Zaragoza, epicentro de los datos
La combinación de una paz social asentada sobre un pacto político duradero, una considerable agilidad burocrática y las propias ventajas del territorio aragonés en términos geográficos y de comunicación, impulsan la instalación de áreas tecnológicas que generan un ecosistema vital para la economía digital
El tren de alta velocidad circula a unos 200 kilómetros por hora camino de Zaragoza. El trayecto apenas dura algo más de 60 minutos. Atraviesa, cerca del destino, cortados de tierra de arcilla, olivos, árboles de hueso (los manzanos están protegidos de los parásitos con una cinta de cal); la niebla se pega a los farallones de las montañas; las turbinas eólicas aprovechan el viento y los camiones no cesan; estamos en un núcleo logístico. Pero Aragón es más. Se ha convertido en el vértice de los centros de datos. Algo tendrán que ver con un descenso de 48.000 parados este año. La comunidad autónoma ha entendido estos espacios como palancas tecnológicas de transformación. La llegada de grandes plataformas como Amazon ha dado a estas tierras de agricultura y logística una visibilidad que hasta ahora no tenían.
Parte de este éxito procede de la formación. Esta es una de las derivadas del evento organizado por Retina, con Santander como impulsor, Google como socio anual y con el patrocinio de AWS (Amazon Web Services). “La Universidad es una herramienta de la sociedad, y si no lo son es, algo está fallando”, resume Julio Tejedor, jurista y catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de Zaragoza. “Estamos en una nueva revolución y la academia debe saber conectar con la escuela”. Datos. En el curso 2024-2025, por primera vez en Aragón, habrá más graduados procedentes de la Formación Profesional (FP) que de los centros universitarios. Este cambio habría sido imposible sin Amazon. Uno de los debates que están presentes —independientemente de la situación política— gira en torno al consumo de agua y recursos. “Un gran proyecto, aunque esto no sea un gran titular, tiene que estar asociado a una cara. Tienes que estar a una llamada de móvil de las personas o grupos que tengan dudas y explicárselo”, reflexiona David Blázquez, responsable de RRII para Infraestructuras, Energía y Sostenibilidad en Amazon Web Services (AWS). “Cuando, por ejemplo, a alguien le atraviesa una línea por medio de su terreno, tienes que afrontarlo igual que si te sucediera a ti. Esa es la forma. Estar próximo. Despejar las dudas. El diálogo es un instrumento esencial”, establece. Y también un ejemplo.
Generación diversa
La construcción de centros de datos utilizando fuentes renovables produce muchas veces un exceso de energía que bien podría exportarse. También está todo el empleo indirecto que genera su creación o mantenimiento. Además, como veremos, también son un instrumento para atraer y fijar talento en el territorio. Y debido a su baja latencia (tiempo de respuesta) es el espacio ideal para empresas de vehículos autónomos o conectados. Paso a paso.
“Estamos viviendo una revolución silenciosa; antes fueron las máquinas de humo, el ruido, ahora es el silencio de la microelectrónica de datos, la inteligencia artificial [IA], los algoritmos, que están ahí, pero tranquilos; sin embargo, serán el futuro”, prevé Esther Borao, directora general del Instituto Tecnológico de Aragón (ITA). Hay una enorme capacidad de permear. Aragón tiene 1.368.000 habitantes, de los que 700.000 hacen su vida en Zaragoza. “Imagine cuántos proyectos pequeños podemos llevar a esas poblaciones de interior. Por ejemplo, trasladamos un robot para que sirva de inspiración con el objetivo de que llegue a todas partes”, avanza Borao. Han lanzado iniciativas para emprendedores, ganado fondos de la Unión Europea e incluso ha creado una moneda (magnetos) para recompensar esa capacidad de crear sobre lo nuevo. Escribían los pensadores griegos que una bellota era una encina en potencia. Algo similar emplea la responsable del ITA. “Esta metodología es una forma de conseguir crear proyectos más grandes en los que se involucre un mayor número de empresas”.
Detrás existe toda una arquitectura legislativa. Sobre todo cuando existen fricciones. “Creo que resulta importante que las empresas se acerquen a las comunidades locales, y que los procesos de autorización de esta naturaleza de implantaciones se haga de tal forma que la transparencia sea el mayor antídoto frente a la desconfianza por parte de algunos grupos de ciudadanos; pero al final, el derecho también supone equilibrio”, indica Julio Tejedor. Y “cuando se logra ese equilibro hay que defenderlo. Hay que aceptar cuándo te dan la razón y cuándo no. A veces hace falta corregirlo. Pero la sociedad no debe tener miedo a que avancen los proyectos”, reclama.
La pregunta cae por inercia, al igual que una torrentera de agua: ¿por qué Amazon ha elegido esta región, frente a otros lugares, para desplegar tan fuerte presencia? ¿Para diseñar estas infraestructuras?
