“A las encinas no habría que tocarlas, pero la agresión humana es tal que hay que ayudarlas para que crezcan”
Bartolomé Barragán lleva 20 años cuidando de las encinas de San Sebastián de los Reyes de manera voluntaria. Hace unas semanas recibió un reconocimiento por ello
Es famoso el dicho que asegura que en la antigüedad una ardilla habría podido cruzar la península ibérica entera sin bajarse de un árbol. “Y el 90% de esos eran encinas”, agrega Bartolomé Barragán (Jaén, 66 años). Este residente de San Sebastián de los Reyes, prejubilado del sector bancario, cuida desde hace dos décadas de las encinas de su municipio de manera voluntaria, motivado, asegura, por su amor por los quercus, la familia a la que pertenecen. El pasado 21 de marzo, Día Mundial del Árbol, su Ayuntamiento le reconoció la labor en una de las zonas que él ha recuperado con su propio pulso....
Es famoso el dicho que asegura que en la antigüedad una ardilla habría podido cruzar la península ibérica entera sin bajarse de un árbol. “Y el 90% de esos eran encinas”, agrega Bartolomé Barragán (Jaén, 66 años). Este residente de San Sebastián de los Reyes, prejubilado del sector bancario, cuida desde hace dos décadas de las encinas de su municipio de manera voluntaria, motivado, asegura, por su amor por los quercus, la familia a la que pertenecen. El pasado 21 de marzo, Día Mundial del Árbol, su Ayuntamiento le reconoció la labor en una de las zonas que él ha recuperado con su propio pulso. Le ha tocado luchar de vez en cuando por estrategias de conservación y los permisos para podar y limpiar los pocos encinares que quedan en la zona, donde hay árboles de hasta 500 años. Dice conocer personalmente a todas las encinas de los alrededores, pues él es el único que las toca, aunque se está preparando para pasar el testigo a generaciones más jóvenes, que espera puedan hacer más para impulsar el conservacionismo.
¿De dónde surge su amor por las encinas?
A mí siempre me ha gustado mucho la naturaleza, pero empecé con esto en la Dehesa Boyal en el año 84 quitando las retamas, que son las pequeñísimas ramas que le salen al tronco, para que crezcan más fuertes. He aprendido yo solo a base de leer y de preguntar. Al ser de Jaén yo he preguntado a gente de mi tierra que cuida las olivas, ya que las podas son muy similares.
¿Qué parte de su labor le da más orgullo?
Es un goteo. Es ver que en veintipico años hay encinas que estaban pequeñísimas y ahora están saludables y creciendo. Es el gustazo de pasear ahora por esta zona, Los Retamales, que antes no se podía porque era prácticamente un vertedero, y ver que ha servido de algo lo que has hecho. Para mí esa es la mejor satisfacción. Ver que estamos haciendo algo por las encinas, que son un árbol muy abandonado porque tarda mucho en crecer y porque una cuadrilla que pueda cuidarlas bien cuesta un dinero.
¿Y en qué consiste exactamente lo que hacen?
Pues cortamos podamos las encinas para que crezcan mejor y limpiamos la zona para evitar el riesgo de incendios. Hay que cuidarlas, hay que mimarlas, hay que respetarlas. Lo que buscamos es que queden las encinas limpias y fuertes y se hagan adultas y una vez es adulta, ya no hay que tocarla para nada. Es más, a las encinas no habría que tocarlas, pero la agresión humana es tal que hay que ayudarlas para que crezcan fuertes.
¿Eso no le corresponde hacerlo al Ayuntamiento?
No te creas, si fuera por ellos, no harían nada probablemente. En cambio, el trabajo que nosotros hacemos les genera problemas porque cuando podamos y amontonamos ellos tienen que hacer algo. Les genera problema porque los vecinos les llaman y se quejan. Al final les interrumpes sus planes y eso no les gusta, aunque lo que hagas sea positivo. Alguna vez hicieron el intento de pagarme algo. Pero yo no quiero que nadie me pague nada. Bastaría que reciba eso para que me acusen de cualquier cosa. No quiero ningún dinero. Esto lo hago por el gustazo de hacerlo.
¿Pero esto es un pasatiempo o una misión de conservación?
Es un pasatiempo porque nosotros venimos y estamos con la motosierra a lo mejor dos o tres horas cuando puedo, no más. Cuando quemamos los restos de la poda tenemos el gustazo de hacernos una pancetita. Eso es lo que sacamos. Pero va de la mano con la conservación, porque es la única manera de preservar estos espacios y es una representación de la idea de “pensar globalmente, actuar localmente”.
¿Pero su impacto es pequeño, no le descorazona que tanto esfuerzo signifique tan poco en el panorama completo?
No, la satisfacción de esto para mí es a muy largo plazo. Yo recuerdo esta zona hace 16 años y era un vertedero; ahora es una chulada. Fuera de lo directo también soy positivo. Hemos conseguido que haya chavales jóvenes queriendo hacer cosas. Hay asociaciones que limpian la dehesa y también el Ayuntamiento está haciendo más. Después de mucha matraca, están plantando encinas y olivos, madroños, carrasca, todos árboles autóctonos; y todo eso es en gran parte por nuestra labor.
¿Y el cambio climático tiene algún efecto en las encinas?
Mucha. La encina tiene, y en general el arbolado adulto en España, desde hace años su propia epidemia. Es un bichito que ha entrado, facilitado por las sequías, que se le llama La Seca. Tú ves una encina de 200 años y en quince días se ha secado. Ahora están con tratamientos a ver si la eliminan, pero claro, la sequía ha influido muchísimo y hay muy poco que se pueden hacer porque se transmite a través de las raíces.
EL LADO POSITIVO DE FILOMENA
Cuando cayó la gran nevada del pasado mes de enero, Barragán estaba en medio de su poda anual. Filomena los obligó a volver otra vez para recoger todas las ramas partidas por la nieve. Sin embargo, no todo fueron malas noticias. Como los árboles estaban en buen estado por el trabajo de Barragán los daños fueron relativamente pocos, aunque sí tuvieron que talar un par de ejemplares por completo porque estaban rotos. Sin embargo, los árboles se recuperan mejor de un desgarro que de un corte, porque uno es natural y el otro no, entonces espera que la recuperación sea muy buena.