Estos alumnos tienen empleo seguro: el porqué del éxito de la FP
El número de estudiantes de formación profesional sigue creciendo en Madrid y España gracias al aumento de su prestigio, derivado de sus envidiables tasas de inserción laboral
No está nada mal que el primer día de clase tus profesores te aseguren que al graduarte conseguirás trabajo seguro. Esa es una suerte que tienen los alumnos de Formación Profesional en colegios como el madrileño Salesianos Atocha. Durante su discurso de bienvenida el pasado jueves, el director Óscar Vázquez les aseguraba que la FP les va a abrir muchas puertas. “Hoy en España sobran universitarios y faltan técnicos”, les dice en el salón de actos. Unos 280 alumnos que han iniciado este curso el grado superior d...
No está nada mal que el primer día de clase tus profesores te aseguren que al graduarte conseguirás trabajo seguro. Esa es una suerte que tienen los alumnos de Formación Profesional en colegios como el madrileño Salesianos Atocha. Durante su discurso de bienvenida el pasado jueves, el director Óscar Vázquez les aseguraba que la FP les va a abrir muchas puertas. “Hoy en España sobran universitarios y faltan técnicos”, les dice en el salón de actos. Unos 280 alumnos que han iniciado este curso el grado superior de FP le escuchan con atención con las típicas caras de nervios, emoción o somnolencia que se verían en cualquier centro educativo al comienzo del curso. Vázquez les cuenta una historia que muchos adolescentes habrán oído en sus casas. “Mi cuñada era universitaria y cuando fue la crisis tuvo que dejar de trabajar como ingeniera de obras públicas. Hizo un módulo de formación profesional de grado superior y encontró un trabajo como informática”.
El relato de Vázquez, en un acto la semana pasada, proviene de una idea extendida que puede explicar en parte el sorpasso de la FP al Bachillerato. La FP ha dejado de ser la hermana fea de la educación, entre otros motivos, por unas tasas de inserción laboral que ya quisieran muchos universitarios. Además, ha crecido gracias al enfoque práctico y la apuesta de las administraciones por unas enseñanzas caras porque requieren en algunos casos una fuerte inversión tecnológica. Por cuarto año consecutivo, el número de alumnos de todos los grados de FP (169.829) superará este curso en la Comunidad de Madrid al de Bachillerato (107.759), un adelanto que ya se había producido antes en España. Algunos consideran que la comparación es inapropiada porque son magnitudes distintas (la FP comprende un período más amplio que los dos años de Bachillerato), pero es innegable el avance de la FP.
En Salesianos Atocha, algunos de los nuevos estudiantes de grado superior de FP que ocupan sus asientos en el salón de actos no han llegado aún a los 18 años y ya han recibido ofertas de empleo por parte de las empresas donde hicieron sus prácticas como parte de sus cursos de FP de grado medio.
Salesianos Atocha pertenece a la congregación católica salesiana, una institución que presume de su experiencia en la formación profesional, producto del foco que su fundador italiano, Juan Bosco, puso en el siglo XIX en la instrucción de los oficios. Su enorme edificio cercano a la estación de trenes madrileña ocupa 17.000 metros cuadrados. Aquí estudian 2.800 alumnos desde los tres años.
Las partes del edificio dedicadas a la FP, donde se concentran casi 1.000 estudiantes, se parecen más a una fábrica que a un colegio. Los 30 alumnos de Mecatrónica, uno de los programas con mejor inserción laboral, suben después de la bienvenida del director a un aula que se encuentra en la segunda planta de un enorme taller. Desde el ventanal de la clase pueden ver el interior de la nave donde están instaladas decenas de máquinas que manejarán durante el curso: tornos, fresadoras o soldadoras. El chirrido metálico de las soldaduras se oye de fondo mientras el tutor Emilio González se presenta. A pesar de que todos son mayores de edad, o están a meses de serlo, hace hincapié en las reglas de comportamiento —móviles prohibidos, penalizaciones por llegar tarde—, una disciplina que chocaría en la universidad, pero que Salesianos Atocha justifica porque las empresas con las que tienen acuerdos demandan empleados responsables.
Mecatrónica, un acrónimo de mecánica y electrónica, es un programa con múltiples salidas profesionales relacionadas con el mantenimiento de maquinaria. Empresas de todo tipo necesitan a trabajadores con estos conocimientos para instalar, arreglar o programar equipos. Por ejemplo, Salesianos Atocha ha enviado alumnos de este programa a empresas tan distintas como Airbus, Iveco o la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Según datos de la Consejería de Educación madrileña, este programa de FP superior y otros dos afines (de la familia Instalación y Mantenimiento) suelen tener datos de inserción laboral de los más altos en la región (colocación en menos de 12 meses). En el curso 2017-18 fueron los programas con mejores salidas (82% de inserción), aunque en 2019-20, últimos datos, había bajado al 63%, quizás influido por la pandemia de coronavirus.
