La zapatería Casa Mancho, un ‘hospital’ para el calzado con más de 100 años de historia

Luis Mancho Del Sol lleva 15 años al frente del local familiar por el que han pasado clientes como Santiago Bernabéu, Manuel Fraga, Ramón Mendoza o Emilio Butragueño. Casi todo zapato llega moribundo y, tras recibir una llamada perdida cuando está listo, sale lustroso

Luis Mancho con una clienta en el Taller Artesanal de Zapatería Casa Mancho, en Madrid.Santi Burgos

Se habla y escribe mucho sobre la salud mental y los buenos hábitos alimenticios. Un poco menos sobre la higiene bucodental, pero casi nada sobre el cuidado de los pies, la base de nuestro cuerpo. Salvo los fetichistas de esas extremidades inferiores, que lo hacen en la intimidad, y, a veces, en los medios. O si se convierten en noticia, por ejemplo a raíz de que un equipo de alpinistas que filmaba un documental de National Geographic en la cara norte del Everest se topó en septiembre de 2024, de manera fortuita, con una bota de cuero que apareció al derretirse el hielo del glaciar Rongbuk Central. Dentro de la bota, cubierto por un calcetín (con las palabras A. C. Irvine bordadas), había un pie. Se cree que la bota, el calcetín y el pie son de Andrew Comyn Sandy Irvine, un joven alpinista que desapareció mientras intentaba escalar el Everest en junio de 1924 junto con su compañero George Mallory. Los miembros de la expedición que encontraron esa trinidad de bota, calcetín y pie se la entregaron a la Asociación de Montañismo China-Tíbet, autoridad gubernamental que supervisa la cara norte de la montaña. De haber entregado la bota al Taller Artesanal de Zapatería Casa Mancho, ubicado en el número 31 de la calle del Marqués de Urquijo de Madrid, fundado en 1917 y sin cambiar de dirección ni de familia propietaria, su gerente y zapatero, Luis Mancho Del Sol (52 años), además de conservarla a buen recaudo, hubiera salivado pensando cómo arreglarla.

En este local a pie de calle lo que hay son muchos pares de calzado desgastados que necesitan ser reparados, ensanchados, estrechados y/o adaptados. Arreglos que Mancho, siempre vestido con un delantal, hace a todo tipo de calzado, sobre todo si está hecho con materiales de calidad: castellanos, náuticos, mocasines, botines, botas, de tacón, sandalias, playeras, calzado ortopédico y deportivo (de correr, de montaña, de hípica y de golf). Sus propietarios esperan a que les haga una llamada perdida como señal de que ya están listos y pueden pasar a recogerlos de esta especie de centro de rehabilitación al que casi todo el calzado llega moribundo y sale lustroso, con mejores acabados que cuando ingresó.

Luis Mancho, el zapatero que lleva 15 años al frente de la zapatería centenaria Casa Mancho.Santi Burgos

En la zapatería de Mancho la parte destinada a los clientes es la más pequeña, y en la pared, en los huecos libres que dejan los estantes, un armario y varios utensilios de trabajo, hay colgado un artículo de periódico enmarcado, fotografías y banderines del Real Madrid. Contiguo al mostrador —donde Raquel, su mujer, recibe y cobra a los clientes—, tras unos escalones, se encuentra el espacio de reparación, repartido en varias habitaciones. En una hay una máquina de lijar y las herramientas con las que trabaja Mancho —hormas, presas, botes de espráis de colores, pastillas de betún, cepillos de ante, de latón (para levantar el pelo del zapato)—, las demás están llenas de maletas, bolsos y calzado, diagnosticados y a la espera de que él y sus dos ayudantes los arreglen. La lijadora apenas deja de sonar y el olor a betún lo impregna todo. Un betún compuesto con aceite de almendra tan agradable, que la hermana de Mancho le dice al proveedor de Saphir que lo distribuye que lo va a usar como crema de noche.

El artículo de periódico enmarcado y colgado en la pared data del 7 de mayo de 1992. En el mismo se puede leer que Santiago Bernabéu y Manuel Fraga y sus respectivas esposas, Ramón Mendoza, Emilio Butragueño y nobles varios, entre otros, eran clientes de la casa. También que el padre de Mancho vaticinaba que los negocios familiares tradicionales como el suyo iban a desaparecer porque las labores artesanales tienen que gustar para hacerlas. No parece que fuera descaminado con su profecía, pero su hijo está empeñado en llevarle la contraria y ahí sigue. Aunque no siempre ha estado en la zapatería. Su padre le enseñó el oficio y por las discusiones fruto del roce del día a día acabó por dejarlo. Se puso a trabajar en la Casa Real, después probó con la fotografía. Al enfermar su padre regresó y, más de 15 años después, no tiene pensado volver a irse. Lo suyo es desmontar y volver a montar el calzado para mejorarlo por medio de una delicada y esmerada reparación.

Detalle de un teléfono antiguo en la zapatería Casa Mancho, en Madrid.Santi Burgos

Lo que hace este zapatero va más allá de una reparación. Con mirar el talón de un cliente él se puede hacer una idea de cómo anda o cuál es la técnica que emplea a la hora de correr. Con esa información visual y un par de preguntas más (cuántos pares de zapatillas tiene y dónde, con qué frecuencia y cuánto sale a correr), recomienda al cliente un ajuste u otro en el calzado. Uno de esos ajustes puede ser un resolado, un cambio de piso o suela, algo en lo que Mancho se ha especializado y que hace de la mano de Vibram. Este fabricante italiano de suelas desde 1937 potencia el oficio de zapatero proveyéndole de material e instando a la gente, sobre todo a los jóvenes, a no desprenderse de sus zapatos antiguos, sino a repararlos, reutilizarlos e incluso personalizarlos. Una propuesta sostenible que se rebela contra la obsolescencia que parece extenderse más allá de los productos tecnológicos.

Durante los más de 15 años que lleva en la zapatería, Mancho ha visto cómo ha evolucionado el negocio y la clientela. Le viene la gente que está acostumbrada a ir al zapatero a arreglar sus zapatos. Gente que lleva usando unos zapatos hace más de 20 años. Zapatos que en el momento de comprarlos fueron caros, pero pasado el tiempo han resultado ser una buena inversión. “¿Durante ese tiempo cuantos pares de zapatos malos se compra la gente?”, pregunta él. Al preguntarle cuánto pueden durar los pisos o suelas nuevas que pone y cuál es el precio, responde que depende del peso, de la forma y de si el cliente alterna un calzado con otro. De hacerlo, le puede durar el doble, porque le da descanso a la piel. Calcula que unos cinco o seis años y un par de semanas de trabajo por su parte. En cuanto al precio, entre los 50 y 85 euros, incluida la mano de obra. Precio que depende de si se trata de un resolado muy técnico o no, si es un piso con cerco y cosido, si hay que cortar, mojar, macetar... “¿Por 85 euros alguien se compra un calzado bueno?”, lanza otra pregunta.

Luis Mancho en el taller de la zapatería Casa Mancho, en Madrid.Santi Burgos

Entre todo el calzado y las herramientas de trabajo que se acumulan en cajas, estantes y el suelo de la zapatería, llaman la atención el montón de pisos o suelas con el octógono amarillo de Vibram, unas deportivas de semibota AirJordan negras, rojas y blancas y unas botas de militar color tierra que sirven tanto para unas maniobras de campo como para ir a esa ciudad efímera y polvorienta de Burning Man que se levanta en el desierto de Nevada. Luis Mancho Del Sol no vive del zapato malo, lo hace del calzado como esa bota de cuero encontrada en la cara norte del Everest. Y si es un par, mejor.

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