Coleccionistas de cactus: “He llegado a tener 600, ahora en mi ático andaré por 350″
Son tantos los géneros, las formas y colores de estas plantas suculentas que sus amantes se esmeran en buscar la más rara y bella. Existe incluso un mercado negro para hacerse con la más peculiar
Para Loli Sanchís todo empezó hace 30 años en un banco del Jardín Botánico de Valencia. Conocía las prácticas y trucos de los árboles y arbustos, pero los cactus no le llamaban especialmente la atención. Hasta que dos señores que le triplicaban la edad la invitaron a unirse a un grupo que más tarde se haría asociación (ACYS, Asociación de Cactus y Suculentas) y ella no supo bien cómo declinar la propuesta. “Me di cuenta de que los cactus son los grandes desconocidos de la botánica”, cuenta. Ahora su obsesión por estas plantas crasas n...
Para Loli Sanchís todo empezó hace 30 años en un banco del Jardín Botánico de Valencia. Conocía las prácticas y trucos de los árboles y arbustos, pero los cactus no le llamaban especialmente la atención. Hasta que dos señores que le triplicaban la edad la invitaron a unirse a un grupo que más tarde se haría asociación (ACYS, Asociación de Cactus y Suculentas) y ella no supo bien cómo declinar la propuesta. “Me di cuenta de que los cactus son los grandes desconocidos de la botánica”, cuenta. Ahora su obsesión por estas plantas crasas no tiene palanca de freno: “He llegado a tener 600 cactus. Ahora en mi ático de Valencia andaré por 350”. De su colección cuenta que no todos son verdes: “Tengo algunos naranjas, marrones, e incluso de tres colores. Hay cactus que florecen, con flores de 34 centímetros. No todos pinchan y cuido algunos con plumas”.
Son tantos los géneros, las rarezas, las peculiaridades y las formas y colores que una vez que se descubren sucede un efecto cromo en el que se busca la planta más rara, bella y peculiar. “Fui leyendo libros como Cactus con corazón, de Mercedes García; The New Cactus, de David Hunt, o Taxonomía de las cactáceas, de Joël Lodé, y comprando cada vez más”, explica Sanchís. La mujer cuenta que en las floristerías suele haber cuatro o cinco géneros de cactus, siempre los mismos, pero que los coleccionistas buscan “cosas singulares” como pueden ser los copiapoa, hildewintera, lobivia, turbinicarpus, ariocarpus o gymnocalycium. Para ellos, existen viveros especializados como Agroideas, Cactusloft, Succulovers, Serrano o Astrophytumbland.
Una de las múltiples actividades que organizan ACYS o CACSUMA (Asociación de Cactus y Suculentas de Madrid) es pasar el día con otros amantes de los cactus, visitar viveros, intercambiar conocimientos y esquejes, así como irse a comer juntos y hacer comunidad.
Cada vez que el padre de Marcos Ferrández ingresaba dinero en la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, hace 40 años, el banco le regalaba un cajón lleno de cactus: “Podrían haber regalado sartenes, pero a mi casa llegaban cactus y todo empezó ahí. Yo tenía unos 10 años. Un vecino me dijo que se regaban poco, en invierno cero y que lo que necesitaban era tierra volcánica”. Asegura que la tierra volcánica no retiene humedad, es porosa y la mezcla del sustrato se airea y se seca rápido. “Uno de los trucos es que, cuando riegues, la humedad no dure mucho en la maceta porque se pueden pudrir por exceso de humedad. Su hábitat natural son ambientes muy secos”, detalla.
