Carmen y Miguel, nos hemos ido a la luna

El día después de pedirle la mano a Carmen, Miguel partió a Colombia a hacer un último viaje motero. Los dos se habían tatuado una pequeña luna en el cuerpo. Los dos habían atravesado cuatro años convulsos de relación que, por fin, tenían un horizonte

Carmen y Miguel paseando por las calles de Madrid, volviendo de una exposición en el Museo Thyssen.Mónica Pérez

– Supongo que tú eres Carmen, disculpa si te he mareado estos días. Yo soy Miguel, hemos hablado por teléfono.

– Encantada, no te preocupes, no fue molestia.

A los 27 años, Carmen, ejecutiva de marketing, había vuelto a Madrid después de dos años trabajando en París. A las pocas semanas ya estaba empleada en el sector, y se encontraba esos días, septiembre de 2019, ayudando en la organización de un congreso al...

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– Supongo que tú eres Carmen, disculpa si te he mareado estos días. Yo soy Miguel, hemos hablado por teléfono.

– Encantada, no te preocupes, no fue molestia.

A los 27 años, Carmen, ejecutiva de marketing, había vuelto a Madrid después de dos años trabajando en París. A las pocas semanas ya estaba empleada en el sector, y se encontraba esos días, septiembre de 2019, ayudando en la organización de un congreso al que Miguel, de 44 años, tardó en confirmar su asistencia. Cuando se vieron, se produjo ese diálogo inocente en la superficie, pero con una carga de profundidad que los dos recordaron siempre. “Fue algo que sentimos a la vez”, dice Carmen sentada en una terraza de Madrid.

Hablaron dos o tres veces más. Él la invitó a cenar en su mesa con sus compañeros la última noche del congreso. Cuando acabó, se fueron todos a una discoteca y allí, Carmen decidió irse. “Te acompaño”, le dijo él. La dejó en taxi en su casa. Una despedida amable y afectuosa, sin alardes. Cuando ella subía las escaleras del edificio, lo llamó.

– ¿Pasa algo, Carmen?, dijo él preocupado.

– Sí, pasa algo: que me gustas.

Se quedaron hablando por teléfono hasta que tuvieron que irse a trabajar.

En la primera cita, él la recogió en moto y la llevó por la Sierra. Cuando volvieron a Madrid, dieron un paseo y acabaron sentados en un banco del Palacio Real. Allí se dieron el primer beso.

En la segunda cita, él la llevó a un plan secreto a Segovia, y allí montaron por primera vez en globo aerostático.

Dos semanas después, se fueron juntos a Mallorca. “Hablábamos y hablábamos, viajábamos, era todo como un sueño”, dice Carmen. Pero al volver de la isla, él frenó en seco. La diferencia de edad, el hecho de pertenecer al mismo sector: se asustó. Y de golpe, la relación perfecta de los primeros días se convirtió en un raro lapso de cuatro años en los que nunca pasaban más de dos semanas sin verse o hablar, pero ya sin la intensidad del principio y, desde luego, sin el proyecto de una relación.

“Le daba muchísima importancia a mi carrera, a la circunstancia de nuestro entorno laboral y a la diferencia de edad. Me sacaba 17 años y me decía que encontrase a un treintañero, que eso me daría en el futuro menos problemas”, cuenta Carmen. Pero ocurrió algo, y es que no hubo desgaste, ni menguó el amor ni el interés, y la ansiedad por estar juntos empezaba a devorarlos.

Del mismo modo, Carmen buscaba cómo reconstruir su vida y pasar página: se estaba enamorando de otro. Y Miguel perdió la cabeza, o la ganó. En enero de 2023 llamó a Mónica, la mejor amiga de Carmen, para decirle que Carmen era la mujer de su vida, que no soportaba el vértigo de perderla, y quería declararse. Para siempre, sin distancia, sin falsas relaciones revestidas de amistad.

