Más allá de la reproducción y el placer, ¿es el sexo más transcendente de lo que pensamos?
Las culturas antiguas consideraban que las relaciones sexuales cumplían funciones más elevadas y estaban intrínsecamente ligadas con la espiritualidad. Con el tiempo, fueron perdiendo su poder como vehículo de crecimiento personal y conexión con el otro que muchos hoy quieren recuperar
El sexo hace ya tiempo que se ha desligado de su función meramente reproductora. De hecho, cada vez más parejas (incluso jóvenes) necesitan un poco de ayuda para tener descendencia. Podríamos decir que, hoy en día, la relación sexual se centra en la satisfacción y la ...
El sexo hace ya tiempo que se ha desligado de su función meramente reproductora. De hecho, cada vez más parejas (incluso jóvenes) necesitan un poco de ayuda para tener descendencia. Podríamos decir que, hoy en día, la relación sexual se centra en la satisfacción y la búsqueda de placer. Aunque no sabemos si será por mucho tiempo, ya que los robots sexuales y el sextech, la alta tecnología aplicada al sexo, prometen un futuro próximo de orgasmos casi instantáneos. Eso sí, asépticos y solitarios.
Muchos se preguntan ya si el sexo analógico (es decir, cara a cara y entre personas) seguirá existiendo cuando dos de sus funciones fundamentales, la reproducción y el placer, queden solucionadas de forma más rápida y funcional. Otros, sin embargo, piensan que la principal función de la sexualidad no es ninguna de las dos anteriores, sino la que las civilizaciones antiguas le concedieron desde el principio de la humanidad, cuando sexo y espiritualidad estaban intrínsecamente ligados. Y aquí hay que hacer una aclaración para que muchos no salgan corriendo como alma que lleva el diablo. Cuando en este artículo se hable de espiritualidad, se hará referencia a la parte no material del ser humano (llámese espíritu o psicología) y no a las religiones y sus enseñanzas.
“Como nuestra cultura trata con demasiada frecuencia el sexo como algo prosaico y profano, puede resultar difícil imaginar que, en un tiempo, muchas civilizaciones lo acercaron a lo sagrado. Estas creencias primitivas han sobrevivido en muchas filosofías, como el tantra o el taoísmo”, cuenta La biblia del sexo sagrado, de Cassandra Lorius (Gaia Ediciones), un libro que profundiza en la conexión entre sexo y espiritualidad en Oriente y Occidente. “Nuestras ideas sobre religión y sexualidad”, continúa esta obra, “reflejan el tipo de sociedad en la que vivimos, en la que durante miles de años la mayoría de las personas han tendido a canalizar cualquier cosa que pudiera considerarse espiritual hacia las formas de expresión religiosa establecidas. Pero las tradiciones místicas de todos los tiempos han enfatizado la experiencia personal, y particularmente el encuentro sexual, como puerta a una relación con lo divino. Una vez quedaron establecidas las jerarquías religiosas, estas tendieron a reprimir la diferencia o la disensión en su necesidad de consolidar su poder y de convertirse en la única vía aceptada de comunicación con lo sagrado”.
Cuando hablamos de la dimensión trascendental del sexo, la mayor parte de la gente piensa automáticamente en el tantra, pero esa característica de la sexualidad ha estado presente en numerosas culturas. Inanna, una de las primeras grandes diosas conocidas, que se remonta al año 3.000 antes de Cristo y que procede de la antigua Sumeria, disfrutaba mucho del sexo y por eso se hacían ritos sexuales en su honor. Como cuenta el libro de Lorius, en muchas fiestas paganas (como Los Mayos) se hacían ritos de fertilidad y es muy probable que incluyeran prácticas sexuales que pretendían asegurar el éxito de las cosechas. “El propio principio de Eros, según cree el analista junguiano Julián David, parece haber sido un principio rector de muchas comunidades antiguas, que valoraban la necesidad de interdependencia y el papel de unir los opuestos. Eros tenía una definición más amplia y holística que la actual, de amor sexual, y abarcaba la creatividad y la conexión”, apunta Lorius.
“La relación sexual es la relación más holística que existe con otra persona, ya que no solo los cuerpos están en contacto, sino las mentes y las energías”, señala Munindra, profesor de yoga, autor del blog Crazyyogi y experto en tantra. “Si el tantra o el taoísmo interesan a cada vez a más gente es porque hay una intuición de que existe algo más en el sexo aparte de pasar un buen rato, y porque la sexualidad en Occidente ha sido siempre bastante pobre, a pesar de la revolución sexual. Claro que esto no debe verse como una tarea porque, si no, estaríamos intelectualizando todavía más el sexo y el tantra lo ve como un juego. No se trata de tener un trabajo más que hacer, sino de estar más atento y aplicar algunas técnicas”, afirma Munindra.
