Ganar dinero por ver vídeos, andar o leer: los peligros de las aplicaciones que monetizan la rutina
El intento frustrado de TikTok de recompensar a los usuarios por interactuar con la red social es un ejemplo de las ‘apps’ enfocadas a monitorizar actividades cotidianas a cambio de pequeñas contraprestaciones económicas. Si no hay un control, pueden causar estrés, ansiedad, angustia y obsesión
A comienzos del mes de abril, TikTok lanzó TikTok Lite, una aplicación con la que buscaba recompensar a los usuarios que interactuaran con la red social a través de un sistema de puntos, canjeables en cheques para gastar en Amazon y otras plataformas. Aunque la app, en fase de prueba en países como España y Francia, estaba destinada a mayores de 18 años, la Comisión Europea no tardó en pedir explicaciones y amenazó con bloquearla si TikTok no daba garantías de que los menores no accedieran ni se convirtiera en adictiva. Solo unas semanas después de comenzar a funcionar, la empresa decidió adelantarse a la decisión de Bruselas y suspender de manera temporal el proyecto. La idea era premiar a los usuarios por iniciar sesión cada día o consumir vídeos de la plataforma, con una retribución máxima de un euro diario. Una peligrosa iniciativa que ilustra cómo la monetización de las actividades cotidianas alcanza niveles próximos a la distopía.
La de TikTok no es la única aplicación que alienta el consumo de contenido de manera descarada. De hecho, casi desde los albores de las redes sociales han existido esta clase de iniciativas, cada vez más perfeccionadas y enfocadas a cubrir todo tipo de rutinas. En YouTube es fácil encontrar multitud de vídeos que clasifican las mejores apps para ganar dinero viendo vídeos, siempre cantidades muy pequeñas, pero tentadoras para los más jóvenes o para quien necesita unos ingresos extra. Lo mismo sucede con las aplicaciones que aseguran pagarte por andar o correr, como WeWard o SweatCoin, por citar algunas de las más populares. Recibir una mínima contraprestación económica por leer libros es el reclamo de Cashzine, en Swagbucks recompensan a los clientes por realizar encuestas y en Rewarded Play buscan atraer a personas para participar en juegos online.
La amplia variedad de apps que monetizan la rutina y las decenas de miles de descargas que muchas aglutinan evidencian la buena acogida que tienen entre los usuarios. Llegados a este punto cabe preguntarse: ¿cuál es la ganancia real de estas herramientas si no hay que pagar una suscripción por utilizarlas y desembolsan dinero a sus usuarios? La respuesta es sencilla. Para acceder a ellas los clientes deben proporcionar sus datos personales, una información que engrosa unas bases de datos cuyo contenido, muchas veces, puede ir a parar a otras compañías.
Desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) advierten de los riesgos de aplicaciones que “te pagan” por realizar cosas sencillas. “En realidad, lo que están obteniendo estas empresas es un beneficio por el uso de los datos del usuario a costa de que este pierda el control sobre el uso que se hace de sus datos personales. Hay que desconfiar de este tipo de iniciativas porque a cambio de una supuesta recompensa el usuario cede sin un consentimiento claro e informado sus datos con los riesgos que esto supone. Esto es aún más grave en el caso de los menores, puesto que no debería permitirse este tipo de cesiones”, expresa Ileana Izverniceanu, directora de comunicación de OCU.
En este sentido, Ivan Portillo, líder de CTI en la compañía especializada en ciberseguridad BeDisruptive y director del máster en Ciberinteligencia de Kschool, señala: “Es esencial que los usuarios estén debidamente informados sobre el uso de sus datos y los beneficios que pueden obtener de esta práctica, especialmente en aplicaciones gratuitas que generan ingresos mediante la monetización de datos”. En estas apps no solo se maneja información de carácter personal, también información muy valiosa relacionada, por ejemplo, con la actividad física, la salud o diferentes hábitos de comportamiento susceptibles de ser compartidos con terceros. Portillo se refiere a “la monetización de datos no personales derivados del comportamiento de los usuarios en las aplicaciones”. Y detalla: “Estos datos pueden incluir preferencias de visualización, actividad física u otros patrones de uso. Es importante destacar que esta práctica no necesariamente compromete la privacidad del usuario, siempre y cuando no se divulguen datos personales sensibles”. Eso no quita la obligación de las empresas de “ser transparentes respecto a qué tipo de datos se recopilan y comparten con terceros para su posterior monetización”, matiza el experto.
¿Cómo funcionan exactamente las aplicaciones que monitorizan ciertos aspectos de nuestra vida? La oferta es extensa, si bien se identifican muchas similitudes en su modo de uso. En líneas generales, se trata de hacer la experiencia lo más sencilla posible, evitando al usuario trabas que puedan desalentarle de terminar el proceso de registro. Una vez proporcionados los datos personales, se suelen ofrecer distintas modalidades de uso y de retribuciones. Por ejemplo, en el caso de WeWard, rastrean cada paso que das y en función de la distancia te proporcionan puntos, a más pasos más puntuación. Además, incluyen un mapa con establecimientos ubicados en la zona por donde camines para encontrar ofertas y promociones, de manera que siempre se debe tener activada la ubicación. Tanto en esta app como en muchas otras, se puede cobrar el dinero directamente o recibirlo en forma de vales de compra para gastar en diferentes tiendas en línea. A veces, te animan a donar el dinero recaudado a diferentes asociaciones. Las cantidades suelen ser mínimas. Cuanto más se use la aplicación, más cuantía se recibirá, esa es una de las maneras de retener al usuario.
Además de la problemática en torno al uso indebido de datos personales, el peligro más directo de esta clase de herramientas es su impacto en la salud mental. En opinión del psicólogo Juan Carlos Arancibia, si no hay un control, podría causarnos estrés, ansiedad, sensaciones de angustia e incluso nos podría llegar a obsesionar. “Vivimos con el móvil en la mano y si a esto le sumas una monetización por hacer cosas que de normal hacemos, se corre el riesgo de engancharse. Por eso, lo importante aquí es no llegar a depender y que esto no interfiera en otras facetas de nuestra vida”, comenta. La Organización Mundial de la Salud recomienda evitar estar más de 120 minutos al día con el móvil, una cifra muy alejada de la realidad. De media, se calcula que cada español pasa más de cinco horas haciendo uso de móviles y ordenador o lo que es lo mismo, un 35% del tiempo que estamos despiertos. Y buena parte de esos minutos se concentran en consultar una y otra vez las aplicaciones de mensajería instantánea y las redes sociales, siendo ambas las que mayor dependencia generan. Esa peligrosa dependencia podría darse igualmente al abusar de las aplicaciones que instan a pasar tiempo con el móvil. “Si no hay control y desarrollamos dependencia, se puede generar una adicción. Por eso es tan importante que seamos conscientes del tiempo que pasamos con estas aplicaciones y analicemos si estamos empleando más tiempo del necesario o si esto nos está quitando momentos vitales importantes”, aconseja Arancibia.
Incluso cuando no están abiertas, estas aplicaciones pueden hacer uso de la ubicación del cliente, una manera más de recopilar datos e información de todo tipo. Ya está más que normalizado su manejo, pero es conveniente ser conscientes de cada paso que se da en el ámbito de internet y saber realmente qué se acepta cuando se accede al rastreo de gustos e intereses. Y es que, incluso al compartir el detalle más irrelevante y cotidiano, uno puede estar abriendo la puerta de casa a potenciales desconocidos.