Diseñando la industria verde
Clave para el futuro sostenible del tejido industrial, la Ingeniería Ambiental ofrece además una alta tasa de empleabilidad
Es mejor no generar [contaminantes] que luego tener que limpiar, o depurar”. De esta forma sintetiza Ion Agirre uno de los objetivos principales de la Ingeniería Ambiental. Para el subdirector de la Escuela de Ingeniería de Bilbao, adscrita a la Universidad del País Vasco (UPV-EHU), este grado poco asentado en España confiere a sus titulados destrezas en el “diseño de las plantas industriales, y en los proyectos y en la ejecución de estas instalaciones, de tal manera que pueden modificarlas y diseñar ...
Es mejor no generar [contaminantes] que luego tener que limpiar, o depurar”. De esta forma sintetiza Ion Agirre uno de los objetivos principales de la Ingeniería Ambiental. Para el subdirector de la Escuela de Ingeniería de Bilbao, adscrita a la Universidad del País Vasco (UPV-EHU), este grado poco asentado en España confiere a sus titulados destrezas en el “diseño de las plantas industriales, y en los proyectos y en la ejecución de estas instalaciones, de tal manera que pueden modificarlas y diseñar nuevos proyectos para minimizar esa generación de contaminantes”, explica. También, apunta Jovita Moreno, coordinadora del grado de Ingeniería Ambiental de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) de Madrid, conocimientos para “rehacer procesos de producción que ya existen o diseñar nuevos para aumentar su eficiencia en la utilización de los recursos, tanto materiales como energéticos”. En definitiva, poner en marcha una industria más verde y eficaz, acorde con los nuevos tiempos que enfrentamos y el horizonte neutro en emisiones fijado por la UE en 2050.
Para ello, abunda Moreno, resulta “crítico” que se forme a ingenieros dotados con las capacidades necesarias. “Por ejemplo, tenemos una asignatura dedicada al análisis de ciclo de vida”, metodología que permite cuantificar los impactos ambientales que generan las nuevas tecnologías productivas “de la cuna a la tumba”, especifica, pues ayuda a prever cuál es la sostenibilidad de productos y procesos —respecto a emisiones, residuos—, o “los cuellos de botella” que se podrían encontrar en su desarrollo y producción, algo básico en la economía circular.
Joan García, profesor de Ingeniería Ambiental en la Universidad Politécnica de Catalunya (UPC), incide en otro concepto clave, la visión sistémica. “La sociedad requiere de este tipo de especialistas en resolver problemas ambientales y ahora no los tenemos, o provienen de diferentes áreas con especializaciones muy diversas, sin una visión global de los procesos ambientales”, afirma. La UPC puso en marcha el grado de Ingeniería Ambiental hace dos años en Barcelona —nota de corte de 7,396 en 2021-2022—, uniéndose a los dos únicos centros que la ofrecían en España desde el curso 2010-2011, las citadas UPV-EHU (nota de corte 2021-2022 de 5,934) y URJC (nota de corte 2021-2022 de 7,476).
“Tradicionalmente, el medio ambiente se ha entendido como un complemento de otras ingenierías, no como una disciplina principal”, apunta Jovita Moreno (URJC) para explicar la débil implantación en España del grado de Ingeniería Ambiental (cuatro años), disciplina que sí cuenta con una oferta más amplia en formato máster desde hace años.
El valor de la sostenibilidad
Llama especialmente la atención cuando la sostenibilidad es un condicionante ineludible, no solo en el ámbito social, sino también en el tejido económico. “Ahora está incluida en la estrategia de las empresas”, afirma Ramón Gurriarán, director de Postgrado y Executive Education de la Escuela de Organización Industrial (EOI), y no solo por cuestión de imagen. Es ya una oportunidad real de crear valor, explica, y debido a los objetivos de descarbonización fijados por la UE, “toda la regulación nos va a llevar ahí”, augura Gurriarán. Primero a grandes compañías, “ya sea por normativa o por convencimiento, pero después a las medianas empresas que forman parte de su cadena de valor, generando una reacción en cadena”.
La tasa de graduados —alumnos que obtienen el título en su año o uno posterior— en Ingeniería Ambiental, aclaran desde la URJC, oscila entre un 20%-25%, lo que da muestra de su exigencia. Aunque Daniel Fernández, profesor e investigador en la UPC, reconoce que “ahora los alumnos tienen una conciencia medioambiental mucho más importante, que los motiva”, hablamos, al fin y al cabo, de una ingeniería, aclara Ion Agirre. El primer año, por ejemplo, “hay cálculo, álgebra, química, física, informática, dibujo…”, y en el segundo, “fundamentos de ingeniería como mecánica de fluidos, termodinámica, electrotecnia”. También materias específicas del medio ambiente, como biología y edafología, y, en cursos avanzados, asignaturas como biotecnología, geotecnia, química de la contaminación atmosférica o tecnología para el tratamiento de aguas residuales, añade Agirre.
En lo que todos los especialistas consultados coinciden es en su alto índice de empleabilidad. “A los tres meses de terminar el grado, entre los que van al mundo laboral un 70%-80% encuentra trabajo; y a los seis meses se puede decir que la empleabilidad es casi total”, dice Agirre. Los indicadores de inserción laboral de la URJC muestran que, entre los egresados en 2019-2020, la tasa de salarización era del 100% un año después de titularse. La amplitud de desempeños profesionales que puede abarcar un ingeniero ambiental —sumado a su escaso número actual— explican las cifras. Desde departamentos de medio ambiente en empresas de múltiple espectro para adaptarlas a las nuevas normativas de sostenibilidad, hasta sectores relacionados con el tratamiento de depuración de aguas, en todo lo relacionado con prevención de la contaminación y también en eficiencia energética, explica Jovita Moreno.
Bosques digitalizados contra el 'ecopostureo'
“Se nos conoce como la escuela verde”, afirma Ramón Gurriarán en referencia a EOI, que implantó su primer programa de gestión ambiental en 1976. Sus estudios de posgrado, como el máster en Gestión Medioambiental y Sostenibilidad, están enfocados a la aplicación de negocio del conocimiento técnico de sus alumnos; “cómo ayuda a las empresas a generar valor”, aclara. “Nuestros programas tienen una parte dedicada a la gestión empresarial”, a las competencias directivas, añade, e incluye un proyecto final de emprendimiento. El frente para ello se ha ampliado muchísimo, explica Gurriarán, con la implantación de los ODS, saltando incluso al sector servicios con aplicaciones como “el diseño de packaging para reducir residuos y pensar en la circularidad desde el principio“.
O con programas de compensación de emisiones certificados (no simple 'ecopostureo') gracias a la digitalización de los bosques repoblados. “Aplicamos la ingeniería ambiental”, explica Pedro Pérez de Ayala, CEO de ReTree, para, mediante análisis de tipo satelital y algoritmos de desarrollo propio, “saber exactamente qué están haciendo los árboles cada hora”. Son proyectos a largo plazo (un año) dirigidos a “empresas con propósito” (Ecoembes, Iryo), comprometidas en propagar una concienciación medioambiental no solo entre sus empleados, sino también entre otras firmas de su cadena de valor.