Derrotar el miedo a reinventarse
Los 50 años son el principio de una nueva vida profesional para muchas personas y los centros amplían las ofertas de capacitación para prepararlas
En la gramática profesional, de los 50 años en adelante quizá se entra en la edad del miedo. Miedo a fracasar. A no ser capaz de aportar valor a la sociedad. “Naturalmente, existen barreras y dificultades extremas”, describe Juan Rovira, profesor de Esade. “Pero aquellas personas que por cualquier razón han afrontado vicisitudes importantes en su trayectoria profesional, como cambio de empresa, lugar de residencia o de sector, tendrán más fácil derrotar el pánico”.
“El miedo” —como repite el protagonista de la ...
En la gramática profesional, de los 50 años en adelante quizá se entra en la edad del miedo. Miedo a fracasar. A no ser capaz de aportar valor a la sociedad. “Naturalmente, existen barreras y dificultades extremas”, describe Juan Rovira, profesor de Esade. “Pero aquellas personas que por cualquier razón han afrontado vicisitudes importantes en su trayectoria profesional, como cambio de empresa, lugar de residencia o de sector, tendrán más fácil derrotar el pánico”.
“El miedo” —como repite el protagonista de la película Dune, basada en la homónima novela de ciencia ficción de 1965 de Frank Herbert— “es el asesino de la mente”. Paz Landaluce, de 58 años, separada y con una hija de 14 años, trabaja en BBVA. Asegura que si le extrajeran sangre “sería azul”. No por la realeza, sino por el eco de la imagen corporativa del banco. Y en eso estaba durante dos décadas. Comunicación, marketing, branding. Pero el crash financiero de 2008 trastocó muchas cosas. El centro giró hacia la inmobiliaria de la institución: había que ponerla en valor. Cinco años después la adquirió el fondo de inversión estadounidense Cerberus. A los 53 años parecía que no era un momento soleado para grandes cambios. “Sin embargo, me lancé a emprender, algo que jamás había hecho antes. Era nuevo. Había reuniones en las que, incluso, no entendía el lenguaje”, recuerda. El área —con esa obsesión anglosajona de las finanzas— se llama customer experience. Medir la satisfacción del cliente. Y eso es, sobre todo, análisis de datos. “Estudié por la noche y asistí a varios cursos y me fui reinventando”, narra. Dentro de un equipo de distintas generaciones y diferentes perfiles. “Todos me ayudaron. Pedí flexibilidad a mis jefes y me la dieron”. ¿El fin de la historia? El comienzo. “Me interesa mucho la sostenibilidad y su aportación social”, adelanta Paz.
Landaluce venció al miedo. “Las mayores dificultades se dan en perfiles con más de 25 años de experiencia profesional. Muchos han perdió el hábito de estudio. Y consideran que esto les llega tarde”, relata Mónica Guardado, socia directora de Afi Escuela. Aunque siempre queda esperanza: “Tal vez, las mujeres tienen mayor facilidad para adaptarse al cambio”, zanja.
De cambios sabe Ismael García de Santos (Madrid, 1966), economista formado en la Universidad Complutense (Madrid). Ha trabajado en Banco Madrid, Natwest España, Solbank, Caixa Laietana, Bankia y CaixaBank. Una vida de econometría y grandes operaciones. A los 55 años, CaixaBank le ofreció la jubilación anticipada. “Con muy buenas condiciones, y acepté”, admite. “Entonces recupero la vocación para la que creo que tengo talento: la geopolítica”. Diseñó una bitácora y se reconvirtió en analista. Invitado a una ponencia con grandes fondos de inversión, preguntó: “¿Por qué me habéis escogido si ni siquiera he terminado el blog?”. “No tenemos a nadie que sepa de geopolítica”, le contestaron.
En las profesiones aparecen vacíos que resultan difíciles de imaginar. “Quizá por eso en algunos casos las empresas están haciendo un gran esfuerzo para que sus trabajadores se adapten al mundo digital”, reflexiona Teresa Martín-Retortillo, presidenta de Executive Education de IE University. “Porque la inteligencia artificial va a eliminar, por ejemplo, todos esos trabajos repetitivos de cuadrar cuentas en un banco”.
De la banca al coaching
De ese mundo, el de las instituciones financieras, procede Carmen Morando (Madrid, 1969). Economista, trabajó durante 20 años de comercial en una oficina de uno de los principales bancos. En 2015 se dio cuenta de que el sector estaba cambiando. La tecnología obligaba a dibujar otras lindes. Abandona las finanzas en 2015. Tenía 51 años. Pero no estuvo quieta sintiendo los nuevos tiempos. Antes cursó un máster en coaching en la Universidad de Alcalá (Madrid) y aprendió Recursos Humanos en la Universidad de Barcelona. Su estrategia fue darse a conocer. Imposible competir con gente más joven y enorme preparación. Trabajó de voluntaria y se fijó en ella la Fundación Tengo Hogar. Ayuda a personas cercanas a la exclusión. “Mi desempeño es orientar laboralmente, suelen ser perfiles bajos y con pocos conocimientos tecnológicos”, desgrana. Un reto al que, como autónoma, ha añadido el coaching para ejecutivos. Y antes de colgar el teléfono insiste en una palabra: “formación”.
Por ese mismo teléfono hay otras voces. Muestran el envés de la moneda. “Se habla mucho del reskilling y upskilling de los trabajadores, pero, desde mi visión, las mejoras de las cualificaciones más relevantes serán las de los pequeños y medianos empresarios. Que sean capaces de entender e incorporar las innovaciones y retos que enfrentan las empresas resulta clave para garantizar su supervivencia y transformación”, observa Carlos Martín, director del Gabinete Económico de CC OO.
La corriente circula por el tablero. Manuel García Ranero (Santander, 1969) comenzó a trabajar en Cantabria en las operaciones de mantenimiento de las centrales hidroeléctricas de Iberdrola. Pidió el traslado a Madrid el año pasado. Ahora es oficial de Operación y Mantenimiento de Red. Suena parecido, pero es distinto. “Completé un curso de tres meses para adaptarme a la nueva posición. Lo que cuesta es recuperar el hábito de estudio y memorizar datos”, destaca. “Estos días, el cambio es constante y tienes que estar preparado”. El aprendizaje continuo es la nueva corriente.
Del 'hardware' a cuidar personas
Tiene el talante de un buen jefe. Tranquilo, escucha. Lleva 34 años trabajando en el Complejo Industrial de Repsol en Tarragona. Nunca ha querido dejar la ciudad. Jordi Más (Tarragona, 1962) está muy implicado en el territorio.
Físico por la Universidad de Barcelona, ha recorrido la compañía como un explorador un mapa. Informático, planificación de negocio, ayudó a gestionar los sistemas de información de la empresa, fue jefe de Seguridad de la refinería durante tres años, responsable de la terminal marítima de Tarragona otros siete, y desde 2020 es el subdirector de Personas y Organización del complejo. Forma parte del Comité Ejecutivo. Una vida entera de cambios a los 61 años. Una vida para vivir con las nuevas generaciones. “La clave es combinar la perspectiva, hay que dejarles hacer. Ellos [el número de mujeres ya llega al 39%] aportan esa parte técnica más actual y tú la experiencia”, relata. Ese giro de lo tecnológico a lo humano se ha apoyado en la formación. El 90% —sostiene la compañía— de los mayores de 50 años reciben clases de nuevos conocimientos. Jordi Más es patrón de barco. Quizá su gran habilidad sea saber navegar, tanto con calma chicha como con tramontana.