Por qué importa tomar medidas para evitar contagios aunque no haya saturación hospitalaria

En Madrid la atención primaria ha multiplicado por diez la atención a pacientes de coronavirus en el último mes y las listas de espera para operaciones y pruebas crece en miles de personas

Colas con jóvenes en el Isabel Zendal para la vacunación de la covid el 22 de julio de 2021.Inma Flores

Madrid se resiste a tomar medidas. Es una de las comunidades más laxas en sus protocolos contra la covid. Con la quinta ola, volvieron a imponer restricciones otras autonomías, algunas con cifras más altas —como Cataluña, con 2.080 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días en la franja de 12 a 19 años, por ejemplo, o Navarra, con una incidencia acumulada de 3.276 entre los de 20 a 29—; otras lo intentaron, ...

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Madrid se resiste a tomar medidas. Es una de las comunidades más laxas en sus protocolos contra la covid. Con la quinta ola, volvieron a imponer restricciones otras autonomías, algunas con cifras más altas —como Cataluña, con 2.080 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días en la franja de 12 a 19 años, por ejemplo, o Navarra, con una incidencia acumulada de 3.276 entre los de 20 a 29—; otras lo intentaron, como País Vasco, y la justicia las tumbó. La Comunidad que preside Isabel Díaz Ayuso ni lo ha hecho ni, hasta ahora, ha planteado esa posibilidad.

Jóvenes, asintomáticos o con síntomas leves, que no necesitan ingresar en un hospital, que no acaban en una cama en las unidades de cuidados intensivos, que no mueren. Así está siendo el perfil mayoritario de los contagiados de covid en esta quinta ola. En Madrid, desde el 1 de julio, se han notificado 68.380 casos, de ellos, la mayoría se han producido entre personas en la adolescencia y el decenio de los veinte, según los boletines epidemiológicos de Salud Pública de la Comunidad. Este martes tiene una incidencia acumulada entre los veinteañeros por encima de la media española (1.859), con 2.010 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días.

Parte del argumento para continuar con las restricciones como hasta ahora es ese nuevo patrón en los enfermos de covid, que no supone por el momento presión hospitalaria, o al menos no tanta como en anteriores olas. Sin embargo, medir la gravedad de la situación en camas hospitalarias ocupadas, dicen los expertos, es obviar multitud de aristas tan importantes como la saturación de plazas de agudos o UCI.

Dice Saúl Ares, biólogo de sistemas e investigador del CSIC, que además hay que tener en cuenta que “nunca” se sabe exactamente cuánto durará cada ola, por lo que la prevención es esencial “siempre”. Aunque insiste en que es una incógnita, añade, con las cifras delante, que “entre el 8 y el 19 de julio, el ritmo de crecimiento del virus doblaba la incidencia cada semana y en la última ya ha empezado a bajar ese ritmo. Parece que estamos tocando techo y esto va a empezar a bajar, pero la pregunta relevante es cómo de rápido va a hacerlo”. Si mira a otros países o regiones con una situación parecida, como Reino Unido o Cataluña, ese descenso “podría ser también rápido”. Mientras, el virus sigue circulando en la medida que el comportamiento de la población y los actuales protocolos permiten.

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En Madrid, esas restricciones son mínimas y, afirma Manuel Franco, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas), esto “deja de lado la responsabilidad de las instituciones de proteger la salud de su población”. Explica que “se desconocen las consecuencias a largo plazo” del virus: “Esto de que los jóvenes son asintomáticos y tienen una gripe... No tenemos ni diagnóstico claro de qué es la covid persistente, no tenemos idea de las consecuencias neurológicas, cardiológicas o pulmonares de haberse contagiado. Jugar a eso, en aras del ocio nocturno o del turismo, cuando podemos evitarlo, no es lo que debemos hacer como personas que protegemos la salud de nuestra población”.

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También supone una desprotección los obstáculos del primer escalón del sistema sanitario, la atención primaria. El 1 de julio, los profesionales de Medicina de Familia tenían en seguimiento por covid a 1.386 pacientes, este martes, a 10.475. En varios centros de salud del sur de la capital, sus profesionales cifran en un 50% la positividad de las pruebas que realizan y aseguran que en la zona centro la situación es peor según qué ambulatorios, sus agendas vuelven a tener 60, 70, 80 pacientes diarios, las plantillas están a la mitad por vacaciones y aseguran que la situación hace “muy difícil” su trabajo.

