El amianto deja paso a los vencejos
El barrio de Orcasitas de Madrid se organiza para mantener los nidos de esta numerosa colonia de aves tras la retirada de las cubiertas tóxicas en las que crían cada año
Entre mayo y julio es habitual ver en el cielo del barrio madrileño de Orcasitas centenares de ballenas del aire. Es la manera en la que se conoce a los vencejos porque, al igual que los mamíferos marinos, son capaces de vivir con el pico constantemente abierto y tragando lo que encuentran a su paso. Con sus apenas 40 gramos de peso, comen todos los insectos que se crucen en su trayectoria. Y no paran de volar casi nunca porque hasta duermen en el aire. Estas aves habían encontrado su hogar ...
Entre mayo y julio es habitual ver en el cielo del barrio madrileño de Orcasitas centenares de ballenas del aire. Es la manera en la que se conoce a los vencejos porque, al igual que los mamíferos marinos, son capaces de vivir con el pico constantemente abierto y tragando lo que encuentran a su paso. Con sus apenas 40 gramos de peso, comen todos los insectos que se crucen en su trayectoria. Y no paran de volar casi nunca porque hasta duermen en el aire. Estas aves habían encontrado su hogar en las cubiertas de los bloques de viviendas de esta zona del sur de la capital plagadas de amianto, un material potencialmente tóxico. Con su retirada por otros techos, sus hogares peligraron. Hasta que un vecino dio la voz de alarma.
“Uno de nuestros asociados nos alertó de que en el barrio había una colonia importante de vencejos que aprovechaban los huecos en las cubiertas de amianto para anidar y que iban a quedarse sin ellos”, explica Luis Martínez, técnico de biodiversidad urbana de la asociación Seo Birdlife. Se puso en marcha la operación para salvar los hogares de estas aves. “Son muy fieles, cada año vuelven al mismo sitio y corríamos el riesgo de que buscaran otros agujeros que no fueran adecuados, que se convirtieran en un horno para las crías”, añade Martínez. Unas 270 parejas de vencejos escogen cada año Orcasitas como lugar en el que aparearse y arrasar con los mosquitos y pulgones.
La existencia de amianto es uno de los frentes de lucha de este reivindicativo barrio. Más de 5.000 familias viven bajo techos realizados con este material cuyo polvo es potencialmente tóxico si se respira de forma continuada. Gracias al Plan Madre impulsado por el Gobierno de Manuela Carmena, los vecinos impulsaron los proyectos para sustituir estas cubiertas. Aquella iniciativa sufragaba hasta el 75% del coste y las comunidades de residentes se hacían cargo del resto. El Gobierno de José Luis Martínez Almeida ha mantenido estas subvenciones bajo el plan Rehabilita 2020. El Ayuntamiento también ha financiado la compra de las cajas para los nidos.
Los primeros trabajos comenzaron a finales de 2020 y fue en ese momento cuando empezaron a peligrar las casas madrileñas de los vencejos. La asociación contactó entonces con todos los actores necesarios para garantizar un techo para estos pájaros que anuncian la llegada del calor. Luis y su compañera Beatriz Sánchez levantaron el teléfono y llamaron al Ayuntamiento, a los vecinos y administradores de fincas de los bloques donde se iban a hacer reformas y a los arquitectos de Estudio 551, a los que están encargando la mayoría de los proyectos de retirada de techos de amianto en el barrio.
“Ahora tenemos un máster en conservación de vencejos”, resume Inés de la Vega, una de las socias del estudio. “Siempre tenemos en cuenta la accesibilidad en los proyectos, pero no piensas en la ecología”, completa. De la Vega y su socio eran familiares para los vecinos de Orcasitas desde 2017. Ese año ofrecieron varias charlas entre los residentes para informarles sobre el problema del amianto y las consecuencias de vivir en bloques construidos con este material. Por eso, cuando llegaron las ayudas municipales, fueron el estudio elegido por la mayoróa de las comunidades de propietarios para remodelar los edificios. De los 116 que hay que reformar, a ellos les han contratado para 73 hasta ahora.
Cuando Luis y Beatriz les advirtieron de lo que sucedía, los proyectos ya estaban hechos, pero los arquitectos trabajaron extra para adaptar las cajas de los nidos al diseño de las fachadas. “Recorrimos las calles con ellos para identificar aquellos lugares que reunían las condiciones para colocar las cajas, porque no siempre es posible. Es algo que hemos aprendido y que esperamos que sirva de ejemplo para futuros proyectos en otros barrios”, explica la arquitecta. Ya hay colocados alrededor de medio centenar de nidos, y el objetivo es que lleguen a 300. Muchos se ven desde la calle con solo levantar la vista.
Hubo algunos escollos en el camino. “Algunos vecinos tenían miedo de que se les llenara la casa de excrementos o que los pájaros se metieran por las tuberías”, cuenta María Antonia García-Heras, vicepresidenta de la asociación vecinal. Pero con algunos talleres informativos, los temores quedaron resueltos para casi todos. “Hicimos hincapié en que vinieran especialmente los de los últimos pisos, y yo creo que se quedaron convencidos”, puntualiza García-Heras, quien, como casi todos en el barrio no tenía “ni idea” de que albergaban semejante población de vencejos. “Con esto damos vida por partida doble: quitamos el amianto y garantizamos que las aves sigan en el barrio”.
Ahora las aves se han ido en busca de otros vientos y más comida. Pero tendrán sus casas preparadas para que sigan encontrando en Madrid un lugar al que volver cada primavera.
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