La pipa de la paz de Almeida se apaga
Ser portavoz del PP otorga al alcalde de Madrid una gran proyección nacional pero lastra su papel conciliador en el Ayuntamiento
Ya no humea la pipa de la paz que todos fumaban en corro en Madrid a las órdenes del sheriff Almeida. Como si de una película de Sergio Leone se tratara, la tregua municipal en Madrid saltó a todas las pantallas en horario de máxima audiencia. Rompiendo con los guiones bélicos del Congreso de los Diputados y de la Asamblea regional, los concejales del Ayuntamiento de la capital, vaqueros e indios, habían enfundado los rifles y enterrado...
Ya no humea la pipa de la paz que todos fumaban en corro en Madrid a las órdenes del sheriff Almeida. Como si de una película de Sergio Leone se tratara, la tregua municipal en Madrid saltó a todas las pantallas en horario de máxima audiencia. Rompiendo con los guiones bélicos del Congreso de los Diputados y de la Asamblea regional, los concejales del Ayuntamiento de la capital, vaqueros e indios, habían enfundado los rifles y enterrado el hacha de guerra. Pero la película se ha quedado sin actores para la segunda parte. Suenan tambores de guerra y al sheriff le quieren quitar el papel de bueno y dejarle el del feo o el del malo.
Desde que en agosto fuera nombrado portavoz nacional del Partido Popular, en torno a José Luis Martínez-Almeida (Madrid, 45 años) pivotan las tres Administraciones de manera cotidiana: la local, la autonómica y la central. Sale cada día de casa con Cibeles, Sol y Génova en la mochila. Demasiado peso, entiende la oposición, que ha adoptado como mantra cotidiano el hecho de que Almeida ha abandonado en su viaje a los vecinos de la capital. “Tiene que ser usted más alcalde de Madrid y menos portavoz del Partido Popular”, le espetó -una vez más- en el pleno del martes Rita Maestre, la portavoz de Más Madrid. Casi calcada la frase de Pepu Hernández, portavoz socialista: “Cada vez es menos alcalde de Madrid. Y cada vez es más portavoz”. Así a diario.
De fondo, esencialmente, la permanente bronca con el presidente Pedro Sánchez, el habitual guirigay de las restricciones de la presidenta autonómica, Isabel Díaz Ayuso, y los Acuerdos de la Villa que los cinco grupos municipales refrendaron por unanimidad en julio y que marcan la senda para afrontar la crisis sanitaria, social y económica. Esos acuerdos, complicados de cumplir, son un pequeño milagro que forma parte de esa anomalía que supone el que todos los partidos, de Vox a Más Madrid, estamparan su firma en un mismo documento. Eran tiempos mejores para las ententes municipales.
Los expertos consultados no dudan de que estamos ante un político que ascendió con la pandemia a la cresta de la ola nueve meses después de tomar, en junio de 2019, el bastón de mando de la capital y que, al contrario de lo que opina el propio alcalde, el desdoble de cargos supone un lastre para los intereses locales. La decisión de nombrarle portavoz “puede generar expectativas de alivio a la oposición en el Consistorio porque puede poner en aprietos al gobierno de Almeida”, argumenta Lluis Orriols, politólogo de la Universidad Carlos III. “Su elección como portavoz nacional rompe el consenso en torno a la figura que ha de tener un regidor como el alcalde de todos los madrileños”, opina Román Echániz, también politólogo. “Las probabilidades de hacer efectiva esta vocación inclusiva se ven reducidas al posibilitar a la oposición cargar contra su figura, no por su papel como alcalde, sino como portavoz nacional del PP”.
“Obviamente, a medida que pasa el tiempo es más difícil mantener ese consenso"Sandra León, politóloga
Esos consensos en torno a la covid-19 en Cibeles “nacieron en un momento de amplia tensión que requería acuerdos de todas las fuerzas ante el primer envite de la pandemia”, comenta Sandra León, politóloga de la Universidad Carlos III. “Obviamente, a medida que pasa el tiempo es más difícil mantener ese consenso, también porque la figura de Almeida ha cambiado con la bicefalia y la política nacional, ampliamente polarizada, contamina el ámbito municipal”.
Aparentemente inmune a las críticas, Almeida sigue siendo una ametralladora dialéctica que se hace fuerte en el trono de la oratoria. Domina las claves de la argumentación y memoriza datos sin necesidad de papeles. Se siente seguro agarrado firme al atril con las dos manos y despojado de la mascarilla, que le empaña constantemente las gafas. También se le ve cómodo pese a las circunstancias adversas en la radio y en la televisión, donde se expone mucho más que otros. Vive bajo el foco mediático con una agenda de vértigo. Es fácil que una decena de cámaras y una veintena de reporteros cubran una simple visita a una carpa informativa de la covid-19, como ocurrió el miércoles. Sus respuestas a diario suponen un repaso a los principales asuntos de la actualidad española. Sin las dudas de Ayuso, se lanza a responder lo que haga falta.
El alcalde aseguró el martes que el 66% de las 352 medidas de los Pactos de la Villa ya se han implementado o se están tramitando. El PSOE lo dejó en un 22,5%. La auditoría de Maestre fue más allá del porcentaje y enumeró importantes lagunas como la tarjeta de familia, el transporte público o la brecha digital y sanitaria. En ese mismo pleno agua y aceite formaron un cóctel imposible cuando Vox apoyó las ocho propuestas planteadas por la oposición. Fue, aunque el portavoz Javier Ortega Smith lo negara, un sopapo por la actuación de Pablo Casado en la moción de censura de Vox en el Congreso, que enfadó a Almeida que, sin embargo, salvará casi con toda seguridad con la ultraderecha los presupuestos de 2021.