Días después, los dos quedaron en El Retiro, donde Carmen vio llorar a Miguel por primera vez mientras él sacaba del bolsillo la nota que ella metió en el primer regalo que le hizo cuatro años antes: “Que sigas soñando con lunas y que nunca te falte la luz”. Porque había códigos entre ellos. Uno era el “que sueñes con lunas” que él le había dicho desde la primera noche, y que les llevó a tatuarse una pequeña luna: él en la muñeca, ella detrás de la oreja.

Él siempre le había dicho que le pediría la mano en Nueva York, que Carmen no conocía. Un día le regaló una guía vintage de la ciudad con una nota que decía: “Ojalá algún día podamos ir”. Y el 13 de abril de 2023 la recogió en casa en su moto, y dieron un paseo por las mismas carreteras de la Sierra que la primera vez, cuatro años antes. Cuando llegaron a Madrid, bajaron de la moto y empezaron a pasear. A Carmen la invadió una sensación extraña de déjà vu, como si aquello hubiera pasado ya, como si lo que iba a ocurrir estuviese instalado de alguna manera en un pasado interrumpido. Hasta que llegaron a un banco del Palacio Real, su banco. Y allí él dijo: “Aquí vendremos cuando estemos mal para valorar lo que tenemos, para saber lo que podemos perder si no lo cuidamos”. Sacó un anillo, y le pidió casarse con ella.

Al día siguiente, 14 de abril, Miguel salió a su viaje anual de moteros que en 2022 les llevó a la India y ese año a Colombia. “Será el último”, dijo él. “Más te vale volver sano y salvo”, le escribió ella por WhatsApp el día que se fue: “Disfruta y ten mucho cuidado”. El 18 de abril, Miguel dejó de contestar al móvil. Fueron 10 horas. Carmen, tras llamar a todo el mundo, tuvo un presentimiento trágico. Le envió un mensaje a Mónica, su amiga: “Si contacta contigo, que vuelva cuanto antes, pídeselo tú”, le dijo desesperada. Miguel conectó horas después. Había tormentas en Colombia y problemas de conexión, y además un compañero se había perdido en la ruta y tuvieron que salir a buscarlo. Carmen respiró tranquila. El 19 de abril quedó con sus amigas para invitarlas a cenar y enseñarles el anillo de compromiso. Cuando salió de casa, sonó su móvil: era la hermana de Miguel.

– ¿Estás sola? Llámame cuando estés con alguien.

– No, de ninguna manera, ¿qué pasa?

– Es Miguel. Ha tenido un accidente, ha muerto.

El marcapáginas con la portada en francés de 'On a marché sur la Lune' que Miguel tenía en el libro 'Gente normal', en una foto cedida por Carmen.

Carmen apenas recuerda qué pasó después. Estaba con Nina, un cachorro de perro de agua que le había regalado Miguel. Se le cayó el animal de los brazos y se derrumbó en la calle hasta que llegaron sus amigas a recogerla. En el funeral, los compañeros moteros de Miguel le contaron que su novio estaba radiante y pletórico en el viaje, y por las noches confeccionaba la lista de invitados de la boda.

“Me has enseñado muchísimo, me has querido muchísimo, me has empujado a luchar por mis sueños y creíste en mi desde la primera conversación. A partir de ahora veré la vida diferente: más simple, más efímera y también más maravillosa. Voy a bebérmela como tú me enseñaste: hasta la última gota y siempre sin miedo”, le escribió ella en sus redes sociales.

Cuatro años antes, en aquel primer viaje suyo a Mallorca, Carmen leía Gente normal de Sally Rooney. Los amigos de Miguel le devolvieron a Carmen, entre sus efectos personales, el libro Gente normal, que Carmen no sabía que él había comprado y estaba leyendo. Tenía un marcapáginas grande con la portada en francés de un famoso Tintín: On a marché sur la Lune (Nos hemos ido a la luna).

Hace dos meses, una llamada sobresaltó a Carmen. Era el sacerdote de la parroquia en la que se iban a casar el 13 de julio de 2024 para preguntarle cuántos invitados se esperaban en la iglesia.

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