La españolización de todo lo chino

Parece que los festejos del Año Nuevo lunar se han convertido, sobre todo después de la pandemia, en un espectáculo de entretenimiento para los españoles que visitan Usera con ganas de celebrar cualquier cosa

Una mujer hace una foto durante el desfile del Año Nuevo Chino, el pasado domingo, en el distrito madrileño de Usera.Javier Lizón (EFE)

Del cielo de Usera cuelgan farolillos rojos y carteles de una serpiente verde que recorre la Gran Vía madrileña. Desde el 29 de enero y hasta el 15 de febrero se celebra el Año Nuevo lunar. Este será el año de la serpiente de madera, el año de la sabiduría y de mudar la piel, de renovarse sin desperdiciar lo ya construido.

El sábado por la tarde, en la explanada d...

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Del cielo de Usera cuelgan farolillos rojos y carteles de una serpiente verde que recorre la Gran Vía madrileña. Desde el 29 de enero y hasta el 15 de febrero se celebra el Año Nuevo lunar. Este será el año de la serpiente de madera, el año de la sabiduría y de mudar la piel, de renovarse sin desperdiciar lo ya construido.

El sábado por la tarde, en la explanada de la Junta Municipal del Distrito de Usera, un grupo de mujeres vestidas de rojo bailaba al son de Paraguay, el corazón del sur mientras varios food trucks vendían, entre otras, brochetas de frutas caramelizadas, también conocidas como tanghulu. Un poco más adelante, tres señores de avanzada edad traducían nombres del español al chino y un joven repartía panfletos de una inmobiliaria que prometía “encontrar tu hogar ideal según tu signo del zodiaco chino”. En el lateral de la plaza se extendía ―y aún se mantiene― un muro de deseos entrelazados por un hilo rojo. En ellos, los vecinos y vecinas piden “una cara y cuerpo deseados” y “papeles, trabajo, dinero, amor y salud”. Porque desear, de momento, sale gratis.

Durante todo el fin de semana la plaza estuvo llena de gente como también lo estuvo el desfile de Año Nuevo que recorrió Marcelo Usera hasta llegar a la avenida de Rafael Ybarra. En él participaron la Unión de Asociaciones Chinas de Usera en España, el grupo de alumnos del Instituto Confucio de Madrid y estudiantes de varios colegios del distrito y asistieron la delegada de Cultura, Turismo y Deporte, Marta Rivera de la Cruz (léase como lo cantaba Facu Díaz), la concejala de Usera, Sonia Cea y miles y miles de madrileños que se juntaron para hacerle fotos y vídeos a la mítica danza del dragón. Nunca vi en Usera a tanto español junto.

―Pero ¿dónde están las familias chinas?

―En China―, contestó, rebosante de lógica, una de las jóvenes de la organización.

―¿Tú no has podido visitar a tu familia?

―No, porque tenía que trabajar.

No debería sorprenderme que los festejos del Año Nuevo lunar se hayan convertido ―y, sobre todo, después de la pandemia― en un espectáculo de entretenimiento para los no-orientales, teniendo en cuenta que los hiper bazares de alimentación venden pizzas congeladas en lugar de productos asiáticos y que la mayoría de los restaurantes chinos tienen un menú adaptado al gusto español. De la misma forma, Usera va poco a poco dejando de ser el barrio con el mayor número de comercios, restaurantes y vecinos chinos para convertirse en lo mismo, pero exotizado para el extranjero: el “Chinatown” de Madrid, el gran atractivo turístico que toda buena capital europea y mundial debe tener. Como si lo chino nos pareciese “demasiado chino” y necesitásemos una rebaja cultural para poder abrazarlo.

Esa misma tarde del sábado, al otro lado del río Manzanares, en la Casa Encendida, el colectivo Paco Graco (que junto a Basurama y Zuloark llevan desde 2017 recuperando el patrimonio gráfico comercial de Madrid) organizó la verbena Madrid será. De las paredes del patio del edificio colgaban los preciosos rótulos de los comercios que han ido desapareciendo ―y que cada vez desaparecen con mayor rapidez― de las fachadas de Madrid. Alberto Nanclares, uno de los integrantes de este proyecto de “chatarreros de la memoria”, charló con algunos de estos comerciantes e invitó al público a comer torreznos, a charlar con el desconocido de al lado y, sobre todo, a pensar sobre el futuro de nuestra ciudad.

Y allí, en aquel patio de luces de cartelería en el que podía leer Tintorerías, Mariscos, Almacén de calzados Vinigon o Papelería Salazar pensé en la verbena Madrid Será del año 2060. En si acabarán colgados todos los carteles de todos los hiper bazares de Madrid que tantas veces me han salvado la cena, el desayuno y las fiestas con amigos. En si el Royal Cantonés será fagocitado por un bar neocastizo de gildas a ocho euros. En si los madrileños nos acordaremos de la comunidad china cuando la gentrificación de Usera acabe con ellos. En si el gato dorado caerá en el olvido. En por qué parece que la única forma que tienen los políticos de proteger a una comunidad de vecinos es transformándola en un parque de atracciones, en un enorme food truck rojo. “Turistificarse” o morir. Gong xi fa cai.

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