Habaneras con nieve por Carlos Cano

El festival Inverfest rinde homenaje a un gran folclorista y uno de los músicos más inquietos de la música española

Fotografía del músico Carlos Cano, en noviembre de 1986.Chema Conesa

El día después de que cayese la nevada del siglo en Madrid, Havana Blues, uno de los mejores restaurantes cubanos de la ciudad, sacó sus mesas a la terraza en un Paseo de Santa María de la Cabeza congelado, repleto de nieve en las aceras y ramas caídas por todos lados. Ni los coches podían circular por esta arteria siempre viva de tráfico desde su origen en la glorieta de Atocha ni las personas apenas caminar sin resbalarse y jugarse los huesos. La realidad distópica de la pandem...

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El día después de que cayese la nevada del siglo en Madrid, Havana Blues, uno de los mejores restaurantes cubanos de la ciudad, sacó sus mesas a la terraza en un Paseo de Santa María de la Cabeza congelado, repleto de nieve en las aceras y ramas caídas por todos lados. Ni los coches podían circular por esta arteria siempre viva de tráfico desde su origen en la glorieta de Atocha ni las personas apenas caminar sin resbalarse y jugarse los huesos. La realidad distópica de la pandemia cobraba otra dimensión como en otro giro de guion inesperado. Con la calle sumida en un crudo silencio y los pocos viandantes andando a pasitos cortos y muy despacio, parecía otra ciudad, otro país, incluso otro tiempo.

Sin embargo, Havana Blues, con sus sones sonando por los altavoces, estaba abierto con la terraza sin un hueco libre y la gente tan feliz en esa irrealidad que da estar rodeado de un manto blanco brillando al sol de enero. Aquello era como ver a la orquesta del Titanic empezar a tocar solo más estrellarse con el iceberg. Havana Blues con su terraza dispuesta sin calefacción y temperaturas bajo cero mientras Madrid es un caos por la nieve, claro, pero también por la falta de reacción de las autoridades y los servicios públicos.

MANERAS DE VIVIR

Llama la atención, de cualquier manera, cómo Madrid sabe resistir. Como una ciudad siempre de puertas afuera, resiste ofreciendo, más allá de los hogares, trincheras de todo tipo ante las inclemencias de la realidad. Trincheras como la música. Después de varios meses, se ha demostrado que la cultura es segura y han proliferado los ciclos de conciertos, como los de los del teatro La Latina y Reina Victoria de Madrid Brillante, los del teatro Alcalá y La Riviera del Ocho y Medio, los de la sala Independance Club o los de la sesión vermú del Siroco.

También se celebra el Inverfest, la cita ya clásica de conciertos en enero y febrero en el teatro Circo Price y que este año también se ha trasladado al teatro Coliseum y al Centro de Cultura Contemporánea de Conde Duque. Entre una gran programación, donde destacan Sílvia Pérez Cruz, Xoel López, Depedro, Rocío Márquez, Sidonie, Rodrigo Cuevas o Fetén Fetén, hay un homenaje a Carlos Cano previsto para el 28 de enero. Conviene señalar en rojo este tributo a Carlos Cano, fallecido a los 54 años hace ya dos décadas. A uno de los músicos más inquietos de nuestro país. Una voz tierna y embriagadora, defensora de las raíces folclóricas y mucho más.

A Carlos Cano le hubiese gustado Havana Blues, tanto por sus especialidades gastronómicas como por su hilo musical repleto de acervo y ritmo cubano. Es curioso cómo también podrían pinchar su música en el local. El granadino tuvo un magnetismo impresionante con la isla, defendiendo su belleza inmensa y, sobre todo, el enorme interés que despertaban sus gentes. Sus últimos años los vivió entregado a unir musicalmente la orilla de la isla con la andaluza. Él cantaba la preciosa Habaneras de Cádiz, cuyo estribillo reza: “La Habana es Cádiz con más negritos / y Cádiz La Habana con más salero”.

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Andaluz con las raíces bien hundidas en su tierra, pero con una amplitud de miras admirable, Carlos Cano necesitaba de un homenaje en Madrid. Se los han dado en su querida Andalucía -e incluso en un reciente disco publicado-, pero ninguno en la ciudad en la que se desarrolló como un músico de estupenda pasta, que se hizo conocido por recuperar la copla -siempre tan denostada- aunque también cantó boleros, sones, tangos, pasodobles, sevillanas, habaneras… “Cuando se habla de mi padre, siempre se tira para Andalucía. Tiene sentido. Era andaluz por dentro, por fuera y por todos lados. Pero Madrid le dio mucho. Siempre le dio cariño y apoyos. Era muy importante hacer un homenaje aquí”, explica Pablo Cano, hijo del músico y organizador del tributo junto a su antiguo representante y amigo cómplice, Antonio Peña.

De los participantes en el homenaje, entre los que se encuentran Zenet, Rozalén, Pasión Vega o Marwan, Javier Rubial versionará Habaneras de Cádiz. “Carlos reivindicó la música folclórica con espíritu”, explica Rubial. “Por ejemplo, la copla tenía una dignidad más allá del uso interesado que se hacía ella y él lo sabía. Se la consideró descafeinada, pero es equiparable al tango y al fado. Él fue más allá del mero folclore fácil. Estaba más allá de lo anecdótico”.

Más allá de lo anecdótico y lo fácil, Carlos Cano cantaba con un alma profunda músicas nuestras, incluidas las cubanas, con ese legado del romance español unido por la memoria de siglos. Y, con la nieve todavía en los tejados, escucharle en María la portuguesa, La zarzamora, Tatuaje o Alacena de las monjas transforma más la vida en un cuento.

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