Imanol Arias: “En teatro hay que dejar los lucimientos personales a un lado”

El actor estrena ‘Muerte de un viajante’, una de las obras cumbre de la dramaturgia del siglo XX

Imanol Arias y Cristina de Inza, en una escena de ‘Muerte de un viajante’, en el Teatro Infanta Isabel de Madrid.Sergio Parra

No son muchas las ocasiones en las que Imanol Arias sube a un escenario, pero cuando lo hace no se anda con chiquitas. Los personajes que busca son aquellos que de verdad dejan huella. Ya sea por sus maldades, sus ambiciones desmedidas o su antiheroismo. Se ha enfrentado al despótico y monstruoso emperador romano Calígula y ha revivido a ese viejo coronel en tenaz lucha contra las adversidades del destino, que retrató Gabriel García Márquez. Ahora le ha tocado el tu...

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No son muchas las ocasiones en las que Imanol Arias sube a un escenario, pero cuando lo hace no se anda con chiquitas. Los personajes que busca son aquellos que de verdad dejan huella. Ya sea por sus maldades, sus ambiciones desmedidas o su antiheroismo. Se ha enfrentado al despótico y monstruoso emperador romano Calígula y ha revivido a ese viejo coronel en tenaz lucha contra las adversidades del destino, que retrató Gabriel García Márquez. Ahora le ha tocado el turno a uno de los grandes mitos de la dramaturgia del siglo XX, como es Willy Loman, el hombre desgarrado y depresivo, arrogante e inseguro que protagoniza la obra que Arthur Miller escribió en 1948. “Con 65 años, me siento ya un gran Willy Loman”, asegura Imanol Arias, tras el estreno en Madrid, en el Teatro Infanta Isabel, de Muerte de un viajante.

La función, que estará en cartel hasta el próximo 9 de enero, está dirigida por el argentino Rubén Szuchmacher sobre una versión de Natalio Grueso. Imanol Arias se encuentra por primera vez en el escenario con su hijo Jon Arias, en el papel del primogénito de Willy Loman. Cristina de Inza, Jorge Basanta, Fran Calvo, Virginia Flores y Carlos Serrano-Clark completan el reparto de esta obra, cuya escenografía no puede ser más simple. Dentro de esos tres muros, cuatro sillas, un par de zapatillas y unas imágenes en blanco y negro del Nueva York de la época, se desarrolla uno de los dramas más patéticos y sobrecogedores de denuncia del capitalismo feroz. “Esta obra es una máquina brutal que va a la esencia de lo que quiere contar. Lo que vale son las palabras, la escucha y la atención del público”, asegura el actor, que compatibiliza, con un ritmo endemoniado, el teatro con el rodaje de la serie de TVE, Cuéntame.

“Ya hace años que una parte de mi vida se basa en el disfrute del oficio. Y el teatro provoca un gusto enorme cuando acometes una obra como Muerte de un viajante. En escena hay que dejar los lucimientos personales a un lado y esconderte detrás del texto. En el audiovisual, todo lo haces de manera fraccionada, está todo pautado aunque haya momentos de profunda realidad. Ante las 400 o 500 personas que van a un teatro vivo una cita de dos horas endiabladas y maravillosas. Si un actor que se embarca en el teatro busca lucirse se perderán muchas cosas que están en la obra. La escucha y atención del texto está por encima de cualquier cosa”, asegura el actor, quien, tras la pandemia y con el teatro lleno, siente que ha vuelto la inigualable ceremonia de vivir un espectáculo en compañía. “La función empieza antes en la calle”.

Fue con el comienzo de los ensayos cuando a Imanol Arias, que en abril próximo cumplirá 66 años, amigos y conocidos le hicieron ver que por fin se había salido con la suya. Ni se acordaba que en los comienzos de su carrera siempre hablaba de Willy Loman. Por fin lo ha conseguido, aunque reconoce que no ha sido fácil enfrentarse a él. “Es un hombre miserable y mentiroso, un salvaje incluso en sus virtudes. Es un antihéroe, como pocos personajes en el teatro. No puedes justificarlo, ni intentar entenderlo. Para un actor es un ejercicio bárbaro porque te das cuenta de que el autor se ha peleado con cada palabra. En una misma frase utiliza el pasado y el presente. Uno no puede ni recrearse, sino seguir la partitura exacta. Pero cuando se consigue la rabia y la fuerza adecuada, la obra se convierte en una maquinaria brutal”, confiesa Arias, a quien el director le puso un ejemplo muy ilustrativo. “Es como si a la música de Wagner le metieran de repente acordes de Rachmaninov”.

Una “enfermedad” actual

Muerte de un viajante ha sido desde su publicación una de las obras más versionadas y representadas en el mundo entero tanto en cine como en teatro, y ha sido protagonizada por grandes nombres de la interpretación. Narra las vicisitudes de un viajante de comercio que ha entregado todo su esfuerzo a la empresa para la que trabaja, con el objetivo de dar una vida mejor a su mujer y sus dos hijos. Empleado modelo, con una vida sin descanso, ve ahora como la empresa, a sus 63 años, le deja a un lado de una manera humillante. Para Imanol Arias, el texto de Arthur Miller, además de retratar la “enfermedad” actual de que tu sitio en la sociedad viene medido por tu éxito o por los contactos tengas, modernizó la estructura del flashback. “Ahora estamos acostumbrados, pero en los años cincuenta del siglo pasado era algo impensable. Por eso, la obra es tan moderna también en cuanto a su arquitectura. Es una función muy rápida, en la que nuestro objetivo es que ningún espectador mire el teléfono durante las dos horas de duración”, añade Arias, que pone en valor el hecho de que esta función sea una apuesta de un teatro privado y no público.

Imanol Arias y su hijo Jon en una escena de ‘Muerte de un viajante’, en el Teatro Infanta Isabel de Madrid.Sergio Parra

Jugar con su hijo

Es la primera vez que Imanol Arias trabaja sobre un escenario con su hijo mayor, Jon. “Jon no se prodiga mucho en los escenarios, no le gusta trabajar en cualquier cosa. Cuando él nació, yo ya era actor y tenerlo ahora delante y aceptar este encuentro nos está sentando muy bien. Noto que me exige mucho para bien. Nos hemos puesto a jugar y lo estamos disfrutando”, asegura Imanol Arias. Su otro hijo, Daniel, también actor, hará de su personaje de Antonio Alcántara de joven en Cuéntame, en unas secuencias en las que se viajará al pasado de esta familia. “Ahora solo me dedico a mis hijos y mi trabajo. No me puedo quejar de nada. La vida me trata bien. Soy feliz”. 

Dónde: Teatro Infanta Isabel (Calle del Barquillo 24). Cuándo: hasta el próximo 9 de enero; jueves, viernes y sábados a las 19.00; domingos a las 18.00. Precio: desde 20 euros.

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