Ir al contenido

Amurallar los barrios

Un alegato (poco razonable) para proteger la Alameda de Osuna del virus madrileño

Voy a hacer una cosa fea, feísima que no se debería hacer: ponerme en contra de Jane Jacobs. Pero será solo por diversión y no por convicción. La urbanista explicaba en su biblia ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Voy a hacer una cosa fea, feísima que no se debería hacer: ponerme en contra de Jane Jacobs. Pero será solo por diversión y no por convicción. La urbanista explicaba en su biblia Muerte y vida de las ciudades que “el ideal de pensar el barrio como una isla replegada sobre sí misma y autosuficiente, según el modelo de los pueblos” era un error garrafal.

Entiendo cuando Jacobs defiende la necesidad de que exista una bidireccionalidad entre ciudad y distritos, de que los barrios sean parte activa del gran núcleo central y que los epicentros no dejen abandonadas a las periferias. Pero -perdón, Jane- a veces pienso que, para que el virus de la turistificación, la gentrificación y el Madrid del parque de atracciones no se extienda más, deberíamos amurallar los barrios, proclamar su independencia y empezar la fortificación con el mío: la Alameda de Osuna.

Los madrileños sabemos que ser madrileño es ser de barrio y ser de barrio es “salir por Madrid” cuando quieres decir que vas a ir al centro. Que ser de Madrid es, en realidad, ser barrionalista. Yo, aunque ya no viva allí, soy de la Alameda. De la Alameda de toda la vida. De la Vía, la Churre, el Joe, del castillo, la Calabaza, del kiosko de Pepe, del conservatorio y del Capricho. He sido fan de todas las bandas de música que lista Leiva en Barrio (aunque me falten Le Punk) y guardo en mi memoria todas las columnas en las que Juan José Millás saca la Alameda a relucir. Me he emocionado al ver las antiguas vías del tren en el documental Hasta que me quede sin voz. Mis mejores amigas son de allí. Mi primer gran amor fue, claro, batería de un grupo de música.

El distrito 21 –como tantos otros distritos- no le interesan demasiado al alcalde porque no tienen nada que ofrecerle al turista y al nómada digital más allá de unos parques increíbles, un carril bici estupendo y una riqueza cultural y musical que ya querría Madrid. Y esto me pone contenta. La Alameda resiste ante la invasión de los cafés de especialidad porque no hay quien le quite el monopolio de la meriendilla a La 28.

Desde Usera veo cómo la mancha negra, putrefacta y llena de publicidad se extiende por la ciudad como un bicho descontrolado: desahuciando a las vecinas, transformando los locales, haciendo que ir en metro todos los días se convierta en una experiencia absolutamente asfixiante.

Hoy, por diversión y no por convicción, pienso en cómo sería amurallar los barrios para protegerlos del virus. Proteger Vallecas, Tetuán y Usera. Encapsular mi barrio y mis recuerdos por si algún día quiero volver, que no haya cambiado. Que no trepe ni un soldado, ni un gato.

Sobre la firma

Más información

Archivado En