El loro estocástico de Eurecat
El centro tecnológico catalán crea, entre otras innovaciones, algoritmos que emplean las empresas para ser más competitivas
Si en el principio fue la palabra, hay que preguntarse qué es Eurecat. Es un centro tecnológico. Por negativa. No es un lugar de investigación, no es una universidad ni tampoco el departamento de I+D de una compañía. Su voluntad es dibujar un puente entre la investigación básica y el tejido empresarial.
Este es el empeño de Lali Soler, directora del Área Digital de Eurecat. En su espacio trabajan en distintas tecnologías y en particular la inteligencia artificial (IA). Diseñan algoritmos para solucionar problemas, y los adquieren las organizaciones con el fin de ser más competitivas en un mundo ultrarrápido. Pero ¿qué piden? “Hay que decirlo: existe un poco de sobredosis de IA. En el sentido de que es ubicua. Se habla mucho de ella, surge infinidad de desarrollo tecnológico privado, bastante fragmentado, por cierto, que controla el sector”, observa con sinceridad. Las empresas que no tienen una base tecnológica de por sí se sienten perdidas; los equipos están poco formados y ahora, además, diluvia ChatGPT o CoPilot.
Bajo este aguacero tecnológico las firmas hacen sus peticiones. Atraviesan estos caminos hasta salir del laberinto. “¿Nos podrías ayudar a hacer un agente que recopile todas las ofertas y redacte de forma automática la parte administrativa? ¿Nos podrías guiar y concebir un agente que recoja todos los manuales técnicos, por ejemplo, de una empresa manufacturera, estudie los manuales y cuando una máquina de producción falle pueda preguntarles a los operarios que está ocurriendo sin tener que ir y repasar, otra vez, el libro técnico?”, recuerda Soler.
Pues genera sus inquietudes; el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) publicó este verano un informe que sembraba la duda sobre que quizá la IA no tenga esa enorme capacidad de transformar la existencia con la que nos martillean a diario. ¿Es un sueño, una falsedad repetida o es algo peor? “Creo que sí es transformadora en el entorno industrial”, corrige la experta. “Porque te da la oportunidad de efectuar tareas planteadas de una forma distinta, que de otro modo serían imposibles. Sin embargo, no afirmo que la IA sea inteligente”. Parece una paradoja pero no lo es. Se trata de una función matemática que aprende de unos datos que tú le das y te ofrece, a cambio, una predicción: pasará esto porque es lo que ha aprendido. “Pero, si me lo permitís, en el fondo no deja de ser un loro. No razona, no toma, aún, decisiones; un loro estocástico, al azar”, especifica Soler. “Se están sobredimensionando las expectativas de la IA y en este sentido hay que ser riguroso”, avisa.
“Estamos hablando de una metodología muy técnica que de repente entra en un entorno que no está preparado para hacer funcionar de manera productiva, y genera errores a los que no sabemos cómo enfrentarnos. Porque las empresas están hartas de hacer pilotos con problemas de un juguete; el desafío es adaptar esto a su día a día, es la gran barrera. Si lo hicieran, claro que sería transformacional”, concede la responsable digital de Eurecat. ¿Es imposible conseguir una IA ética en una sociedad que no lo es?
La otra opción no es rendirse frente a tanta dificultad, jamás formó parte del ADN del ser humano. “Existen una serie de principios que nosotros siempre” —incide Soler— “implantamos en los sistemas: que no tengan sesgos por motivo de raza, género, posición económica”. Sin embargo, el problema de la IA es que todo lo que son principios de derechos humanos, objetivos empresariales, cuentas de resultados se mezclan y tienes que terminar traduciéndolo a un lenguaje algorítmico, que es matemático, y debe diseñar los procesos, también a través de esa ciencia, para corregir los problemas que tienes”. Un bucle.
Oportunidades a la vista
Al margen de los desafíos, surgen oportunidades con el uso de la IA. “En las industrias de artes gráficas hay grandes opciones para mejorar la productividad y el negocio, y también en 3D”, describe Daniel Martínez, director del Centro Internacional de HP en Barcelona y presidente mundial de la división de Gran Formato. En ese futuro ven que la IA tenderá hacia el dispositivo. La mayoría de los modelos que utilizan, y que están en el vértice más innovador de la industria, como ChatGPT o Perplexity, se efectúa en la nube. La IA exige unas necesidades de energía y de procesamiento elevadas. Esto se ha trasladado a ingentes cantidades de inversión en centros de datos. “Gestionar los niveles de energía que necesitan será una de las grandes dificultades para esta industria. Hemos visto que mucho de ese procesamiento, de hecho, se puede efectuar en el dispositivo”, avanza Martínez.
El cambio por el código abierto
“Hágase la luz y la luz se hizo”. Es uno de los versículos más conocidos del Génesis. Los textos sagrados de hace 2.000 años tienen su reflejo en tiempos que debaten sobre ética e inteligencia artificial (IA). Gestionar una ciudad resulta cada vez más complejo. Un actor que no había aparecido sobre las tablas es la —ahora— ubicua soberanía tecnológica. Caminamos por la capital catalana. “Hay una apuesta muy importante por el código abierto a la hora de desarrollar determinados instrumentos”, comenta Michael Donaldson, director general de BIT Habitat del Ayuntamiento de Barcelona. “No es casualidad que hayamos anunciado un acuerdo con Mozilla Foundation”, avanza. El pacto garantiza que las dos próximas ediciones del Mozilla Festival seguirán celebrándose en la capital catalana. Una alianza hasta 2027 que consolida la estrategia del Consistorio de convertir esta tierra en polo de atracción tecnológico, pero también a partir de modelos alternativos a los de Silicon Valley.
“Cambia el rumbo el caminante” / “Aunque esto le cause daño”, cantaba, con esa voz como si hubiera acumulado gruesas capas de mantas, Mercedes Sosa (1935-2009). No todo es ChatGPT. Existen más opciones. Estamos al principio del viaje. Las matemáticas son claras: resolver un problema tras otro. Hasta la infinidad se ha escrito que este es un país cuyo tejido empresarial en un 98% son pymes. “Ahora tienen que enfrentar la normativa sobre todas estas tecnologías de vanguardia que proceden de la Unión Europea, necesitan muchísima ayuda en este campo. Porque si ya tenían problemas en adoptarlas en sí, ahora les dices que existe una legislación que les creará dificultades; la empresa entra en parálisis”, reflexiona Lali Soler, directora del Área Digital de Eurecat. También en industrias con gran presencia en la ciudad, que incluso concibieron su historia como la construcción o las artes gráficas, cuesta cada vez más encontrar profesionales. Los oficios también son abiertos y se pierden. “La IA generativa, por ejemplo, ayuda a maximizar los equipos [digitales y humanos]”, concede Daniel Martínez, director del Centro Internacional de HP en Barcelona y presidente mundial de la división de Gran Formato. Por eso, no es extraño que la ciudad cambie.