¿Por qué mi planta no florece?
Falta de luz, de agua o una nutrición inadecuada son las causas principales de la ausencia de flores. Todo tiene solución
El proceso de la floración para una planta es un momento extenuante. Ha de concentrar toda su energía en producir unos órganos que, si todo va bien, asegurarán al individuo propagar su carga genética. Para conseguir ese fin, las plantas elaboran sus flores. Una vez fecundadas, generarán las semillas, un prodigio más de la naturaleza.
En jardinería buscamos con ahínco ese momento mágico en el que las plantas se cubren con los colores y los aromas de las flores. Cuando esto no ocurre, el nerviosismo hace presa de la persona que las cuida: “Veamos, el año pasado comenzó a florecer en la se...
El proceso de la floración para una planta es un momento extenuante. Ha de concentrar toda su energía en producir unos órganos que, si todo va bien, asegurarán al individuo propagar su carga genética. Para conseguir ese fin, las plantas elaboran sus flores. Una vez fecundadas, generarán las semillas, un prodigio más de la naturaleza.
En jardinería buscamos con ahínco ese momento mágico en el que las plantas se cubren con los colores y los aromas de las flores. Cuando esto no ocurre, el nerviosismo hace presa de la persona que las cuida: “Veamos, el año pasado comenzó a florecer en la segunda semana de junio. Estamos en julio, ¿qué he hecho mal?” Porque, indefectiblemente, solemos pensar que hemos cometido algún error en su cultivo, en un momento de autoinculpación jardinera.
Con algo tan complejo como el cuidado de un ser vivo, varias pueden ser las causas para que las plantas que criamos no nos florezcan de forma apropiada. Podemos cultivar varios ejemplares de una especie, pero en distintas variedades. Pues bien, una de ellas puede ser más exquisita que las otras y no florecer tan profusamente, o incluso no hacerlo. Eso es lo que le ocurre a Menchu García, que en su piso de Madrid tiene dos plumas de Santa Teresa o cactus orquídea (’Epiphyllum var’): “Son dos plantas, una al lado de la otra. Mientras que una da flores rosas todos los años en el mes de noviembre, la otra solo me echó una flor, de color naranja, hace ya cuatro años. Tiene muchísimas hojas, pero flor, ninguna”. Si ambas tienen el mismo tipo de cultivo, la genética hace acto de presencia aquí, y quizás sería bueno variar los parámetros de la planta más perezosa, procurándole mayor cantidad de luz, por ejemplo. En muchas ocasiones es una iluminación baja la responsable de la falta de flores. Simplemente, cambiando el emplazamiento de la planta potenciamos ese proceso. A Antonio García, administrativo gallego, su bandera blanca (’Spathiphyllum wallisii’) le comenzó a florecer de nuevo cuando la aproximó a la puerta de su balcón: “Después de un año sin una triste flor, fue cambiarla al pie de la cristalera y empezó a llenarse de sus brácteas blancas al cabo de un mes”.
En otras ocasiones, la ausencia de flores puede deberse a una nutrición inadecuada. Sí, las plantas también han de tener una dieta equilibrada y contar con todas sus necesidades cubiertas. Aunque Pilar Cortés, editora de libros y ferviente cultivadora, cuenta con un magnífico granado enano (’Punica granatum’ o ‘Nana’), este se resiste a florecer como debiera. “Este año echó una sola flor, que me llenó de alegría. Pero a los pocos días se cayó y no ha vuelto a dar ninguna más. Lo abono todos los años en octubre y en febrero”, pero parece que no es suficiente. Debemos repasar que todos los parámetros sean apropiados antes de emitir un posible veredicto que cambie nuestro cultivo. Pilar Cortés enumera que “el agua es la correcta, el arbolito tiene muchas hojas, y le da el sol directo durante varias horas, por la tarde”. Así que parece que ha de aumentar la dosis de abonado o cambiar a otro que tenga una mayor riqueza de alguno de sus elementos, una práctica muy habitual en jardinería, para que las plantas puedan orquestar de forma conveniente sus órganos reproductores. Mar Alonso, especialista en sanidad vegetal y que desempeña su trabajo en Semillas y Plantas Escolar, recomienda con fervor la aplicación “de abonos orgánicos”: “Si queremos fomentar la floración, hemos de conseguir uno que tenga una mayor riqueza de fósforo y potasio, ya que ambos están implicados en una mayor producción de flores. Asimismo, es conveniente añadir en el cultivo algún otro estimulante de los procesos vegetales, como el humus de lombriz o los extractos de algas. Van a propiciar el crecimiento de la raíz, además de aportar micronutrientes. En el caso de las algas, también incorporan fitohormonas. Entre uno y otro, la floración se va a ver beneficiada”.
Por supuesto, hemos de tener en cuenta el agua. Hay plantas que, como los lilos (’Syringa vulgaris’) o los durillos (’Viburnum tinus’) forman las yemas de flor ahora, al comienzo del verano. Si no cuentan con agua suficiente no podrán producirlas, y no florecerán en la primavera siguiente. En cambio, otras veces hay que forzar el descanso de las plantas, dejando de regarlas en algún momento del año. Esto ocurre con plantas como ciertas suculentas (cactus y otras allegadas), o las clivias (’Clivia miniata’) y los mal llamados amarilis (’Hippeastrum var’.). A casi todas ellas les beneficia cortar por completo el riego en los meses de invierno y dejar que el sustrato se quede seco durante semanas, estimulando su floración posterior cuando se las vuelva regar cuando suban las temperaturas.
Una poda mal aplicada o más frío o calor del que desearían pueden provocar que nuestras plantas no nos florezcan. Lo indispensable, como siempre, es conocer a fondo la especie que cuidamos y documentarse. Solo así estaremos seguros de disfrutar por completo de nuestras compañeras vegetales.