Es un programa que también se oferta en cuatro centros públicos donde la tasa anual es de 400 euros: IES Miguel Catalán (Coslada), IES Luis Vives (Leganés), IES Virgen de la Paloma (Madrid) y el IES Joan Miró (San Sebastián de los Reyes).
Salesianos Atocha garantiza la empleabilidad de los alumnos de especialidades industriales. “Tenemos más ofertas de empresas que candidatos”, dice González a sus alumnos. “Podría deciros que el 100% vais a conseguir trabajo. Sé que suena pretencioso, pero es que prácticamente al 70% os van a ofrecer un puesto de trabajo en las prácticas”. Se han inscrito a Mecatrónica 45 interesados, pero 15 se han quedado en lista de espera.
Uno de los alumnos es Gonzalo Castaño, de 18 años, que antes hizo un FP de grado medio también de la rama industrial. Cuenta que al término de sus prácticas en una quesería de Fuenlabrada recibió una oferta por alrededor de 1.800 euros brutos. Fue muy tentador, pero la rechazó porque quería hacer el grado superior de Mecatrónica. Otros excompañeros dijeron que sí a sus empleadores, aunque alumnos y profesores precisan que lo normal es que las ofertas iniciales ronden el salario mínimo. “Mi miedo es que la parte económica te atraiga mucho porque sería una pena no continuar”, dice Castaño, que no descarta seguir formándose tras acabar Mecatrónica. Una ventaja de la FP es que permite saltar a la universidad, aunque a muchos les desanima la idea de pasar horas en una biblioteca.
Al curso solo se han inscrito un par de chicas, que escuchan a sus compañeros con un poco de timidez. Emily Maldonado, de 17, dice que sabía que iban a ser una o dos alumnas como mucho y que eso la desanimaba un poco, pero finalmente se inscribió. “Me da igual. Esto es lo que quiero”, dice. La otra alumna, Sandra Montejano, de 18, ha terminado el Bachillerato de ciencias y no ha tenido suerte buscando trabajo. “He probado este verano en el Wanda, en el Zara y en la hostelería, pero no he conseguido nada”.
Los alumnos pagan algo más de 4.000 euros en cada uno de los dos años del programa. Pueden costearlos con ayuda de becas de la Consejería o el Ministerio de Educación. A veces las empresas también dan ayudas, como es el caso de la alemana Martinrea Honsel, que fabrica piezas de automoción en Móstoles, y ayuda a las alumnas para incentivar la inscripción de mujeres.
El encargado de negociar los acuerdos con las empresas es José Luis Esquivias. Cuenta que en 1998, cuando la ley reformó la FP para hacer obligatorias las prácticas, tenían que buscar a las empresas y explicarles lo que hacían. Ahora muchas vienen a él porque ven las prácticas como una forma útil de reclutar talento. “En todo este tiempo hemos firmado más de 1.500 convenios de colaboración con pymes y grandes corporaciones de todas las áreas”. Entre las compañías se encuentran Airbus, Siemens, Telefónica, El Corte Inglés, Tetra Pak o Ferrovial.
Las empresas desearían que hubiera más oferta de formación industrial, explican los responsables de este colegio, pero el problema reside en que muchos centros, públicos y privados, no pueden hacer una inversión tan importante en maquinaria. Cada torno convencional vale en torno a los 20.000 euros y las máquinas más complejas de control numérico (operadas por ordenador) pueden costar hasta 100.000 euros. Así las cosas, sigue sin haber suficientes empleados formados para el sector, un problema que se arrastra desde hace tiempo, explica el tutor de la clase de Mecatrónica. ”Recibimos dos ofertas de empleo por cada alumno”, afirma.
Este alto coste en maquinaria es uno de los retos de la FP, dice Tomás Alonso, el vicepresidente de FPEmpresa, una asociación de centros de FP. Por eso, añade, abunda oferta de programas que requieren menos inversión. “El avance tecnológico es constante y a los centros nos cuesta mantenernos al día”, reconoce Alonso, que es director del instituto público madrileño Tomás y Valiente, donde han apostado, entre otros, por programas de energías renovables.
La oferta de FP, tanto pública como privada, no para de crecer (la Comunidad de Madrid presume de haber creado 10.000 nuevas plazas este año, que se suman a las más de 80.000 existentes), pero los programas con más egresados no destacan por su alta inversión en tecnología. De los 7.470 graduados en FP superior en 2019-20, 1.338 estudiaron programas de la rama Servicios Socioculturales y a la Comunidad, 969 en Administración y Gestión, 721 en Informática y Comunicaciones, y 651 en Sanidad. Solo 163 salieron de Instalación y Mantenimiento (la familia profesional a la que pertenece Mecatrónica).
La inteligencia artificial no es una amenaza para los empleos de Mecatrónica, opina González. “No estamos hablando de aprieta botones. Quizás alguien en una línea de producción puede ser sustituible, pero si una máquina se para, alguien debe repararla”. Lo dice delante de unos alumnos que escuchan satisfechos e ilusionados ante el comienzo de un curso prometedor.
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