El plan municipal para resucitar el histórico frontón Beti Jai no convence a los expertos
El edificio, una obra del XIX, estuvo abandonado durante décadas, fue declarado Bien de Interés Cultural y expropiado por Carmena en 2019 por 30 millones
El número 7 de calle de Marqués de Riscal, en el distrito de Chamberí, desentona con el resto de portales de la zona. La puerta de metal, medio encajada en la fachada y a la que apuntan dos cámaras de seguridad, no pega con el cuidado estilo neoclásico del edificio. Tampoco con lo que se esconde tras ella: un imponente frontón de pelota vasca de casi 5.000 metros cuadrados construido en el siglo XIX. Es el Beti Jai (siempre fiesta, en euskera), un monumento único en Madrid y que el gobierno de ...
El número 7 de calle de Marqués de Riscal, en el distrito de Chamberí, desentona con el resto de portales de la zona. La puerta de metal, medio encajada en la fachada y a la que apuntan dos cámaras de seguridad, no pega con el cuidado estilo neoclásico del edificio. Tampoco con lo que se esconde tras ella: un imponente frontón de pelota vasca de casi 5.000 metros cuadrados construido en el siglo XIX. Es el Beti Jai (siempre fiesta, en euskera), un monumento único en Madrid y que el gobierno de Manuela Carmena (Más Madrid) expropió por 30,8 millones de euros en 2015, tras años de abandono por parte de los anteriores propietarios. También se invirtieron otros 4,9 millones extra para restaurar la estructura y evitar su degradación total. Las obras terminaron en 2019 y desde entonces ―salvo visitas puntuales― permanece cerrado a cal y canto. Ahora, cuatro años después, el Ayuntamiento ha aprobado un plan para resucitar el edificio, pero el proyecto no convence a la oposición ―que sospecha de las intenciones del gobierno municipal― arquitectos y defensores del patrimonio.
Todas las alegaciones presentadas por partidos políticos, vecinos y asociaciones han sido desestimadas, pero de las 36 páginas que tiene la memoria, el punto que más ampollas ha levantado está en la número 20: “Se podrá autorizar el cubrimiento del patio y de la cancha de juego”. Esto es, colocar un techado sobre el espacio abierto del frontón, para que así pueda utilizarse durante todo el año y amortigüe el ruido. El texto añade que “se garantizará que la cubierta sea traslúcida, ligera y disociada de la edificación principal”, porque el Beti Jai es bien de interés cultural (la máxima protección regional) desde 2011 y no se puede alterar su estructura original.
“Uno de los motivos por los que está protegido es la cancha descubierta, la razón de ser de un frontón. Alterarlo es incompatible con su declaración como BIC”, critica Antonio Giraldo, portavoz del PSOE en la Comisión de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid. La zona al aire libre ―testigo de partidos de pelota, concursos de hípica y esgrima, prácticas militares, reparación de coches o vacunaciones masivas contra la polio― tiene 1.340 metros cuadrados, una alta pared gris a un lado y cuatro pisos de galerías y balcones al otro. En el plan municipal se indica que esta superficie, una vez cubierta, podría comercializarse “en condiciones similares” a las de la galería de cristal del Palacio de Cibeles. “Es un intento de hacerlo más atractivo. Un techo para poder meter eventos todo el año”, añade.
El Beti Jai, inaugurado en 1894 y obra de los arquitectos Joaquín Rucoba y Octavio de Toledo, ha sobrevivido a todo tipo de vicisitudes durante casi 130 años. Llegó a Madrid cuando la pelota vasca todavía era bastante popular en la ciudad y es el único frontón que queda en pie de los 30 que llegó a haber en la capital. La presión de asociaciones como Madrid, Ciudadanía y Patrimonio y la plataforma Salvemos el Beti Jai influyó para que la Administración no se olvidara de él.
La profesora de arquitectura en la Escuela de Alcalá, Isabel Ordieres, considera que cubrir ahora el monumento “sería neutralizar su personalidad y originalísima tipología”. Además del esfuerzo y la complejidad de cubrir un espacio tan amplio, Ordieres señala que se invalidaría el origen deportivo y se convertiría en “un edificio más, como tantos otros, desnaturalizado en aras del beneficio a corto plazo”. Y añade que “no se debe traicionar ese enorme esfuerzo de tantos colectivos que han luchado por salvarlo en su verdadera integridad y significado histórico”.
