Tres generaciones de los Farruco unidos en el Teatro Real
El bailaor sevillano Juan Fernández Montoya, Farruquito, se sube a los escenarios el próximo nueve de julio con su madre, La Farruca, y su hijo Juan, el Moreno
El Teatro Real sigue apostando por convertirse en un lugar de referencia para el flamenco desde hace tres años con el ciclo Flamenco Real. Esta vez trae un espectáculo lleno de sentimiento, casi una biografía, Farruquito y amigos, en el que participarán las tres generaciones de los Farruco y artistas consagrados como Ketama, Antonio Canales y Pepe de Lucía. El bailaor sevillano, Juan Fernández Mon...
El Teatro Real sigue apostando por convertirse en un lugar de referencia para el flamenco desde hace tres años con el ciclo Flamenco Real. Esta vez trae un espectáculo lleno de sentimiento, casi una biografía, Farruquito y amigos, en el que participarán las tres generaciones de los Farruco y artistas consagrados como Ketama, Antonio Canales y Pepe de Lucía. El bailaor sevillano, Juan Fernández Montoya, Farruquito, se sube así a los escenarios el próximo nueve de julio con su madre, Rosario Montoya, La Farruca, y su hijo Juan, el Moreno, para ofrecer al espectador un viaje por sus raíces y su entrega al cante, una constante que ha marcado su trayectoria profesional y su vida personal.
Farruquito agradece todo el cariño que están recibiendo y hace mención a su abuelo, El Farruco, del que toda la estirpe aprendió el amor por este arte. “Queremos evolucionar en la vida y no hemos perdido la esencia de la unión y de tener presente esos principios y primeros pasos. Llevo dos semanas sin comer y dormir”, comenta divertido el bailaor en la presentación del Teatro Real. Señala que es un momento “único e irrepetible” que vivirá de la mano de su madre y de su hijo, y explica que su espectáculo es un recorrido vital en el que no existe una historia ni un argumento. Todo sucede a través de la música y la escenografía, que servirá para relatar los hitos que más le han marcado y le definen. Por eso, con Ketama recrea cuando veía bailar a su abuelo, “el momento en el que yo me enamoro del flamenco”, aclara. Y es que de la mano de los Carmona debutó en Broadway con tan solo cinco años. Luego entra en acción Antonio Canales, amigo de la familia. “Me ha aconsejado y yo me fijaba en él, en cómo crecía y evolucionaba. Hace una seguidilla y me uno y tenemos una disputa de flamenco”, continúa.
Rosario Montoya, la Farruca, baila por Alegrías a medida que avanza el espectáculo. Un momento de silencio trasladará al público a esa relación especial que se establece entre una madre y un hijo, “donde nos contamos muchas cosas sin contarnos nada”, prosigue el bailaor. Esa nostalgia termina con una nana morena que se le ocurrió durmiendo a su hijo, que entra en escena con esa naturalidad que tanto le caracteriza y que demuestra que la pasión por el flamenco se transmite entre generaciones. El fin de fiesta será “apoteósico” y cautivará a un público que entenderá mejor la forma de ser de este artista. “Yo no sé lo que va a pasar, pero va a ser emocionante y vamos a llorar por los cuatro costados”, afirma Farruquito.
El pequeño de la estirpe flamenca, Juan, el Moreno, se muestra nervioso por actuar en el Teatro Real: “Tengo mucha ilusión por bailar en este escenario porque me ha dicho mi padre que es uno de los teatros más importantes del mundo. No he tenido mucho tiempo de practicar por el colegio, pero este verano me voy a superar más que nunca”. Confiesa que su paso favorito es la soleá, aunque en este espectáculo irá por las seguidillas y las bulerías. “Todavía no es capaz de sentirse solo y la soleá va con al edad”, dice Farruquito, que pone el acento en que su hijo ha aprendido en casa contagiado por la magia del flamenco que tiene presente desde la infancia. “Para nosotros el baile no es un movimiento, no es una medida, no enseñamos en qué consisten la bulerias, eso se aprende en el conservatorio”, apunta Farruquito sobre un arte que ante todo se nutre de “bailar las penas y las alegrías”, como le dijo su padre.
Sobre el talento de su hijo de nueve años, Farruquito indica que se intuye “de la misma manera que se descubre que un niño tiene gracia”. “Cuando ves que un niño se lo pasa bien es porque tiene lo más importante, no quiero que tenga éxito si no le gusta. Lo que hay que hacer ahora es trabajar duro para toda la vida. Pero si tiene ya esa naturalidad es el primer paso”, matiza. Rosario Montoya, su abuela, La Farruca, añade sobre este punto que no fuerzan a los hijos a que escojan esta profesión, pero que si les gusta siempre les apoyan, sin dejar de advertirles de que es un camino duro que exige una dedicación plena.
La crisis del coronavirus ha llenado de quejíos al sector. De ahí que este espectáculo también constituya un homenaje al esfuerzo y sacrificio de mantenerse a flote. “Hemos tenido motivos para rendirnos, encerrados en una cárcel. Los flamencos no han tenido derecho a nada, muchos compañeros han llorado y se han quitado del baile. No hemos sido merecedores durante la pandemia. Y es una pena porque mucha gente vive del flamenco. Intentamos que vengan a vernos para que se alegren los corazones y tengamos este poquito de libertad.”, declara La Farruca, que reconoce estar muy emocionada de volver al Teatro Real al cabo de los años.
Para esta saga de artistas, bailar es manifestarse, reivindicar y defender al pueblo gitano, que es la expresión del flamenco. Un mensaje para ser feliz y “abrir el corazón en canal y que se nos vean las almas desnudas en el escenario”, en palabras de Farruquito. Su hijo reconoce que admira la rapidez de su abuela y el hecho de no rendirse nunca de su padre. Ante esa declaración, el bailaor coge el relevo y asegura que su lucha verdadera es acercar el flamenco para que conforme la banda sonora de las vidas: “El flamenco en sí tiene mensajes de familia, de disfrutar, de compartir con los demás, de dejarse llevar, de ser libre, de convertirte en lo que quieras. Todo el mundo necesita eso en algún momento”.
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