¿Mi gato puede tener problemas de salud mental? Pistas para identificarlos y consejos para evitarlos
Fomentar el juego, respetar su espacio y no interferir en sus rutinas son algunas de las propuestas de los expertos para garantizar la salud psicológica de los felinos que, como los humanos, también pueden sufrir estrés y ansiedad
Los gatos pueden tener problemas psicológicos que pasan desapercibidos. Suelen estar provocados por cambios en su rutina, por un malestar físico o un entorno poco estimulante con su naturaleza. “Su bienestar psicológico está determinado por su equilibrio emocional y su capacidad para adaptarse al entorno. Cuando algo falla en esa armonía, pueden aparecer alteraciones similares a los trastornos psicológicos que conocemos en humanos, como el estrés o la ansiedad”, explica João Pedro Monteiro, profesor en la Cooperativa de Enseñanza Superior Politécnica y Universitaria de Gandra (Portugal).
Los mininos tienen necesidades ambientales y sociales específicas. Para que sean felices en casa precisan determinados estímulos y que se respete su espacio. “Conviene ofrecerles un entorno tridimensional, con zonas en altura, rascadores y escondites, así como darles libertad para decidir cuándo y con quién interactuar”, añade el experto. Son animales juguetones y curiosos, por lo que precisan tener cubierta esta faceta en el ámbito doméstico. “Necesitan jugar a diario, ya sea en solitario o de forma interactiva, para estar sanos mentalmente”, continúa. “Si hay algo que se debe evitar con ellos son los castigos, porque no sirven de nada y afectan de forma negativa a su estado emocional”, aclara el especialista. “Es recomendable utilizar el refuerzo positivo o premios, ya que con el castigo se fomenta el miedo y el pesimismo del animal, además de deteriorarse el vínculo con la familia humana y aparecer conductas agresivas”, explica por su parte la veterinaria Susana Muñiz, diplomada en Medicina del Comportamiento Animal.
Otras cuestiones que conviene tener en cuenta para garantizar el bienestar psicológico felino tienen que ver con las experiencias desde el nacimiento. “Es aconsejable el destete natural y nunca hacerlo antes de la octava semana de vida, así como dejar a los gatitos con su madre y hermanos para que aprendan las habilidades sociales propias de su especie”, aconseja la experta, a la vez que destaca la importancia de que el cachorro socialice: “Hay que promover la interacción temprana con las personas y animales con quienes convivirá, de forma progresiva”.
La mejor forma de detectar si un gato no está bien psicológicamente es observar su comportamiento. “Si cambian de conducta es la señal de que algo no va bien”, asegura Monteiro. Las causas más habituales que provocan desequilibrio mental en los gatos tienen que ver con cuestiones como la herencia familiar o el estado físico. “Los factores genéticos influyen en la tendencia a tener alteraciones de comportamiento, como miedo o ansiedad, pero también un entorno sin estimulación ambiental, los cambios en la rutina o el entorno, así como el dolor provocado por una enfermedad”, detalla Muñiz. “Son territoriales y muy sensibles a las variaciones en sus rutinas, como una mudanza, las reformas en casa o la llegada de nuevos animales o personas”, añade.
Cada gato tiene un temperamento único, que determinará su propensión a tener problemas de salud mental. “Si tiene padres miedosos o durante las primeras semanas de vida ha tenido traumas, de adulto tendrá más dificultades de adaptación y más riesgo de sufrir desajustes de comportamiento”, asegura Muñiz. Los felinos también necesitan tener la sensación de dominio del espacio donde viven. “La falta de control sobre su entorno, como no tener refugios o rutas de escape, les desequilibra”, sostiene Monteiro.
Para este experto, las señales que indican que el gato tiene desajustes psicológicos y precisa una consulta con el especialista son “comer menos o más de lo habitual, cambios en el uso del arenero, conductas repetitivas, como lamido excesivo o persecución de la cola, agresividad, maullar en exceso o variaciones en su interacción con otros animales o con su familia humana”. Aun así, los cambios de conducta se suelen malinterpretar por parte de los tutores del animal. “Es habitual que se confundan con el mal carácter. Se le achaca al gato el ser malo, rebelde, vengativo o caprichoso, cuando, en realidad, está manifestando un problema de malestar mental o físico que pasa desapercibido porque lo expresa con sutiles cambios de conducta que se normalizan”, aclara Muñiz.
Tener en cuenta la naturaleza depredadora e individualista de los mininos es clave para procurarles lugares adaptados donde puedan dar rienda suelta a sus instintos y sean felices. “El gato es un cazador solitario por naturaleza, pero en casa vive en un espacio reducido, comparte recursos y no puede controlar cuándo y cómo ocurren los cambios”, indica la veterinaria. “Además, los tutores pueden estar muchas horas fuera de casa y el aislamiento y la falta de actividad favorecen el aburrimiento y la frustración que derivan en problemas de comportamiento y malestar emocional”, añade.
Satisfacer su instinto olfativo también es fundamental para su bienestar. “El olor es su lenguaje. Marcan con feromonas su territorio, por lo que necesitan rascadores que les permitan hacerlo con sus garras. También conviene no limpiar en exceso las áreas donde dejan su rastro, y usar feromonas sintéticas comerciales para reforzar su sensación de seguridad y calma”, recomienda la especialista.
¿La edad influye en los desajustes psicológicos de los felinos? “Los jóvenes suelen tener más tendencia a la agresividad o a comportamientos destructivos, como morder o arañar muebles, debido a su exceso de energía. En el caso de los mayores, se suele demostrar con la demanda excesiva de atención, como los maullidos insistentes”, aclara la veterinaria, a la vez que menciona cómo se manifiesta en los gatos mayores de 10 años: “Puede aparecer el síndrome de disfunción cognitiva, una enfermedad parecida al alzhéimer en humanos, que altera su comportamiento y orientación, aunque algunos problemas se dan tanto en jóvenes como en mayores. Por ejemplo, la actividad nocturna excesiva”, asegura.