Un noruego que va en bicicleta a la embajada
Odd Molster apuesta por las energías renovables y por el uso del transporte no contaminante
A veces por la calle de Serrano se ve a un ciclista rubio vestido con ropa deportiva pedaleando a toda velocidad. Cuando llega al número 26, se baja del vehículo y entra en un lujoso edificio del barrio de Salamanca. Sube hasta la quinta planta y, tras ducharse, se pone un traje. Se trata del embajador en funciones de Noruega, Odd Molster, un férreo defensor del medio ambiente, del transporte no contaminante y de las energías renovables.
Odd Molster (Oslo, 56 años) tiene su residencia oficial en ...
A veces por la calle de Serrano se ve a un ciclista rubio vestido con ropa deportiva pedaleando a toda velocidad. Cuando llega al número 26, se baja del vehículo y entra en un lujoso edificio del barrio de Salamanca. Sube hasta la quinta planta y, tras ducharse, se pone un traje. Se trata del embajador en funciones de Noruega, Odd Molster, un férreo defensor del medio ambiente, del transporte no contaminante y de las energías renovables.
Odd Molster (Oslo, 56 años) tiene su residencia oficial en un lujoso chalé de La Moraleja, en Alcobendas. Llama la atención su extensa parcela de 10.000 metros cuadrados, piscina incluida. Eso sí, la visita a la vivienda en una soleada mañana comienza por el garaje donde está aparcado un utilitario alemán blanco enchufado a la corriente eléctrica. “Si queremos ser ecológicos, hay que dar ejemplo. Estamos luchando para que todos los coches de las embajadas sean de este tipo. Es muy cómodo para hacer gestiones por la capital, ya que tiene una autonomía de 200 kilómetros”, añade el diplomático. Aparte, tiene otra berlina de gran tamaño para cuando le tocan actos de representación de mayor envergadura.
La distancia que separa La Moraleja de la calle de Serrano es de unos 13,5 kilómetros. Recorrerla le lleva a Molster unos 40 minutos, si el tráfico va bien y los semáforos acompañan. “Impresiona un poco ir entre los coches, pero en realidad me respetan. Si hubiera más ciclistas, estaría mejor”, explica el diplomático, que se esfuerza por hablar en castellano.
Molster llegó como jefe de misión a principios del pasado septiembre y está a la espera de que su Gobierno nombre un embajador para después del verano. Ahora, por tanto, se encarga de toda la actividad diplomática. Su carrera empezó tras estudiar Historia y Ciencias Políticas y cursar Ciencias Políticas en Estrasburgo (Francia), gracias a una beca. Ha pasado por destinos muy diferentes como Vilnius (Lituania), Washington -en la segunda etapa de Bill Clinton- y Tokio. Tras estar una temporada en Oslo como responsable de Asuntos de Comercio, con frecuentes viajes a Ginebra, fue destinado a París y de ahí a Madrid. Aquí se encuentra solo, ya que su esposa y sus tres hijos no han viajado con él. “Es muy difícil sacrificar la carrera de uno para seguir al cónyuge”, afirma. Habla noruego, francés e inglés, además de defenderse con el español y el japonés.
La colonia noruega en España está formada por unas 40.000 personas, una cifra bastante alta si se tiene en cuenta que la población de Noruega es de unos cinco millones y medio. “Quizás con la pandemia la colonia haya bajado a la mitad. Se ubica sobre todo en Alicante, en Málaga y en las islas Canarias. En Madrid serán unos pocos centenares. A los noruegos les encanta España. En 2019, viajaron 1,5 millones”, afirma el diplomático.
El jefe de la misión reconoce que su actividad ha cambiado mucho desde la llegada del coronavirus. Si antes había reuniones presenciales, ahora la mayoría se hace por videoconferencia o por teléfono. Eso sí, la actividad no ha bajado. Tiene que enviar informes a diario de cómo evoluciona la pandemia y las medidas que se están tomando en España. “Son más o menos las mismas que en mi país. No hay diferencias exageradas. Ahora bien, la tasa de mortalidad ha sido mucho más baja”, añade del embajador en funciones. A eso ha beneficiado una bajísima densidad de población: Noruega tiene 385.000 kilómetros cuadrados. “Hay un chiste en mi país que dice que cuando se vuelva a la normalidad no habrá que mantener los dos metros de distancia y se podrá volver a los cinco”, bromea Molster, que defiende que la única solución pasa por la vacunación masiva de la población.
Aparte de la bicicleta y de perderse con ella por La Moraleja y los municipios limítrofes, el diplomático reconoce que le encanta Madrid. Perderse por el barrio de Salamanca o (en alguna ocasión) acudir a las recepciones del Palacio Real. “Hay muy buenas relaciones entre las monarquías de los dos países. De hecho, el Rey Felipe es el padrino de nuestra princesa”, recuerda Molster. Este tiene pendiente acudir a una exposición de la artista noruega Anna-Eva Bergman, en el Palacio de Velázquez del parque del Retiro, que ha organizado el Museo Reina Sofía.
Respecto al ingreso de Noruega en la Unión Europea, sus habitantes lo han rechazado en dos referendos. “La cooperación europea es todavía muy importante para nuestro país, pero debe respetar el resultado de esas consultas y la voluntad del pueblo”, afirma un europeísta convencido. Entre sus trabajos más inmediatos es intentar que se instalen molinos de viento para generar electricidad en los mares de Canarias. “Tenemos la tecnología de las plataformas petrolíferas flotantes de mi país y se puede exportar a las islas para que se autoabastezcan de energía limpia”, afirma este ecologista convencido.
Un amante de la guitarra que toca en soledad
Cuando uno entra en el salón de la residencia oficial de Odd Molster, llaman la atención un vistoso piano y una guitarra española colocada en su soporte. El embajador en funciones aprendió a tocarla en la escuela cuando era pequeño. “Tenía un profesor de música fantástico, pero era muy viejo y faltaba bastante. Cuando estaba enfermo, lo sustituía su hijo, que llegó a ser famoso en Noruega e hizo incluso un dueto con Randy Crawford”, explica el diplomático.
Como se encuentra solo en Madrid, aprovecha los ratos que tiene libre, en especial por las tardes y las noches, para tocarla un rato y ocupar su tiempo. Esa pasión la compagina con la cocina y su gusto por la comida española. Reconoce que le encanta la carne, la fruta y la verdura, pero que también disfruta con un bocadillo de calamares.
Entre sus funciones también está el promocionar los productos noruegos. De hecho, ha tenido reuniones con empresarios en su propia residencia para aumentar las importaciones de salmón y de bacalao.