Un portavoz de patrimonio del Ayuntamiento indica que techar el Beti Jai “permitiría aprovechar el bien cultural durante la anualidad completa” y “facilitaría la celebración de juegos de pelota”, porque la federación nacional de este deporte exige su ejecución en espacios cubiertos. También matiza que depende de la solución arquitectónica adoptada, “los valores culturales propios del BIC no tendrían por qué verse afectados”.
El plan para revitalizar el frontón no es el primero. En 2017, el Gobierno de Carmena sacó adelante su propio proyecto, aunque fue anulado por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid por fallos en el procedimiento. El entonces concejal de urbanismo, José Manuel Calvo (Más Madrid), recuerda que la propuesta también incluía la opción de tapar la cancha. “Impedir la cubrición invalida cualquier uso. Condenas al edificio a ser un muestrario del pasado. Una cubierta elegante, discreta y liviana serviría para protegerlo y garantizar que se utilice”, comenta. Para Calvo, que un recinto se use los 365 días del año es lo que permite que salga adelante.
Antes de que el Gobierno municipal expropiara el frontón ―operación que se inició el último año de la legislatura de Alberto Ruíz Gallardón (PP) y finalizó con Carmena―, Beti Jai pasó por las manos de varias empresas y sociedades vascas, que se traspasaron el inmueble durante años y dejaron que se fuera degradando, hasta convertirse en un espacio abandonado y ruinoso. La última propietaria, Tarcosul Gestión, incluso proyectó convertirlo en un hotel en uno de los barrios más ricos de la ciudad, pero esta opción se esfumó cuando el edificio quedó protegido.
“Falta de transparencia”
Qué va a ser del histórico frontón es, por ahora, un misterio. En el plan del Ayuntamiento no sé concreta el destino del monumento, solo se amplía el uso. Además de deportivo, será cultural y educativo. Poco más. Preguntado por ello, un portavoz municipal dice que “actualmente, se encuentra en proceso de estudio y valoración”. En la web del Ayuntamiento se añade que “las obras del interior del frontón están paradas por temas de seguridad, pero la intención del consistorio es darle al Beti Jai una nueva vida como espacio cultural”. La ambigüedad del proyecto escama a la oposición. “¿Por qué ahora? ¿Por qué traen ahora el Beti Jai aquí? Podría parecer que estaban esperando que algún promotor les hiciera alguna oferta para así tramitar un plan especial ad hoc a los intereses de dicho privado”, aventuró el concejal Giraldo en la comisión de urbanismo de este lunes.
“Nos preocupa la falta de transparencia. Es raro que el plan sea tan ambiguo y no manifieste las intenciones sobre un edificio histórico”, coincide Álvaro Fernández Heredia, concejal de Más Madrid. Tanto Heredia como Giraldo insisten en que el futuro uso que se le dé al frontón debería ser de gestión pública. “Si en el plan ponen como ejemplo la galería de Cibeles, que muchas veces se cierra a eventos privados, se ven las costuras”, añade el primero. En el estudio económico del Ayuntamiento, por ejemplo, se incluye lo siguiente: “El barrio de Almagro del distrito de Chamberí, donde está ubicado el frontón, es una zona muy demandada para la implantación de negocios de hostelería”. Y se menciona un posible restaurante que “podría ocupar hasta un 25 % de la superficie total del inmueble”.
La arquitecta Mercedes Díez Pesquera, exvocal de la junta del Colegio de Arquitectos de Madrid, cree que un proyecto de este calibre debería haberse desarrollado de otra forma. “O sacas un plan con un uso determinado o buscas un operador y montas un concurso para alojar ese uso”. Es crítica también con la reforma de Carmena, porque se llevó a cabo sin planificar qué viene después: “La obsolescencia del edificio no solo es la material, también se quedan obsoletos funcionalmente porque no cumplen con los requisitos de uso que requiere la sociedad de ese momento, con una rehabilitación bien hecha, devuelves prestaciones a ese edificio, ese es el trabajo, si no dicen para qué, ¿cómo lo vas a hacer?”.
Por ahora, el singular frontón con capacidad para unas 4.000 personas sigue a medio hacer, rodeado de tres bloques de viviendas construidos a escasos metros del monumento. Salvo las visitas semanales de quienes quieren conocer el recinto y las idas y venidas del personal de seguridad, en el Beti Jai solo hay silencio y polvo.
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