Madrileños que valen la pena

Elahi Mohammad Fazle lucha por la justicia social desde la asociación Valiente Bangla

Mohammad Fazle Elahi, presidente de la asociación Valientes Bangla.ÁLVARO GARCÍA

Elahi es una fuerza de la naturaleza, un torbellino, un titán: parece que, como Atlas, se va a echar el mundo sobre los hombros. O, al menos, el barrio. Es un tipo muy grande que se sienta al fondo de un local muy pequeño: el de la asociación Valiente Bangla, que preside en Lavapiés, un lugar hasta arriba de latas de atún y paquetes de arroz que reparte a los que lo necesitan.

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Elahi es una fuerza de la naturaleza, un torbellino, un titán: parece que, como Atlas, se va a echar el mundo sobre los hombros. O, al menos, el barrio. Es un tipo muy grande que se sienta al fondo de un local muy pequeño: el de la asociación Valiente Bangla, que preside en Lavapiés, un lugar hasta arriba de latas de atún y paquetes de arroz que reparte a los que lo necesitan.

Elahi Mohammad Fazle ha pasado hace poco de los 40, no domina el castellano al 100%, pero le da lo mismo: lo que le importa es hacer llegar su mensaje y su solidaridad. Valiente Bangla ha estado dando de comer a cientos de vecinos sin importar su origen (no distingue entre personas necesitadas, como sí hace la ultraderecha). “Las asociaciones del barrio nos estamos ocupando de lo que tenían que ocuparse el Ayuntamiento, la Comunidad y el Estado central”, dice Elahi apretando el puño, “se está abandonando a los más vulnerables”.

Hay mucha pobreza en Madrid, hay mucha pobreza en España. He recorrido varios bancos de alimentos que en mi barrio atienden a miles de personas, sin embargo, no se ve la pobreza por las calles, se ven, en cambio, terrazas, algarabía, primavera, igual que no se ven los virus ni los muertos. La pobreza y la enfermedad tienen una gran habilidad para esconderse. Cuando pensamos en personas pobres pensamos en personas sin hogar, naufragadas en las calles, pero la pobreza se refugia en los pisos, en los cuerpos, en los últimos recodos, parapetada detrás de la impostura y la vergüenza.

España tiene una muy baja tasa de asociacionismo, parece que solo supiéramos socializar en los bares.

Elahi, de profesión programador informático, llegó de Bangladesh en 2004 y desde entonces lucha por la integración. Le obsesiona tener un barrio para los niños, para los abuelos, para los vecinos y no para los especuladores y los turistas. Le gusta interesarse por los vecinos de su escalera, preguntarles cómo están, si necesitan ayuda, y le cabrea cuando no entran en el juego, que vayan a lo suyo. España tiene una muy baja tasa de asociacionismo, parece que solo supiéramos socializar en los bares. Elahi quiere que todos, nacidos en España, como su hijo, y nacidos fuera, como él, convivamos en paz y armonía, ayudándonos. En la asociación dan apoyo escolar a los niños, asesoría legal, cursos de español o de costura. Durante la pandemia han ejercido de intérpretes y mediadores para saltarse las barreras idiomáticas y que todo el mundo pueda comunicarse con su médico.

Elahi, que en mitad de su gran corpulencia tiene cara de niño, también se emociona cuando recuerda su ingreso en el hospital, cuando fue gravemente afectado de coronavirus. Se le humedecen los ojos: “Los sanitarios me ayudaron, me dijeron que estaban allí, a mi lado, y a los pocos días pude salir. Me salvaron la vida y les estoy muy agradecido”. Estos, Elahi, los sanitarios, son los madrileños que hacen que Madrid valga la pena.

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