La respuesta exige un par de frases consecutivas. “Hay disponibilidad de aquello que necesitas para lo que quieres hacer. En este caso, un centro de datos transforma energía en capacidad de computación, que se transforma en innovación, en velocidad; en ser más eficiente. Estas infraestructuras se tienen que situar físicamente en algún lugar, ya que hay territorio, y esto resulta importante por la capacidad de escala que esta clase de inversiones puede tener en Aragón, o en otros lugares de España, y que a lo mejor dejaron de tener lugar en las afueras de esas grandes ciudades que fueron los mercados tradicionales de los centros de datos que tenía un determinado tamaño”, ahonda David Blázquez.
“Existe un factor que, al menos en nuestro caso, ha sido fundamental: el universo de la digitalización, con todo lo que implica; si algo tiene, es que va muy rápido, y por tanto las necesidades de los clientes no puede esperar decenios o lustros. Encontrar un sistema de permisos que posibiliten acompasar los ritmos de lo físico con los ritmos de lo digital, y los de la Administración con los del mundo privado, ha sido un elemento esencial”. Y concluye: “Que algo que tiene implicaciones físicas pase de necesitar tres años a nueve, 10 u 11 meses cambia totalmente el diálogo con el cliente. Voy a darte el servicio dos años y medio antes de lo que esperabas”, especifica Blázquez.
Todos a una
También ha existido algo insólito: una paz social. Una especie de acuerdo de todos los partidos —casi desde 2009— que hace pasar de proyectos supramunicipales a, después, con gobernantes de otro signo político, una Ley de Ordenamiento del Territorio. Pero la constante es que quienes han estado al frente de las instituciones han sabido leer que Aragón estaba en medio para la logística física de mercancías, y ahora está en medio también para la logística de los datos. Pese a las fricciones con la ciudadanía, han entendido los caminos del futuro. El proyecto de Amazon se aprueba inicialmente en diciembre de 2019, y obtiene el plácet definitivo allá por julio de 2021. En medio hubo una pandemia, claro, pero la Administración no dejó de trabajar con la compañía.
Como si Aragón hubiera activado su propio piloto automático. Gobierne quien gobierne, mantiene su hoja de ruta tecnológica. Y hay una lección clara. Los países ricos y desarrollados son aquellos que son capaces de vender el producto elaborado y no la materia prima. Esto es parecido: de vender energía a vender capacidad de consumo. Esta tierra tiene los recursos y una elevada demanda, y cuanto más transformados mejor, porque ahí reside el valor añadido. Aunque esto que aparece en los primeros capítulos de cualquier manual de economía básica se suele olvidar.
Regresemos un momento al agua y la observación que muchas veces frena la aparición de estas infraestructuras. “Es un debate interesantísimo y no resulta fácil de trasladar porque el agua tiene más emotividad que la energía por una razón muy sencilla: su consumo está mucho más localizado”, subraya David Blázquez, quien denota su formación en Filosofía. “Cuando enciendo una tostadora en Madrid no tengo ni idea de si ese electrón viene de una central térmica o de una central nuclear. Pero el agua tiene una ubicación. Por eso, la mejor forma de refrigerar un centro de datos, que emite calor, es cuestionarse cómo hacerlo de la manera más eficiente y sostenible. Lo puede hacer encendiendo el aire acondicionado, y entonces consumes energía; o utilizar una reacción físico-química muy sencilla que reduce la temperatura de forma verde”, desgrana. “En los últimos años, y especialmente en España al convertirse en destino de estas grandes infraestructuras, nos hemos dado cuenta de que nuestra vida digital tiene una huella. Y nos ha pasado por dos razones: una es que lo hemos visto cerca, y entonces nos hemos empezado a preguntar: ¿cuánta energía necesitan estas infraestructuras para operar? Segunda, porque hemos puesto juntos los elementos que antes estaban dispersos. Más vida digital, pero sobre todo nuestra vida digital se ha fusionado”, indica Blázquez.
¿Qué ha sucedido por el camino? Existen infinidad de informes en esta línea. Gracias al mix energético que tiene España, y en el caso de Amazon tiene acuerdo de compra de energía renovable con muchas compañías a escala local y global, se está suministrando esta clase de energía al sistema porque es más que la que consumen. Quizá el éxito de Aragón reside en haber sabido medir ese gasto, explicarlo y transmitir que la innovación no resulta incompatible con la sostenibilidad. Para algunos la tecnología es la medida de sus sueños.
