La melodía botánica del saúco y la celinda

La fiebre por las plantas ha rescatado especies que habían caído en el olvido jardinero

Un saúco en plena floración el pasado miércoles en el Parque del Oeste de Madrid.E.B

Hay especies que nos indican la antigüedad del lugar en el que crecen. No ya solo por su edad, sino más bien por el periodo en el que eran más utilizadas. Las plantas, como las prendas de vestir, sufren las modas. Las que antes se utilizaban mucho puede que en nuestros días se hayan relegado, o que incluso se dejen de usar por completo. La fiebre por las plantas ha rescatado especies que habían caído en el olvido jardinero. Por ejemplo, hoy en día tener un poto (Epipremnum aureum) en el salón ha dejado de ser anticuado para convertirse en un adalid de modernidad y de amor por las planta...

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Hay especies que nos indican la antigüedad del lugar en el que crecen. No ya solo por su edad, sino más bien por el periodo en el que eran más utilizadas. Las plantas, como las prendas de vestir, sufren las modas. Las que antes se utilizaban mucho puede que en nuestros días se hayan relegado, o que incluso se dejen de usar por completo. La fiebre por las plantas ha rescatado especies que habían caído en el olvido jardinero. Por ejemplo, hoy en día tener un poto (Epipremnum aureum) en el salón ha dejado de ser anticuado para convertirse en un adalid de modernidad y de amor por las plantas.

Estas tendencias también se pueden rastrear claramente en los jardines. En la actualidad no es tan frecuente plantar en los parques municipales arbustos como las rosas de Siria (Hibiscus syriacus), laureles manchados (Aucuba japonica ‘Crotonifolia’) o árboles de las pelucas (Cotinus coggygria). Dos especies que podrían encuadrarse en este grupo de arbustivas un poco olvidadas son la celinda (Philadelphus coronarius) y el saúco (Sambucus nigra). Ambas están presentes en multitud de parques de Madrid, —como el del Retiro, el del Oeste, el de Fuente del Berro o en El Capricho—, pero ya no suelen emplearse en las zonas verdes de nueva creación.

Otras plantas ocupan alegremente su espacio, como las fotinias (Photinia x fraseri ‘Red Robin’), un arbusto ornamental de procedencia asiática muy llamativo, tanto cuando brotan sus hojas tiernas de un color rojo vibrante, como por su floración. Es casi imposible ir a un parque y no encontrarse con grandes masas de fotinias. No es extraño, ya que, junto a su potencial estético, encontramos que es muy resistente a podas, además de muy adaptable a todo tipo de situaciones de cultivo.

Pero regresemos a la celinda y al saúco, que llevan unas semanas en plena floración, y a los que les queda alguna semana más engalanando las zonas verdes municipales con sus flores blancas. En el Parque del Oeste se pueden encontrar incluso algunos saúcos de hojas variegadas, es decir, de colores verde y crema.

Flores de celinda esta semana en el Jardín Botánico de Madrid.E.B

Como nos cuenta Gilberto Segovia, ingeniero agrícola, “el saúco es una especie que muchas veces no se ha plantado deliberadamente, sino que crece de forma espontánea”. Esto es debido a que su fruto, de color negro y brillante, es muy atractivo para las aves, como los mirlos (Turdus merula), las tórtolas turcas (Streptopelia decaocto) o las currucas capirotadas (Sylvia atricapilla). “Es una planta de crecimiento muy vigoroso”, puntualiza Segovia, “por lo que necesita de una poda para seleccionar aquellas ramas más apropiadas, y eliminar así la gran cantidad de vástagos que genera”. Puede llegar a alcanzar los cinco metros de altura, que se cubren por completo de inflorescencias blancas y ligeramente fragantes.

Estas flores del saúco son una auténtica panacea, algo que corrobora José Casado, herborista: “La gente tiene en gran estima su infusión, ya que va muy bien para tratar los catarros y gripes, y paliar la fiebre que acarrean. Se utiliza para los problemas respiratorios en general, aunque también tiene multitud de usos, incluso externos”. En su Herbolario Santa Marta, en Vallecas, Casado asegura que es una planta muy demandada. Pío Font Quer, el ilustre botánico catalán, atestigua de la misma manera la valía del saúco en su compendio Flora española: “Conocí a un viejo que vivió cerca de 120 años”, gracias al rob de saúco “que tomaba todos los días, al cual atribuía la conservación de su salud y larga vida”. De sus inflorescencias se obtiene además una bebida que, edulcorada y fría, es perfecta para refrescarse.

El otro arbusto que nos regala florido el mes de mayo es la celinda. Nada mejor que una frase de Benito Cotarelo, maestro jardinero que ha formado a docenas de personas en este oficio, para fomentar nuestra curiosidad por esta planta: “Parece que despierta el espíritu nada más verla en flor”. Y no puede ser para menos, ya que la celinda muestra unas flores muy bellas, a las que acompaña un perfume arrebatador que se disuelve en el aire y que envuelve de magia los jardines. Sin duda alguna, estos días muchas personas se desvían de su camino para acercarse a oler sus flores, muchas de las cuales acaban atrapadas en una foto. Cotarelo añade que es una especie “adaptable, versátil y rústica, por lo que siempre recomiendo que se siga plantando. Es perfecta tanto para ser cultivada solitaria como en grupo, y tanto de una forma como de otra, se convierte en una masa muy hermosa”.

Curiosamente, el saúco y la celinda comparten un uso excepcional, ya que sus ramas, ahuecadas de su médula harinosa, se han utilizado para hacer flautas desde tiempos remotos. A la belleza de sus formas y de sus aromas se les suman, entonces, el de su melodía botánica.

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