El fotógrafo que captura el relato ignorado tras el brutalismo madrileño

El italiano Roberto Conte aporta una mirada alternativa en torno a las moles de hormigón y cemento que surgieron en la región desde mediados de los años 60

Edificio IBM de Miguel Fisac fotografiado en julio de 2020.Roberto Conte

El fotógrafo Roberto Conte (Italia, 40 años) siente una querencia especial por retratar edificios abandonados y moles de hormigón creados durante el modernismo soviético. ¿Estará cansado de la inagotable belleza clásica de su país? “No es que la rechace, como sí hacía el futurismo de Marinetti. Simplemente, me genera una enorme curiosidad el encontrar alternativas a la considerada belleza estándar”, cuenta desde Milán. Aunque reconoce en Madrid buena parte de esa arquitectura que define a las ciudades cercanas al Mediterráneo, lo q...

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El fotógrafo Roberto Conte (Italia, 40 años) siente una querencia especial por retratar edificios abandonados y moles de hormigón creados durante el modernismo soviético. ¿Estará cansado de la inagotable belleza clásica de su país? “No es que la rechace, como sí hacía el futurismo de Marinetti. Simplemente, me genera una enorme curiosidad el encontrar alternativas a la considerada belleza estándar”, cuenta desde Milán. Aunque reconoce en Madrid buena parte de esa arquitectura que define a las ciudades cercanas al Mediterráneo, lo que le atrajo de ella fue precisamente lo que para el gusto mayoritario es considerado pura fealdad: el brutalismo. Este movimiento, más centrado en su día en la ética de la ideología socialista que en reforzar el culto a lo estético, ocupó el paisaje de la ciudad a partir de mediados de los años 60.

Conte, que también es un viajero incansable, une estas tres pasiones en series fotográficas. En 2020 tuvo la posibilidad de llegar a Madrid a pesar de las restricciones sanitarias durante el mes de julio, para enfrentarse en persona y aportar una mirada diferente a las moles de hormigón que tanto había admirado en libros y webs y a las que a menudo la gente de la ciudad no presta atención. El Instituto del Patrimonio Cultural de España en Ciudad Universitaria, la Torre de Valencia que mira al parque del Retiro y el edificio de Fernando Higueras en San Bernardo son algunos de los inesperados modelos de un ensayo fotográfico que comparte en sus redes sociales.

Exterior del Instituto de Patrimonio Cultural de España de Ciudad Universitaria.Roberto Conte
Interior del Instituto de Patrimonio Cultural de España.Roberto Conte

“Con estas fotografías también capturo mi sorpresa al descubrir aspectos inéditos en la arquitectura. Al margen de dónde sitúes a estos edificios dentro del binomio bonito o feo, son creaciones que tienen algo interesante que contar”, defiende el italiano. Lo que él describe en los textos que acompañan a su selección de imágenes es cómo el brutalismo español, que llegó a las calles una década después que en el resto de Europa debido al aislamiento franquista, quedó conectado en su día a una clase social distinta a la del brutalismo de otros países. “Cuando llegó a España, reinaba la idea de que el hormigón era sinónimo de modernidad y progreso. Mientras que en Reino Unido o Alemania es más común relacionarlo con las casas de protección social, en España suele encontrarse en iglesias, sedes institucionales y pisos de lujo, como el Edificio Princesa”, apunta tras su investigación.

Al ser ya admirador y conocedor de estos edificios, también a través de herramientas web como Google Earth, el fotógrafo necesitó menos de una semana en completar el recorrido por el brutalismo madrileño, estudiando cuáles eran las mejores horas de luz en la ciudad durante esos días de verano, recuerda.

Detalle de Torres Blancas.Roberto Conte

Conte se declara seguidor del trabajo del fallecido arquitecto Miguel Fisac, del que se ha hablado mucho en los últimos meses por la polémica intervención del colectivo de arte callejero Boa Mistura sobre su edificio en la Alhóndiga de Getafe. “Sin haber podido estudiar toda su obra en la región -lo cual es una buena razón para hacer otra visita-, siento que Fisac todavía necesita ser reconocido en Madrid como una autoridad en materia arquitectónica. No recibe la admiración que merece. Lo demuestra que cada uno de sus edificios reciban un tratamiento distinto. La demolición de La Pagoda en 1999 es una vergüenza absoluta a varios niveles. Lo de la Alhóndiga de Getafe es un asunto más complejo, que va más allá de la típica explotación política de una creación artística. Yo apoyo la idea de crear festivales de arte urbano sustentados por instituciones públicas, porque sus intervenciones son una forma de mejorar el entorno urbano. Pero no considero que estas construcciones puedan usarse como lienzos en blanco para que otros artistas expresen su creatividad sobre ellas. En mi opinión, son valiosas tal y como son y así debemos conservarlas”, defiende.

Por eso, el italiano colabora desde hace tiempo con la plataforma digital #SOSbrutalism, que busca llamar la atención en torno al legado de esta vertiente arquitectónica, permitiendo que algunas de sus fotografías formen parte de su extensa base de datos. Al preguntarle por su ejemplo favorito de brutalismo madrileño tras su ensayo fotográfico, Conte no puede evitar mencionar a las famosas Torres Blancas creadas por Francisco Javier Sáenz de Oiza. “Sus dimensiones son impresionantes. Es muy difícil encontrar algo parecido, con su potente progresión de elementos cilíndricos que se entrecruzan, una posible referencia al metabolismo japonés, y sus balcones redondeados”, cuenta maravillado.

Detalle del edificio Beatriz, en la calle de José Ortega y Gasset.Roberto Conte

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