La mano de Casado
Tres momentos marcan el reciente encumbramiento político de este abogado del Estado. Primero, el presidente del PP, Pablo Casado, lo nombra candidato a la alcaldía siendo un desconocido para la calle. Segundo, se convierte en primer edil de la capital con los peores resultados cosechados por su partido. Y tercero, a mediados del pasado agosto Casado lo aúpa a portavoz nacional del partido. Ese día, Almeida llegó a Génova bajo el aura del político pacificador y triunfal frente a la pandemia. Ese día empezó también a apagarse la pipa de la paz que compartía en el Ayuntamiento con los grupos de la oposición. ¿Fue un regalo envenenado?
Sandra León no lo cree así. Es más, entiende que puede ser hasta un salvavidas si en el Ayuntamiento le sopla el viento en contra. “La figura del alcalde de Madrid es importante dentro del panorama político nacional pero no comparable con los barones territoriales o el peso del portavoz nacional”. Cree esta politóloga que Almeida ganó notoriedad con la gestión de la pandemia pero este nuevo puesto puede suponer “una palanca importante”, ya que “el equilibro en el Ayuntamiento es complicado” porque no tiene “una mayoría amplia”.
“Para el PP no es mala decisión tener como cara visible a alguien que ha ganado crédito político. Pero para Almeida es otra cosa. Puede ser un regalo envenenado”Luis Orriols, politólogo
“Para el PP no es mala decisión tener como cara visible a alguien que ha ganado crédito político. Pero para Almeida es otra cosa. Puede ser un regalo envenenado” porque “ser portavoz aumenta la visibilidad pero aumenta también las inconsistencias entre la posición del partido y la de alcalde y esas inconsistencias pueden ir lastrando el crédito ganado”, añade Lluis Orriols.
Ese crédito, hasta cierto punto, se ve con el termómetro de su cuenta de Twitter. El alcalde despegó también en la red. En marzo ganó 43.663 seguidores, en abril 55.048, en mayo 37.624 y en junio 15.637. Este sábado ha alcanzado los 230.000 y la actualidad sube unos 4.000 al mes. Puede ser poco comparado con el pico de abril, pero mucho con los 300 al mes que se unían a su perfil en 2018, cuando no era más que un hooligan opositor al que nadie veía con el bastón de alcalde ni como portavoz nacional del PP.
Del escrache en Lavapiés al bálsamo en Aravaca
Hay ciudad más allá de la moqueta de Cibeles. El alcalde quiere descentralizar el apoyo institucional en tiempos de vendaval pandémico. Por eso José Luis Martínez-Almeida, del PP, anda de gira por barrios de todos los colores. “Nuestro despacho tiene que estar más que nunca en la calle”, defiende. Unos lo critican, como en Lavapiés, feudo indiscutible de la fuerza opositora Más Madrid. Otros le aclaman, como en Aravaca, acomodado barrio donde el PP gana cómodo.
Lavapiés, tarde del jueves: No se convocó a la Prensa. La policía controló de cerca a subsaharianos y magrebíes en la plaza de Arturo Barea. “Dábamos vueltas pero no aparecían”, cuenta Paco, un vendedor ambulante del Rastro, que con este lleva 34 domingos cerrado. Dieron al final con la comitiva de una quincena de personas, con Almeida y el concejal del distrito Centro, José Fernández, que le presentó el proyecto de mejoras para la zona Lavapiés en positivo. “¡Queremos trabajar!”, gritaban lo vendedores. Carmen Navas iba con otro grupo, los antidesahucios, que dio la matraca durante una hora. “Era nuestra oportunidad para hacerle el escrache”, detalla a través del teléfono esta mujer estafada por una falsa inmobiliaria. Se desgañitó mientras grababa con su móvil. Carteles en mano los persiguieron al grito de “¡Derecho a techo!” o “¡Gobierna para el pueblo!”. Varios escoltas hacía de cancerberos y las protestas no fueron a más. Almeida se fue de Lavapiés sin dejar constancia en su Twitter.
Aravaca, mañana del viernes: Aquí sí se convocó a la Prensa. Hubo luces y taquígrafos y a falta de manifestantes. No había vecinos pancarta en mano. Al contrario. Leticia, una vecina que paseaba a su perro, le aplaudió nada más verlo al bajarse de la moto. Calma y quietud en el parque donde Almeida respondió a los periodistas rodeado de paseantes curiosos. Aravaca fue una seda comparado con Lavapiés. La concejal Loreto Sordo, que promueve una campaña de apoyo al comercio de proximidad, acompañó a Almeida en su paseo. Primera parada, una tienda de moda de hombre de precios poco próximos. Nada más pisar de nuevo la acera, sin detenerse en el estanco, selfie con el móvil de una fan. Unos metros más allá una señora interrumpió su aperitivo con un piropo: “Lo mejor que tenemos”. Ya en la plaza de San Anacleto otra señora con las manos entrelazadas en el pecho se le plantó delante: “¡Qué ilusión!”. No hay duda, Almeida jugaba en casa. Y al rato dio cuenta de ello con un tuit.
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