Ferrández trabaja en un Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Santa Faz (Alicante) y en 2006 recibió una llamada que le hizo uno de los regalos (y a la vez desafíos) “más grandes de la vida”. “Se produjo un decomiso. Llegaron al aeropuerto de Elche-Alicante seis maletas procedentes de México repletas de especies de cactus protegidas para venderlas ilegalmente”, recuerda. La Guardia Civil llamó al centro preguntando si alguien entendía de “unas plantas que parecían piñas” y si se podían depositar en el centro temporalmente. Él se personó en el aeropuerto y sorpresa la suya cuando, al desenvolver los paquetes, encontró más de 690 cactus raros, algunos valorados en 3.000 euros. “Eran todos CITES 1″, dice. La CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) es un acuerdo internacional concertado entre los gobiernos, del que España forma parte desde 1986. Las especies CITES 1 son aquellas que están en peligro de extinción y se prohíbe el comercio internacional de especímenes de esas especies, salvo cuando la importación es para la investigación científica, por ejemplo.
“En el mundo del coleccionismo hay gente muy sana, pero otra quiere tener sí o sí ciertas plantas ya muy crecidas, como los ariocarpus o los aztekium o turbinicarpus, que están muy de moda”, asegura. Los cactus son plantas de crecimiento muy, muy lento. “He germinado alguna y en cinco años tienen el tamaño de una moneda de un céntimo”, con lo que Ferrández calculó que en las maletas mexicanas había género de más de 500 años. “Por ejemplo, los lithops, unas plantas que parecen piedras, se pueden comprar, pero solo si han nacido de semilla”, con lo que tendrán un tamaño pequeño. “De cactus y suculentas hay mucho mercado negro. Hay nueva demanda en China y en Corea y se están produciendo verdaderos desastres en el hábitat”.
Ocho años después de cuidarlos en su lugar de trabajo, por obras en el espacio, Ferrández tuvo que mover la colección mexicana a su casa. “Me los llevé en depósito, con la condición de que los cuidaba, pero en cuanto se les encontrara una ubicación adecuada los tenía que devolver. Cada vez que se moría uno tenía que rellenar papeles y más papeles y dar parte”, cuenta. En 2021, los CITES 1 fueron de su casa en Murcia a su hogar actual: el Jardín Botánico de Alcalá de Henares. “Cuando se los llevaron fue una sensación agridulce. Los echo de menos, pero me he quitado una grandísima responsabilidad porque son especies muy delicadas retiradas de su hábitat. Cada vez que se moría uno lo pasaba fatal”, cuenta.
El micólogo Juan Carlos Campos es presidente de CACSUMA y está intentando catalogar sus más de 1.500 plantas suculentas, entre ellas la amenazada uebelmannia pectinifera. “Me regalaron un cactus, me fui a la mili y al volver estaba allí perfecto. No tuve más remedio que obsesionarme con ellos”, dice. En principio a su mujer no le interesaba su afición, pero, cuenta entre risas, “acabó asumiendo aquello de ‘si no puedes vencerle únete a él’. Ahora está enganchadísima. Es una friki como yo”. La especialidad de la colección de Juan Carlos Campos son las euphorbias. Cuenta que los cactus son plantas suculentas: “Las suculentas fabrican hojas o tallos gruesos donde acumulan el agua para poder sobrevivir. Los cactus lo son, pero no todas las suculentas son cactus, como es el caso del aloe vera”.
De CACSUMA forma parte también Ricardo Martín, que tiene un cactuario espectacular en el hotel rural Casa Melones en Patones (Madrid), o Antonio Alfaro, que no solo ha abarrotado de cactus sus dos balcones, también ha conquistado los parterres de la calle Santa Isabel de la capital. “Le digo a la gente que si me diera cinco céntimos por cada foto que me echan, ya tendría todo el barrio de Lavapiés plantado”, calcula Alfaro riendo. “Yo abarco mucho y aprieto poco. Prefiero plantar por todo el barrio que coleccionar rarezas”. En Esta no es una Plaza, en el número 27 de la calle del Doctor Fourquet, Antonio Alfaro ha plantado ya unos 300 o 400 cactus. “Tenemos ya más cactus que el Botánico. Ahora mismo los cactus están achicharrados y están todos en la gloria”, dice riendo.