Meter Madrid dentro del metro de Madrid
Tras la inauguración del primer supermercado dentro del metro, se abren nuevas posibilidades de privatizar el espacio público y construir un nuevo Madrid debajo de Madrid
Hace unos días abrió el primer supermercado dentro del metro de Madrid. Aplausos. Siguiendo la madrileña tradición de privatizar el espacio público, se ha inaugurado, en el interior del intercambiador de Plaza Elíptica, un Carrefour Express de 183 metros cuadrados donde uno puede encontrar todo lo que necesite para no tener que salir nunca de la línea 6. Lo que todos estábamos esperando. El supermercado abre de lunes a domingo de 7.00 a 21.00 ―incluidos todos los festivos― y se ve que el director de las franquicias Carrefo...
Hace unos días abrió el primer supermercado dentro del metro de Madrid. Aplausos. Siguiendo la madrileña tradición de privatizar el espacio público, se ha inaugurado, en el interior del intercambiador de Plaza Elíptica, un Carrefour Express de 183 metros cuadrados donde uno puede encontrar todo lo que necesite para no tener que salir nunca de la línea 6. Lo que todos estábamos esperando. El supermercado abre de lunes a domingo de 7.00 a 21.00 ―incluidos todos los festivos― y se ve que el director de las franquicias Carrefour, Jesús Bermejo de la Insua, ya ha amenazado con abrir más supermercados en otras paradas de metro.
Este intercambiador recibe un total de ocho millones de viajeros al año, por lo que el Carrefour resulta ser, según sus ideadores, “un enclave estratégico para ofrecer soluciones rápidas y convenientes”. O, lo que es lo mismo, “un enclave estratégico” para cobrarte 24 euros por un cartón de leche, una barra de pan y cuatro rollos de papel higiénico.
Teniendo en cuenta que el 37% de los madrileños tarda más de una hora en ir a trabajar o estudiar (lo que supone unas 46 horas al mes), que, ante la falta de políticas efectivas en materia de vivienda, cada vez vivimos más lejos de nuestro lugar de trabajo y que la reducción de jornada o el teletrabajo son como un lenguaje perdido para la mayoría de la población, parece que es, de nuevo, el capitalismo el que nos “salvará” de fagocitarnos a nosotros mismos, empezando por las uñas de los pies.
Como usuaria habitual del metro de Madrid y apasionada de la línea 6 que soy, he elaborado una lista de propuestas que siguen esta misma línea empresarial. Una línea que, siendo fiel a los principios de la Comunidad de Madrid, no incluye la habilitación de baños públicos. Las personas que tengan que hacer pis, que compren pañales en el Carrefour. No me enredo, ahí van:
- Cabinas de “terapia express” en los andenes del metro. ¿Por qué esperar semanas para una consulta con un psicólogo cuando puedes tratarte ―mientras esperas el metro y por el módico precio de siete euros el minuto― la ansiedad que te produce perder la vida en un trabajo precario?
- Terrazas en las estaciones que estén al aire libre y en las que entra el vientecillo del exterior, como la de Ventas. Los andenes, son un espacio de espera inútil aún por explotar y el lugar perfecto para seguir con el afterwork. Además, estas cervecerías subterráneas crearían puestos de trabajo y dinamizarían la economía local.
- Un tablao flamenco en el nexo-muelle que une un vagón que otro. El metro de Madrid puede ser un lugar caótico y estresante y un espectáculo en vivo con guitarra, cante y baile aportaría un momento de desconexión y alegría a los pasajeros. Las caras de desidia existencial asustan a los turistas, necesitamos vagones de gente alegre que disfruta de la “cultura en movimiento”.
- Un Zara. Porque siempre tiene que haber un Zara.
La idea de este Plan de Desarrollo Subterráneo es que, de aquí a cuatro años, dispongamos de vagones-Airbnb, restaurantes de comida rápida y museos de cera en todos los intercambiadores de metro. De esta manera, iremos poco a poco bajando toda la urbe al subsuelo: el Corte Inglés, la Cibeles, el Museo del Prado, las Torres Kio, los árboles, las fuentes, los quioscos de periódico, los heavies de Gran Vía, el parque del Retiro e, incluso, los Ubers y Glovo (necesitaremos que alguien nos traiga los pañales de un vagón a otro).
Como si se tratase de un cuento de Las ciudades invisibles de Italo Calvino, meteremos Madrid dentro del metro de Madrid y nos iremos con él a otra parte. A otra ciudad. A Granada, por ejemplo.