La sexualidad tiene efectos beneficiosos a nivel físico y psicológico, pero dirigida de cierta manera puede llegar a proporcionar vivencias más intensas. “Son experiencias de un mayor nivel de conciencia, parecidas a las que pueden tener meditadores profesionales o gente que investiga con las drogas”, señala el experto. “La sexualidad puede ser también un vehículo muy poderoso de crecimiento personal. Trabajando esa energía se puede dirigir hacia la creatividad artística o para recrearse a uno mismo, como el mito del ave fénix, que renace de sus cenizas. Lo que sabemos del sexo es lo básico, el nivel animal, y la tendencia que marcan los últimos tiempos es que cada vez sepamos menos y prime la cantidad sobre la calidad”.
La auténtica revolución sexual, todavía pendiente
“Hay muchas tradiciones que apuntan a que la práctica erótica tiene una serie de connotaciones que permiten una forma de comunicación con algo fuera del sujeto”, señala Bruno Martínez, diplomado en Ciencias Religiosas, máster en Historia de las religiones, sexólogo e integrante del gabinete Escuela Sexológica en Madrid, especializado en sexualidades no normativas. Los antiguos eran muy conscientes de este aspecto de la sexualidad, pero, según Martínez, “a partir de San Agustín la cosa cambia. Él es el que mejor inculca el concepto de pecado en relación con el sexo, porque incluso el hombre casado está a un paso de cometer alguna falta. El hombre bueno es el célibe, aunque luego sexualidad y espiritualidad se juntan en los místicos, que tantas opiniones contrarias y problemas generaron a la Iglesia católica”.
“Esa salida de uno mismo, aunque solo sea por unos breves segundos, que se produce durante el orgasmo (que los franceses apodaron la petite morte ―la pequeña muerte―); esa capacidad de transcender, al mismo tiempo que nos sentimos muy unidos al otro, es lo que nos acerca a otra dimensión y puede ser un potente vehículo de conocimiento y crecimiento personal”, señala Martínez. “El problema está en que vivimos en un mundo muy utilitarista. Fíjate que lo que la mayoría de la gente conoce del tantra, que es toda una filosofía, se ha reducido a una pequeña técnica para retrasar la eyaculación y obtener más placer, pero el tantra es mucho más”.
En un mundo de coitos fugaces, relaciones líquidas de Bauman y egocentrismo, los encuentros sexuales han perdido este enorme poder y se han reducido a simples momentos de placer. Como dice Martínez, “más que de relaciones habría que hablar de masturbación a dúo, porque la conexión ha desaparecido”. “Lo que, por otro lado, ha hecho que los problemas y dificultades sexuales hayan aumentado, pues el sexo ya no es el juego que debería ser, sino que se ha convertido en un deporte de competición. Necesitaríamos una ética del encuentro que nos enseñara a dejar de vivir el momento erótico como meros instrumentos para nuestro placer y tener una intimidad más profunda”, asegura.
Albert Einstein definió el sexo como la energía más poderosa del universo, pero en tiempos de empoderamiento parece haber perdido su verdadera fuerza. “Hay que sacar el placer del sexo para poder analizar y entender bien el sexo”, señala Miguel Vagalume, sexólogo que trabaja con Bruno Martínez en el mismo gabinete, además de formar parte del grupo Golfxs con Principios, una plataforma que promueve la visión positiva del sexo no convencional, como poliamor, swinger o BDSM. Él cree que la revolución sexual está todavía pendiente: “Lo que vivimos en los setenta no fue otra cosa que incrementar el número de relaciones sexuales, follar más, pero con la misma filosofía utilitarista. Para el verdadero cambio deberíamos replantearnos la visión distorsionada que tenemos de lo que es el sexo (no saber más, sino saber mejor), entender que la sexualidad engloba muchas más cosas que el encuentro con el otro, otra u otros; y empezar a practicar un simple ejercicio en nuestros encuentros eróticos: estar presentes”.
Para Gloria Arancibia, sexóloga y psicóloga con consulta en Madrid, la sexualidad, independientemente de que haya personas que eligen disfrutarla o no usarla, es una dimensión esencial del ser humano. “El sexo bien vivido nos proporciona libertad, conocimiento, nos hace más valientes y capaces para afrontar los retos de la vida. Sin contar con que en el momento del orgasmo pueden vivirse experiencias trascendentes”, comenta.
Siempre he pensado que si el sexo ha provocado tantas prohibiciones, censura y crímenes a lo largo de la historia es porque encierra algo gordo. Si no, Facebook no se molestaría tanto en censurar inocentes pezones, estatuillas de Venus prehistóricas u obras de arte reconocidas confundiéndolas con pornografía.