Tutorías contra el abandono y la frustración académica
Conocerse a uno mismo, aprender a tomar decisiones y tener contacto con profesionales en activo desde la secundaria es vital para la elección de los estudios superiores
La mitad de los estudiantes universitarios en España se matricula en carreras orientadas a profesiones tradicionales. Lo grave es que, dentro de unos años, gran parte de esos oficios ni siquiera existirán. La advertencia la ha lanzado en más de una ocasión la OCDE. Esto se traduce en un dato demoledor: España ostenta la ratio de abandono universitario más alta de Europa (33%), lo que implica que uno de cada tres alumnos no termina sus estudios. El porcentaje es aún mayor en formación profesional (...
La mitad de los estudiantes universitarios en España se matricula en carreras orientadas a profesiones tradicionales. Lo grave es que, dentro de unos años, gran parte de esos oficios ni siquiera existirán. La advertencia la ha lanzado en más de una ocasión la OCDE. Esto se traduce en un dato demoledor: España ostenta la ratio de abandono universitario más alta de Europa (33%), lo que implica que uno de cada tres alumnos no termina sus estudios. El porcentaje es aún mayor en formación profesional (FP), con una tasa que alcanza el 38%. Miles de frustraciones personales que, además, tienen un coste económico para las arcas públicas que alcanza los 978 millones de euros anuales, según un estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE).
La raíz del problema, coinciden los expertos, es que los chicos y chicas no reciben la orientación adecuada en el instituto, y cuando se quieren dar cuenta ya es demasiado tarde. Hay excepciones, claro. Pero una buena orientación es fundamental para encauzar bien el futuro profesional, y España padece carencias importantes en este sentido. En nuestro país, de media, hay un psicopedagogo por cada 750 alumnos, mientras que la OCDE recomienda uno por cada 250.
A esta dificultad estructural se suman otras cuestiones, muy relacionadas con el profundo cambio en el mundo educativo y profesional. En una década se han duplicado las matrículas en los ciclos de FP, las universidades españolas ofrecen 3.000 grados y cerca de 4.200 másteres, surgen los bachilleratos duales, gana terreno el bachillerato internacional, se multiplican los MOOC (cursos online masivos y abiertos) —más de 10.000 en el mundo—… “Todo se ha vuelto sofisticado, con cantidades ingentes de información que procesar a la hora de elegir los estudios. Y los cambios profesionales van a toda velocidad debido a la digitalización, a los procesos de industrialización, a las nuevas necesidades de los mercados”, admite el responsable nacional del Proyecto de Orientación Profesional de la Fundación Bertelsmann, Juan José Suárez.
Este cúmulo de factores hace que exista un altísimo grado de desconocimiento de lo que ocurre en este nuevo entorno profesional por parte de orientadores, alumnado y familias. Un error común que comete la mayoría de los centros educativos, apunta Suárez, es que la orientación aparece en los momentos de transición de etapa, sobre todo en 4° de la ESO y en 2° de bachillerato. Y son momentos críticos, en los que los alumnos suelen estar muy agobiados ante una de las decisiones más trascendentales de sus vidas.
Asignaturas dirigidas
Una de las soluciones pasa por integrar la orientación a lo largo de todo el proceso de aprendizaje, introduciéndola en las asignaturas. Un ejemplo: cuando los docentes hablen de Biología, podrían conectar ese conocimiento con las profesiones que lo aplican en el mundo real. Pero hay más. Desde que comienzan la ESO, los chicos deberían empezar a dominar determinados temas, a hablar con profesionales, a leer biografías y acceder a información que les permita culturalizarse y adquirir un criterio propio para, más adelante, elegir con acierto. “Esa parte de orientación permanente e integrada, que se llama infusionado, debe estar presente desde el principio. Su impacto en los alumnos es enorme”, sostiene el experto de la Fundación Bertelsmann.
Las familias también deben resetear su actitud, porque lo que en su momento les pudo resultar válido a los padres no necesariamente servirá ahora a sus hijos. Una cosa sí es segura: deben dejar que los chicos, desde que estudian primaria, se enfrenten a decisiones por sí mismos, aunque se equivoquen. “Protegerlos permanentemente y decidir por ellos es lo peor que se puede hacer porque, cuando llegue el momento decisivo, van a estar perdidos”, añade Suárez. Y desliza una idea más. Es muy positivo que los chavales adquieran experiencias de autoconocimiento: que sepan cómo son, qué se les da bien, qué les gusta, cuáles son sus puntos fuertes, cómo interactúan con las personas para conseguir cosas que son importantes para ellos…
A través de la plataforma Singularity Experts, Elena Ibáñez ayuda a empresas, profesionales, alumnos y orientadores a elegir rutas formativas encaminadas a empleos con futuro. Trabajos emergentes con una demanda enorme de profesionales a los que cuesta contratar, ya que apenas se encuentran en el mercado. Entre otras cosas, porque los colegios e institutos conservan los mismos temarios y métodos de aprendizaje de décadas pasadas. “Al final, uno no puede elegir aquello que no conoce. ¿Cómo va a decidir alguien formarse en ciberseguridad si ni siquiera sabe que existe esta profesión?”, reflexiona Ibáñez.
Por eso, es importante que los centros educativos se pongan al día y se familiaricen con las nuevas realidades laborales. De esa manera serán capaces de abrir las miradas de los alumnos, despertarles intereses e inquietudes, y facilitar que tomen las decisiones correctas. En su libro ¿Tu hijo aún no sabe qué estudiar? (Larousse), Ibáñez profundiza en esta pregunta: que no estemos al día de estos trabajos con futuro no significa que sean inexistentes. “Cuando se incorpore al mercado laboral un alumno que ahora tiene 17 años, el 99,9% de los puestos a los que podrá optar ya se ofrecen en estos momentos. Esos empleos son los que debemos recomendarles”, opina.
Ibáñez recuerda que sin referencias es casi imposible que un estudiante sepa qué le gusta de verdad, porque las personas siempre escogen entre lo que conocen. La toma de decisiones, insiste, es un proceso complejo, porque las áreas de trabajo son cada vez más híbridas, más comunicadas entre sí. La dicotomía entre ciencias o letras se ha diluido, en parte debido a la tecnología. Por ejemplo, a profesionales de perfil técnico como los ingenieros cada vez les exigen mayores conocimientos de gestión de recursos humanos, de desarrollo, de liderazgo de equipo. Y a personas con una formación más humanística les piden que controlen determinadas herramientas tech. De ahí que el primer paso sea conocerse a uno mismo antes de tomar cualquier decisión.