“La atención que querríamos y deberíamos dar a nuestros pacientes”, dice una especialista de un consultorio dentro de la almendra central. Y añade: “Llevamos un año y medio pensando en el coronavirus y seguimos sin darnos cuenta de que está echando un velo sobre todos los demás enfermos de todas las demás patologías. Circuito de covid que abrimos, menos manos y menos tiempo para recuperar lo que hemos perdido con los crónicos o con gente a la que podríamos pillar a tiempo ciertas enfermedades y a veces ya es tarde. Y eso parece que a la gente y a los políticos se les olvida”.

Más posibilidades para las mutaciones

A ello también se refiere Joan Carles March, investigador del Instituto de Salud Carlos III, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública y exdirector de esa institución, cuando habla de las muertes. Madrid acumula 24.361 y ha pasado de notificar una o dos diarias, incluso llegó a registrar cero, a nueve este lunes o seis este martes: “Son muchas menos que anteriores olas, pero sigue muriendo gente. Pensamos que todo lo arreglarían las vacunas y no. Son muy eficaces, pero no son esterilizantes [es decir, que además de proteger contra una evolución aguda de la enfermedad, eviten su transmisión] y no pueden ser la única cuestión para salir de la pandemia porque siempre está la posibilidad de las variantes y hay que ir con extremo cuidado”.

Este experto asegura que uno de los problemas de no tomar medidas en un momento determinado es que abre la vía a una mutación, el SARS-CoV-2, como todos los virus, evolucionan con el tiempo: “La variante británica ya fue más contagiosa y la delta más aún. No sabemos si habrá una más y como será o si no seremos capaces de actuar sobre ella. Sin alarmismos, pero la posibilidad está ahí. Y de cara a septiembre y octubre, con la llegada del otoño, esto debería hacer que nos replanteemos qué hacer”.

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Retirar medidas de forma “precipitada”, como cree que ocurrió en junio, con la caída del estado de alarma, generó este “cambio de tendencia brutal”. Ahora opina que “aún hay tiempo” para no empeorar la situación: “No hay otra opción que prevenir, y la única forma es poniendo vacunas y poniendo restricciones, ambas. Porque no sabemos qué pasará y hay que evitar cualquier riesgo”.

Apunta a decisiones que, dice, “ya son de sobra conocidas”: las de disminución de la interacción social, sobre todo, y un control adecuado de esa interacción, como en los botellones o en los interiores, también esa vigilancia en puertos y aeropuertos. Y, arguye March, algo que “parece haberse olvidado”, escuchar y conocer a la población joven: “Pensar que quieren marcha y punto es un error. Si no se habla con ellos y valoramos qué cosas pueden ayudar, nos estamos volviendo a equivocar”.

Eso, “y dejar de poner un ojo en la salud y otro en la economía”. “Con un ojo en cada sitio no se soluciona nada”, dice, “o cambiamos la perspectiva o lo tenemos muy difícil, si no cambiamos la forma de hacer las cosas no vamos a cambiar la historia. ¿Lo demás? Es hacer rayas en el agua”.

La no tan buena situación de los hospitales

A los hospitales, la pandemia llegó en febrero de 2020 y nunca ha desaparecido. Sin ese tsunami de marzo de 2020 o la saturación repentina del pasado verano, las cifras tampoco son las más óptimas. Desde que comenzó julio, el número de pacientes ingresado en planta ha pasado de 263 a 1.180 este martes. En las UCI, que comenzaron a vaciarse de enfermos críticos durante los primeros días de julio —llegaron a tener 106 el día 10 y el 11—, han vuelto a ver cómo esa curva subía de nuevo y tienen este martes 183. De estos hospitalizados, la media de edad es de 37 años, según cifró Enrique Ruiz Escudero, consejero de Sanidad, el pasado viernes en rueda de prensa: “El 5% tiene la pauta completa, el 15% tiene una primera dosis administrada y el 80% son personas sin vacunar”.

A los números se suma el desgaste de los profesionales tras un año y cinco meses de crisis sanitaria, el periodo estival con las correspondientes vacaciones de la plantilla y los retrasos que ya se acumulan en pruebas diagnósticas y cirugías, entre otras cuestiones. Entre julio de 2020 y junio de este año, último mes del que hay datos, esas listas de espera han crecido en 19.102 personas para quienes aguardan una operación y en 23.894 para los que están pendientes de una prueba. Y eso son los números oficiales, porque tras estos meses, muchos pacientes, no se conoce cuántos, han salido de esas listas de espera porque para poder realizarles la consecuente prueba o cirugía tienen que volver a ser evaluados por sus especialistas.


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