Javier Martínez: “La paz social es vital para atraer grandes proyectos”
Infraestructuras digitales. Aragón se ha convertido en un epicentro de estas tecnologías de vanguardia. ¿Qué camino ha recorrido hasta aquí? Primero, entender la importancia del dato. Desde llamar a un taxi hasta ver la televisión o analizar una resonancia magnética. El Gobierno autonómico entendió que todo respondía a una palabra, revolución. Cualquier aragonés, o familiarizado con el sector de la automoción, recordará el cambio que supuso para la ciudad en los años 80 del siglo pasado la llegada de General Motors. Transformó una economía. “Ahora estamos en un momento parecido. Aunque con una diferencia profunda: el empuje de los datos es una transformación que llega a todos los sectores de Aragón y a todas las empresas”, sintetiza Javier Martínez, director general de Política Económica del Gobierno de Aragón. “Es una revolución en la que estamos convencidos de que hay que estar”. También es tiempo de ir rompiendo mitos. Por ejemplo, que no son intensivas en la creación de trabajo. “Hay que echarlo por tierra; primero, porque sí generan empleo. Solo las inversiones que ya se han anunciado para la próxima década necesitarán 20.000 personas, que trabajarán de forma directa o indirecta en los centros de datos”, aclara el político. Son puestos de calidad. Bien retribuidos. Además, a su alrededor, se espera construir de un ecosistema de empresas. Va más allá de un único sector. Representa una transformación desde los servicios de industria pesada hasta el turismo. “Es el gran momento de Aragón”, apuntilla.
Desafíos hay muchos. Uno es incorporar a las pymes. Sumar a las tecnologías de vanguardia desde una librería hasta una mercería. Nadie se puede quedar excluido. Y resulta esencial saber leer correctamente la realidad. Alguna reflexión viene ya avanzada, pero conviene escucharla de su responsable de Política Económica: “Hemos tenido un consenso básico dentro de Aragón, más allá, de los cambios políticos”. ¿Pero cómo se logra eso? El bálsamo de Fierabrás. “Consiguiendo, primero, que la Administración autonómica actúe como un interlocutor único que integre y coordine todos los procedimientos necesarios para llevar a la práctica ese gran proyecto, y que a partir de ahí genere una sólida estructura operativa […] y sobre todo una dinámica de gestión que ha sabido entender que los procedimientos se podían coordinar si la Administración trabajaba por proyectos, no por departamentos, superando por tanto el efecto silo; esto es mío y no es tuyo, aquí mando yo y no puedes entrar”, desgrana.
Javier Martínez también remite a esa paz social de 35 años, entre otros, con los sindicatos; a la palanca tecnológica de los centros de datos y, además, queda espacio para las reivindicaciones. “Gestionar el excedente de energía sostenible que producen. Y, claro, la lucha por el agua. Los vemos en Amazon. No hay que irse más lejos. Generan flujos positivos en su consumo. Creo que es una buena manera de romper ese mito también, que hemos visto, de que los centros de datos tienen un excesivo consumo hídrico”, zanja.
Sobre la raya del horizonte: 2035-2020
Aragón ya mira al futuro. Pese a que Jorge Azcón, su presidente, firmara a principios de esta semana el adelanto electoral por su ruptura con Vox. La cuestión sigue estando bajo los vientos aragoneses: cómo será en 2035 o 2040. Hace falta estabilidad, que las universidades y las empresas capten talento, la colaboración entre lo público y lo privado. Recetas conocidas, aunque no siempre se apliquen. Esa tierra debe dejar de ser un espacio de paso hacia Madrid o alrededores. Un lugar de destino, unas calles o caminos de oportunidades. Hace falta pintar un horizonte amplio. Esa actualización de la Red Eléctrica. Dar campo (una legislación estable) a grandes proyectos que traen prosperidad. Y humildad. Cuando una empresa exporta sabe que la competencia es grande. A competir también se aprende. Mientras siga habiendo Sol y viento las energías renovables están garantizadas. Y a bajo precio. Jaque a la reina. Y valorar el tiempo de otra forma. “Los académicos, cuando ya tenemos cierta edad, sabemos que las leyes por sí mismas no resuelven problemas; pueden ser muy bonitas, perfectas desde una lectura técnica, bien construidas, pero sí no existe un programa inmediato de aplicación apenas sirve de nada”, relata Julio Tejedor, jurista y catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de Zaragoza. Aragón está en el carril correcto: el tecnológico y los datos son una ayuda.
A principios de diciembre, Aragón lanzaba otro clúster con el propósito de llevar a la región a un nuevo nivel de economía circular. En aquellos días, Javier Martínez, director general de Política Económica del Gobierno autonómico, defendió que “era la constatación de una voluntad compartida de avanzar juntos, entre las empresas, los centros tecnológicos y las instituciones para crear un entorno económico más innovador, sostenible y competitivo”. Este es el clúster 19 de la comunidad, y se suma al de Logística de Aragón (ALIA) o al de la Energía de Aragón (Clenar). Aragón tiene sed de tecnología y ya prepara su política en vehículos autónomos o biotecnología gracias a su colaboración con los avances universitarios. Una tierra que a travesada a más de 200 kilómetros por hora en un tren de alta velocidad jamás se asociaría con la vanguardia tecnológica. La rapidez, a veces, engaña.