Mentiras subvencionadas
Se suele decir que tiene las patas muy cortas y que se pilla antes a un mentiroso que un cojo, pero eso tampoco es verdad
Las mentiras, como las desgracias, nunca vienen solas. Necesitan apoyarse en otras para enfrentarse a la evidencia, para intentar jugar de tú a tú con la verdad, que gana siempre, aunque a menudo, en diferido.
Para sostener la teoría de la conspiración del 11-M hizo falta una “mochila manipulada” en Vallecas; unos “presuntos suicidas” de Leganés; un preso dispuesto a contar, “mientras paguen”, “la Guerra Civil” o lo que le pidieran y unos polvos mágicos que lo mismo servían para el olor de pies que como explosivo. También hizo falta machacar a un comisario de policía, Rodolfo Ruiz, y co...
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Las mentiras, como las desgracias, nunca vienen solas. Necesitan apoyarse en otras para enfrentarse a la evidencia, para intentar jugar de tú a tú con la verdad, que gana siempre, aunque a menudo, en diferido.
Para sostener la teoría de la conspiración del 11-M hizo falta una “mochila manipulada” en Vallecas; unos “presuntos suicidas” de Leganés; un preso dispuesto a contar, “mientras paguen”, “la Guerra Civil” o lo que le pidieran y unos polvos mágicos que lo mismo servían para el olor de pies que como explosivo. También hizo falta machacar a un comisario de policía, Rodolfo Ruiz, y con él, a su familia, de forma que cuatro años después de que estallaran las bombas, murió la víctima número 193 del peor atentado perpetrado en España. Se llamaba Magdalena y se suicidó. Antes de que la increparan por la calle, repitiendo esas mentiras que oían en la radio, era policía, como su marido.
“Luchó mucho, mucho por mí, pero esa presión que sufrió llegó un momento en que no pudo aguantarla más. El bulo del 11-M destrozó a mi familia”, relató Ruiz a este diario.
Doce años después de la muerte de Magdalena, un hombre condenado ya a 29 años de prisión en otras causas calentó el inicio del juicio por la presunta financiación ilegal del PP con una confesión en la que asegura que las siglas que gobernaron España entre 1996 y 2004, y entre 2011 y 2018, disponían de una caja b desde 1982. Con ese dinero, se pagaron, entre otras cosas, según su escrito a la fiscalía, acciones de Libertad Digital por un importe aproximado de 140.000 euros [la investigación judicial contabilizó en 2014 hasta 410.000 euros en distintos paquetes]. El motivo por el cual se suscribieron estas acciones, explicó Luis Bárcenas, fue “por razón de que este medio resultaba afín a las ideas del Partido Popular y especialmente a las tesis de la autoría de ETA en los atentados del 11-M”.
Las mentiras de este tipo, las subvencionadas, pueden tener una vida larguísima, prolongando el daño de quienes las padecen.
Se suele decir que la mentira tiene las patas muy cortas y que se pilla antes a un mentiroso que un cojo, pero eso tampoco es verdad. Las mentiras de este tipo, las subvencionadas, pueden tener una vida larguísima, prolongando el daño de quienes las padecen. El PP ha querido olvidarse de esos días en los que alentaba las teorías conspirativas, que no solo hicieron sufrir a las víctimas, sino que las incrementaron, como Magdalena y su familia. “Ojalá hubiera sido ETA”, repetía Pilar Manjón, madre de Daniel, un chico de 20 años que murió aquella mañana en los trenes. Nunca se creyó los bulos del 11-M , y en los aniversarios de la matanza recibía, junto al pésame de los que la querían, amenazas y fotos de cadáveres destrozados que enviaban bestias alimentadas por el pienso de la conspiranoia.
También los medios implicados en la difusión de las mentiras se dijeron un día “circulen” y olvidaron. Ellos pueden. Rodolfo y su hija, no.