Desde un gimnasio a un templo del bienestar: varias formas de mover el cuerpo (y el alma) en Madrid
Sessions, Casa Kavi y Asana Groove son tres estudios que ofrecen una innovadora forma de moverse
El otoño se instala en Madrid, pero la energía no decae. Este fin de semana llega con ganas de dar vida al cuerpo: más allá del gimnasio clásico, la ciudad se llena de propuestas que entienden el movimiento como herramienta de conexión, expresión y disfrute.
Desde un estudio de indoor cycling con alma de club en el barrio de Salamanca, hasta un refugio de calma y transformación personal en Chamberí, pasando por una escuela de yoga nacida en Nueva York que se ha ganado al público madrileño por su mezcla de técnica y autenticidad. Tres espacios, tres estilos, una misma idea: una experiencia sensorial, consciente y, por qué no, un planazo para el fin de semana.
Un gimnasio donde sudar con flow
Hay quien va al gimnasio a sufrir. Y luego están quienes prefieren hacerlo entre luces, playlists curradas y olor a eucalipto. En el barrio de Salamanca, Sessions (Calle de Francisca Moreno, 3) ha traído a Madrid el concepto de los estudios boutique neoyorquinos: clases de spinning con estética de club y vocación de ritual. “Queríamos crear un espacio donde el fitness no fuera rutina, sino experiencia”, explica María Cauduro, fundadora de Sessions. La música guía cada sesión, no como acompañamiento, sino como motor, y la atmósfera inmersiva lo cambia todo: oscuridad, sonido envolvente, luz dirigida y una coreografía marcada por el beat.
Sessions no es un gimnasio al uso. Tampoco es solo spinning. “La gente entiende que entra a algo completamente distinto”, dice Cauduro. Aquí se entrena, sí, pero también se baila, se grita, se suda con ganas y se sale con una sonrisa que huele al perfume exclusivo del estudio. Las clases más demandadas son los theme rides, sesiones temáticas con coreografías especiales y bandas sonoras que no dejan indiferente.
¿Lo mejor? Puedes salir de aquí y tomarte un brunch sin sentirte fuera de lugar. “Sessions no es solo deporte, es un estilo de vida”, defiende Cauduro. De hecho, muchos de sus clientes combinan la visita con exposiciones cercanas o planes de fin de semana. Eso sí: hay que reservar. Una clase son 20 euros.
Un estudio para moverse por fuera y volver a casa por dentro
Un bazar chino abandonado de Chamberí ha renacido como templo del bienestar. Se llama Casa Kavi (Calle de Alburquerque, 14) y detrás hay una pareja de emprendedores: la argentino-alemana Kathi Rüd y el británico Alexander Chilvers, que han convertido 236 metros cuadrados en un refugio de calma. “Nuestro trabajo es ofrecer herramientas para reconectar con tu sabiduría interior”, resume Rüd. Desde el yoga al canto, pasando por el movimiento funcional, la meditación o los hipopresivos, aquí todo gira en torno a un mismo eje: usar el cuerpo para llegar a la conciencia.
El local se divide en tres salas: Asana, para la práctica física; Moksha, íntima y meditativa; y Yuj, la de bienvenida. También hay un bar con café, matcha y comida consciente para cerrar el círculo. En su programación conviven sesiones de kundalini con danza libre, chi-kung o talleres de bienestar corporativo. El objetivo: moverse diferente para vivir diferente. Y, como dice su fundadora, “volver a tu centro, desde el cuerpo”. La clase de prueba son 15 euros.
Jivamukti con vistas y flow neoyorquino
Asana Groove (Calle de Serrano, 40) no nació en Madrid, sino en los bosques de Nueva York. Allí, en 2017, la peruana Fernanda de la Puente abrió su primer retiro de yoga en Upstate NY mientras enseñaba en la escuela Jivamukti Yoga, de Union Square. Tres años después y con una comunidad ya formada en la capital española, abrió este centro en el barrio de Salamanca. “Lo abrí a petición del público madrileño”, reconoce. Al principio era la única profesora. Hoy son quince.
El estudio ocupa un local de techos altos y luz abundante que hace que cada clase —dicen sus alumnas— “se sienta como una expansión”. La base es el método Jivamukti, una práctica física exigente con tintes espirituales y musicales, aunque también hay clases de hatha, vinyasa, yoga nidra, meditación sonora o yin yoga. “La mezcla de gente es maravillosa: clientes que vienen de fuera, artistas, creativos, madrileños de toda la vida. Pero todos vienen buscando lo mismo: una práctica que facilite una conexión honesta consigo mismos”, asegura de la Puente.
Las clases empiezan a las ocho de la mañana y se extienden hasta las nueve de la noche. Las más concurridas: tardes y fines de semana. Lo ideal es reservar online (hay packs, suscripciones y clases sueltas) porque el aforo suele llenarse. Y para completar el plan, de la Puente recomienda un paseo por el Retiro y un matcha en la cercana Hola Coffee Lagasca. “Yoga con jet lag neoyorquino, pero con alma castiza”, promete la fundadora. La clase cuesta 14 euros.