Los 12 patios del palacio de Viana en Córdoba: una muñeca rusa llena de plantas
El jardinero responsable del cuidado del recinto andaluz cuenta los secretos de un jardín con siglos de historia, plantas centenarias y extraños ejemplares
El patio es una de las mejores expresiones de la jardinería en España. De herencia romana y árabe, solo hay que dar un paseo de unos pocos metros por Córdoba para comprobar la vigencia de un modelo constructivo con siglos de tradición a cuestas. Si hemos visitado esta ciudad andaluza, una de las imágenes que puede que nos venga a la memoria es la de los patios de Viana, que adornan el palacio homónimo. Como los brillantes de una p...
El patio es una de las mejores expresiones de la jardinería en España. De herencia romana y árabe, solo hay que dar un paseo de unos pocos metros por Córdoba para comprobar la vigencia de un modelo constructivo con siglos de tradición a cuestas. Si hemos visitado esta ciudad andaluza, una de las imágenes que puede que nos venga a la memoria es la de los patios de Viana, que adornan el palacio homónimo. Como los brillantes de una pulsera o las guindas de un pastel, ornamentan y estructuran la construcción palaciega.
Hasta tal punto los patios son importantes que roban la popularidad a los edificios que los articulan. “Es un orgullo, una satisfacción y una responsabilidad conservar uno de los conjuntos botánicos más importantes de la ciudad”, comenta Manuel Calvo, jardinero responsable del cuidado de Viana desde hace más de una década. Él es la tercera generación de jardineros en su familia, y eso se aprecia en cada una de las frases que comparte, donde se siente que este espacio es parte de su vida.
Para quien nunca haya estado aquí, ha de imaginarse los 12 patios del palacio de Viana como una muñeca matrioska: se entra en uno que lleva a otro, y este segundo lleva a un tercero, por cuya ventana a través de un muro se ve un cuarto. Esta promesa de que siempre hay uno más nos hace sentir como niños descubriendo una caja de bombones llena de sabores diferentes. Aquí las plantas no se comen, pero se sienten y se huelen. “Uno de mis rincones favoritos es una escalerita que da acceso al patio de la Madama. A un lado está la dama de noche (Cestrum nocturnum) y al otro, el jazmín (Jasminum officinale). El aroma que hay allí al anochecer en el verano, cuando hacemos algún concierto o cualquier otro espectáculo, es increíble”. Quien así lo describe es Avelino Cazallo, director de difusión del palacio.
Todos estos patios se fueron construyendo a lo largo de los siglos, “desde el XV hasta el XX”, detalla Calvo. Este jardinero no puede elegir solamente un rincón, pero sí tiene claro su cariño por la encina (Quercus ilex). Tiene alrededor de 400 años de vida, y vegeta en un jardín con un trazado de inspiración francesa: “Es la especie botánica más importante del palacio”, asegura, “una antigua habitante de la huerta que había aquí con anterioridad al jardín”.
Una de las especies más impactantes que podemos encontrar no tiene un gran tamaño. Es la centaurea croata (Centaurea ragusina), una planta que proviene de los acantilados de la zona de Croacia. Calvo relata cómo llegó esta especie al palacio: “Fue un regalo que le hicieron personalmente a José Saavedra y Salamanca (1870-1927), II marqués de Viana, desde Croacia. Mucha gente pide esquejes de esta planta”, continúa Calvo, “y ahora puede haber algunas en las macetas que tengan más de 20 años.
Está tan asociada a estos jardines que directamente se la llama centaurea de Viana”. Es una planta excepcional en cultivo, tanto en maceta como en tierra. Es otra de esas especies resistentes a la negligencia de su cuidador, y una vez que sus raíces se establecen es feliz con lo que le echen, siempre y cuando se la cultive al sol. Si tiene agua, bien, pero si no la tiene y ha de pasar sed, también le irá bien. Las centaureas de Viana, tan fotografiadas, se encuentran en el famosísimo patio de las Rejas, con sus tres ventanales enrejados abiertos a la calle, para que todo aquel transeúnte que pasara por allí pueda contemplar el poderío de la familia. Sus cítricos, cultivados en espaldera —naranjos dulces (Citrus sinensis), naranjos amargos (Citrus x aurantium) y bergamota (Citrus bergamia)—, recubren sus paredes.
En el otro extremo del complejo se encuentra el patio de los Gatos, cuyo origen se remonta al siglo XV. Servía como espacio común para varias de las casas, y en él se localizan todavía el pozo que les surtía de agua o la pila de lavar. Su peculiaridad jardinera son sus muros cubiertos por macetas de gitanilla (Pelargonium peltatum), el popular geranio colgante.
No se puede visitar Viana sin conocer la historia de sus cinerarias híbridas de flor (Senecio cruentus). Esta planta luce durante los meses de marzo y abril unas margaritas de colores rosados, fucsias, violetas o blanquecinos. Sofía Amelia de Lancaster y Bleck (1904-1982), la III marquesa de Viana, sentía pasión por esta flor. “Mandó construir el invernadero”, cuenta Calvo, “para conseguir cultivar unas cinerarias más bonitas aún que Ángela Romero de Torres, la hermana del pintor. Así podía presumir de tener las mejores flores en Semana Santa”.
Calvo se refiere con cariño a cómo llegaron a él las semillas de cineraria cuando entró a trabajar en Viana: “Cuando el anterior jardinero, Benito Zamora, se jubiló, me pasó las semillas de cineraria que guardaba; igual que haré yo en su día al siguiente que venga. Porque aquí recogemos la semilla de las propias plantas que cultivamos, desde hace al menos un siglo”. La tradición no se pierde en Viana, ojalá que por muchos años más, para asombro de cualquier persona que lo visite y quiera sentirse en otra época y vivir lo mejor de los patios cordobeses.