Tareas inacabadas en la pedagogía ambiental

Pese a que la ley promueve su inclusión transversal durante las etapas obligatorias, esta depende, en cada centro, de la voluntad del equipo directivo y el profesorado

Tom Werner (GETTY IMAGES)

Los alumnos del IES Pedro Jiménez Montoya, en Baza (Granada), tienen una misión de vital importancia: salvar el agonizante humedal del Baíco, en la zona central de las Cordilleras Béticas, donde habita, entre otras especies, la mariposa azufrada ibérica (Euchloe bazae), conocida por su singular color amarillo sulfuroso y en peligro de extinción. Pero los estudiantes no se detienen ahí: se han aliado con otros colegios de la zona para reducir el consumo local de plásticos y promover que se declare la cercana sierra de los Filabres como parque natural.

“Estas acciones se enmarcan e...

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Los alumnos del IES Pedro Jiménez Montoya, en Baza (Granada), tienen una misión de vital importancia: salvar el agonizante humedal del Baíco, en la zona central de las Cordilleras Béticas, donde habita, entre otras especies, la mariposa azufrada ibérica (Euchloe bazae), conocida por su singular color amarillo sulfuroso y en peligro de extinción. Pero los estudiantes no se detienen ahí: se han aliado con otros colegios de la zona para reducir el consumo local de plásticos y promover que se declare la cercana sierra de los Filabres como parque natural.

“Estas acciones se enmarcan en un proyecto llamado Basticambio Agenda 2030, en el que el alumnado intenta conseguir metas concretas de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible propuestos por la ONU”, detalla Belén Mesas, profesora de Biología y coordinadora de la iniciativa. El suyo es uno de tantos centros que en los últimos años han incorporado algún tipo de proyecto o programa de educación ambiental en España, impulsados por la aparición de movimientos como Teachers for Future Spain, que agrupa a docentes de todo el país preocupados por la emergencia climática.

También ha contribuido la creación de estructuras como Escuelas Sostenibles en Red (ESenRED), paraguas estatal que reúne a 4.300 centros no universitarios, o el apoyo técnico de entidades como Fuhem o Ecoembes, esta última a través de sus proyectos de educación ambiental Naturaliza y Aulas Libera. O, de manera más determinante, la aprobación en 2021 de la Lomloe, que representó un avance significativo respecto a la ley predecesora (Lomce), al adoptar la sostenibilidad como un enfoque clave, promoviendo la inclusión transversal de la educación ecosocial en los planes educativos de la enseñanza obligatoria.

Sin embargo, “una cosa es la ley escrita y otra es llevarla a cabo”, señala Luis González, responsable de Educación Ecosocial de la Fuhem. “La educación ambiental se va abriendo paso, pero no al ritmo suficiente para responder a los desafíos socioambientales que tenemos”, lamenta. Helena Astorga, responsable de Naturaliza, subraya que en muchas ocasiones, a pesar del avance legislativo, su incorporación en los centros depende de la sensibilidad y voluntad del profesorado y de sus equipos directivos. “Algunas de las consideraciones de la Lomloe tienen todavía que materializarse en los colegios”, explica.

“Los alumnos tienen muchísimas ganas de participar en actividades”, reconoce Belén Mesa, pero la realidad es que actualmente no siempre tienen la opción, asegura. Los expertos coinciden en que hacen falta medidas y herramientas que acompañen a la ley y permitan integrar de manera efectiva la educación ambiental en el día a día escolar. Reclaman un papel más activo y mejor coordinación entre la Administración central y las comunidades autónomas —comparten competencias en educación— para seguir avanzando.

Hoja de ruta

“Es importantísimo que haya formación para el profesorado y para los familiares, no solo teórica, sino también práctica”, considera Fernando Rived, docente de Ciencias Naturales del colegio concertado Santo Domingo de Silos (Zaragoza) y coordinador de Ecosilos, un programa que consiste en promover iniciativas de sostenibilidad entre el alumnado, incluyendo los llamados recreos sin residuos —para reducir el uso de envases desechables— o el mantenimiento del huerto escolar, actividad en la que participan niños de todas las etapas, de infantil a secundaria.

