Leer más para discurrir mejor

Tener un hábito lector es esencial para entrenar el pensamiento crítico y mejorar el rendimiento académico

Thomas Barwick (Getty Images)

Los estudiantes universitarios leen, pero su lectura está más relacionada con la adquisición de conocimientos que con lo que supone un hábito lector. Según datos recogidos por el Centro de Estudios de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil (CEPLI), más del 60% de los estudiantes universitarios muestran interés por la lectura profesional: leen para aprender. Sin embargo, esto es algo que queda alejado de la lectura por placer. “Un hábito es aquella conducta que dicta el cuerpo, la mente,...

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Los estudiantes universitarios leen, pero su lectura está más relacionada con la adquisición de conocimientos que con lo que supone un hábito lector. Según datos recogidos por el Centro de Estudios de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil (CEPLI), más del 60% de los estudiantes universitarios muestran interés por la lectura profesional: leen para aprender. Sin embargo, esto es algo que queda alejado de la lectura por placer. “Un hábito es aquella conducta que dicta el cuerpo, la mente, una necesidad que cubrir, que, de no satisfacerla, deja una sensación de carencia de plenitud, de intranquilidad… Como si te faltara algo”, dice Elena del Pilar Jiménez Pérez, profesora de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada y presidenta de la Asociación Española de Comprensión Lectora. Para la experta, cuando se habla de hábito lector se debe excluir la lectura por obligación, ya que en este caso no representa un hábito sino un medio para conseguir una meta académica.

¿Qué barreras se encuentra ese hábito de lectura? Según Santiago Yubero, director del CEPLI, la falta de tiempo y otras formas de ocio son los principales motivos que alejan a los estudiantes de la costumbre lectora. “Se da una contradicción social: se mantiene una imagen positiva del sujeto lector y de las consecuencias de la lectura, pero no se acompaña de la consideración positiva del tiempo de lectura y del ocio lector. Leer, realmente, no entra en el estilo de vida de ocio potenciado por nuestra cultura. En nuestra sociedad se entiende que, cuando uno se libera de las tareas obligatorias, lo que tiene que hacer es salir, viajar, estar con los amigos, conectarse a las redes sociales, ver series, escuchar música… y un sinfín de otras actividades que nada tienen que ver con la lectura. No se puede ser lector si no se lee, y no se puede leer si no dedicamos parte de nuestro tiempo de ocio a la lectura”, señala.

Falsos lectores

Esto origina que se multipliquen los falsos lectores entre los universitarios. Se trata de alumnos no lectores, que entienden que ser universitario y no tener hábito lector está mal visto, por lo que crean de sí mismos una imagen de lectores aunque solo se limiten a leer lo estrictamente necesario para completar su currícu­lo formativo.

Los hábitos de lectura también se relacionan directamente con la comprensión lectora. “Si estás estudiando una carrera, cualquiera que sea, la curiosidad debería moverte a leer todo lo que se pueda sobre los temas que resulten más atrayentes. Pero si no tienes hábito lector, tendrás una baja comprensión lectora y, por tanto, habrá más dificultad para entender las asignaturas en su vertiente teórica”, explica Elena del Pilar Jiménez. La cultura discursiva y el vocabulario a la hora de expresarse en exámenes y trabajos son otros dos beneficios que Santiago Yubero añade al hábito lector: “Diversos estudios con universitarios han encontrado que los estudiantes que no son lectores habituales presentan, además de una peor comprensión lectora, una falta de conocimiento del vocabulario específico de su especialidad, explicaciones demasiado generales y poco técnicas en sus trabajos, y ausencia de mecanismos intertextuales”.

Sobre si se puede entrenar el pensamiento crítico a través de las lecturas no obligadas, Yubero cree que la competencia lectora lleva a que los lectores interactúen con el texto y que, a partir de esa relación, puedan plantearse preguntas, cuestionar con juicio propio, reflexionar sobre sí mismos y los demás a través de los textos. Todo ello, según este experto, incrementa la capacidad de interpretar la realidad y desarrollar un pensamiento crítico. “La lectura nos puede ayudar a reflexionar sobre los conflictos sociales y personales; reforzando, con ello, el poder socializador de la literatura para vertebrar una sociedad más ética y formar lectores con un pensamiento crítico. Es importante no dejar pasar la oportunidad de implementar ese uso social de la literatura con el objetivo de leer para pensar”. Encuentra una muestra de esto en las continuas censuras de determinados libros en momentos políticos de autoritarismo. “Cuando se han seleccionado lecturas que iban dirigidas a formar un planteamiento políticamente correcto o cuando se ha prohibido o desaconsejado la lectura en las mujeres para mantenerlas bajo el dominio de los hombres”.

Pruebas de competencia

Recuerda Elena del Pilar Jiménez que en Europa ya se están trabajando las competencias, no solo la lectora, sino la crítica y creativa. Como investigadora ha desarrollado un test de competencia crítica en español que se está validando en el equipo que dirige y han observado que para evitar malos entendidos y ser críticos objetivamente, una de las bases fundamentales es la competencia lectora. “Se puede entrenar la competencia crítica con clásicos literarios como el Lazarillo de Tormes, por ejemplo. Pero no hay que olvidar que ser crítico no es sinónimo de hacer críticas destructivas, sino que implica construir una mejora desde el conocimiento y el respeto”, concluye.

Cómo incentivar la lectura en etapas superiores

La Universidad también debe contribuir a la mejora de los hábitos lectores. Para Santiago Yubero, director del CEPLI, es necesario continuar potenciando su desarrollo y consolidación en el contexto universitario, y para tomar conciencia de su importancia debería considerarse esto como un trampolín hacia la lectura profesional. “Dentro de las competencias transversales y en los programas de actividades culturales, la Universidad debería generar espacios de lectura dinámicos, flexibles y participativos que sean capaces de desarrollar el comportamiento lector para conseguir que en el ambiente universitario se implante una cultura lectora que abarque diversos tipos de textos y en diferentes soportes. En los centros universitarios se han creado clubes de lectura y algunos programas en los que se han empleado lecturas literarias (incluidas novelas gráficas) para la formación en algunas materias y para motivar los debates sobre diferentes temas de actualidad”, explica. Elena del Pilar Jiménez, profesora de Educación, añade, de forma más pesimista, que hasta ahora no se ha conseguido mejorar el hábito lector en España de forma significativa con un plan coordinado a todos los niveles, y eso incluye el ámbito universitario. Considera que desarrollar un hábito lector sólido resulta inviable si no hay coordinación a todos los niveles y un interés real.

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