‘El universo’

La ilustradora Sara Lozano, cuya madre es enfermera, confía en que los sanitarios reciban el agradecimiento que merecen a través de la empatía de los ciudadanos

Decir gracias, sin decir gracias, requiere ingenio. Sara Lozano Bárez, ilustradora que usa su segundo apellido como nombre profesional, le dio algunas vueltas. “Si haces algo bueno por los demás, el universo te lo acaba devolviendo”, expresó. Así, su diseño del Oso y el Madroño, uno de los ganadores del concurso ¡Muchas Gracias, Madrid!, condensa en el símbolo de la ciudad un agradecimiento y una esperanza.

Lozano (32 años) es natural de Salamanca, pero vive en Madrid. En el tiempo que su diseño ha estado expuesto en Matadero ha ido a visitarlo varias veces acompañando a familiares. “Es bonito verlo allí, ver tu nombre en una placa y ver las reacciones de la gente, los niños comentándolo”, comparte.

Fue su padre el que le mostró en EL PAÍS una noticia sobre el concurso: “Me gustó mucho la idea porque mi madre trabajó en la pandemia como sanitaria y lo vivió muy de cerca, así que estaba muy agradecida y era una forma de compartir eso y poner mi granito de arena”.

Concretar un sentimiento como el de agradecimiento en un diseño se le planteó complejo. A su cabeza acudían mascarillas y aplausos, pero desechó esas ideas. Optó por un gracias mucho más grande y espiritual, el que devuelve el universo cuando uno siembra buenas acciones.

Se lo enseñó a su madre, Carmen, enfermera en Salamanca y “le encantó”. La ganadora explica que “lo pasó muy mal en su día y está agradecida por todos los gestos que se les hace a los sanitarios”, desde salir a aplaudir a los balcones a organizar un concurso como este.

Sara Lozano junto a su madre Carmen Barez, enfermera.

Lozano cuenta que en los primeros meses de pandemia “la incertidumbre y el miedo” inicial fueron muchos, especialmente con su madre trabajando en primera línea. “No sabías si le podía pasar algo o no, pero por suerte todo fue bien para ella”, resuelve. No obstante, señala que la pandemia ha cambiado su vida y la de muchos, pues el miedo al contagio rige las relaciones sociales. A pesar de ello, alberga una esperanza para cuando termine: “Espero que la empatía sea mayor, que nos cuidemos y hagamos más cosas por los demás y que seamos responsables de nuestros actos, porque hemos visto que influyen en los de los demás”.

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