Según Rived, también haría falta la implantación de la figura de un coordinador de sostenibilidad en los colegios, “como sucede con igualdad”, añade, para que “le dé seguimiento al desarrollo de la educación ambiental en los centros”. Miriam Leirós, responsable de Teachers for Future Spain, sostiene a su vez que “tendría que haber unas directrices que vertebrasen la materia en todo el país y que permitan que todos los centros educativos trabajen en una misma dirección”.

Para el presidente de la Asociación Española de Educación Ambiental, Federico Velázquez de Castro, la clave es conseguir que tenga “mayor transversalidad y continuidad” en los centros de enseñanza. Es decir, que permee cada una de las asignaturas y no esté limitada a actividades puntuales. José Manuel Gutiérrez, quien durante años fue profesor de Educación Ambiental en la UNED, va más lejos y afirma que para avanzar es necesario un cambio de paradigma en el que la sociedad coloque la vida —y no la economía— en el centro de la actividad escolar, priorizando el enfoque ecosocial sobre el utilitario.

Astorga, de Naturaliza, asegura que otro desafío importante es conseguir reconectar al alumnado con la naturaleza. “El aprendizaje experiencial es clave en estas etapas y puede ayudar a desarrollar sentimientos de pertenencia y víncu­los emocionales que pueden facilitar el desarrollo de conductas sostenibles”.

Renaturalizar el patio

Una manera de hacerlo es con salidas del colegio más frecuentes para visitar entornos naturales. Otra, renaturalizar los patios de los centros educativos, que suelen estar destinados al fútbol u otros deportes, pero que pueden usarse también como espacios para el aprendizaje de la sostenibilidad.

La educación ambiental también se enfrenta a otro reto menos tangible, aunque de gran relevancia: la ecoansiedad, un fenómeno que ha ido en aumento en los últimos años. Según un estudio publicado en The Lancet en 2023, con datos de 10.000 jóvenes de entre 16 y 25 años procedentes de 10 países, el 75% de los encuestados declararon estar “aterrados” ante los futuros efectos del cambio climático. “Es mejor no ser demasiado pesimistas, ya que es fácil asustar a los niños cuando son muy pequeños. Hay que ayudarlos a entender que se pueden hacer cosas. A sentir que pueden hacer una diferencia y aportar, en vez de asustarlos”, apunta Jonathan Gunzi, director de The English Montessori School.

En este centro privado de Aravaca (Madrid) los estudiantes participan en asambleas cada cuatro semanas para hacer propuestas y plantear ideas sobre cómo conseguir que su colegio sea más sostenible. “Lo importante es que los niños lideren las iniciativas”, agrega Gunzi. La responsable de Naturaliza coincide: “Trabajar desde la búsqueda de soluciones puede ayudarlos a desarrollar, poco a poco, su conciencia ecológica, fomentar su pensamiento crítico, y convertirse, a la larga, en agentes del cambio para la construcción de una sociedad más sostenible”.

La politización, una amenaza latente

El interés por la educación ambiental crece en los colegios en España sin importar la clasificación del centro, sea público, privado o concertado. “El marco normativo nos influye a todos por igual”, afirma Luis González Reyes, de la Fuhem. Pero hay un temor latente entre los educadores por que la politización en torno al cambio climático reduzca aún más el ritmo de su implantación en el país. “Queremos evitar que eso suceda”, insiste Miriam Leirós, de Teachers for Future Spain. “No debemos caer en partidismos. Nosotros nos remitimos siempre a la ciencia y a los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU”.
Fernando Rived, del colegio Santo Domingo de Silos, hace referencia también a la encíclica del papa Francisco, el Laudato si, que llama a desarrollar estrategias contra el cambio climático y sirve de guía a muchos centros católicos. Sin embargo, el experto en educación ambiental José Manuel Gutiérrez advierte de que ya se ha “detectado” algún que otro caso de reducción de financiación —y cita el recorte que realizó el Ayuntamiento de Zaragoza en 2023 en el presupuesto dedicado a educación ambiental—, demostrando que se trata de un riesgo que está ahí presente.

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