfiles de París que organiza su gran amigo Bernard Arnault, presidente del conglomerado del lujo LVMH que integra entre otras firmas a Louis Vuitton, Kenzo, Dior, Christian Lacroix, Fendi, Donna Karan, Marc Jacobs, así como las fragancias de Guerlain, Givenchy y otras marcas como Moët & Chandon y Hennessy. Marichalar es su asesor para España. Este empleo le lleva a relacionarse con muchos personajes de la industria de la moda y la farándula. Gracias a este nuevo perfil profesional al exduque de Lugo se le llama coloquialmente “el duque del lujo”. No se le conoce ninguna pareja desde que se divorció. En los últimos tiempos se deja ver por las calles de la llamada Milla de Oro —el exclusivo barrio de Salamanca—, donde vive, con Giorgio Toreli, campeón de España de fitness convertido en su entrenador personal. El deportista, de 30 años, es además su vecino.
La infanta Elena, de 56 años, los mismos que su exesposo, lleva una vida discreta. Cuando no acompaña a su padre don Juan Carlos, pasa sus horas de ocio con su íntima Rita Allendesalazar y el marido de esta en el campo. Con ellos ha formado una familia paralela a los Borbón. Su mayor preocupación son sus hijos y en especial Victoria, una joven de 19 años a quien le gusta saltarse las normas familiares, testigo que recogió de su hermano Felipe, ahora mucho más tranquilo. Los dos mantienen una cercana relación con su padre, mucho más permisivo que su madre. En Zarzuela, Marichalar es ya pasado aunque la reina Letizia todavía le recuerda con cariño.