Lo peor de lo peor

La ciudadanía acepta confusa y con resignación la segunda ola y la negligencia política

Locales vacíos en Gran Vía.víctor sainz

El bar está vacío y, ahora que está abolida la barra, han colocado tres mesas altas en el espacio central. Tres caballeros solitarios beben en silencio, alguno lleva los auriculares puestos. Uno, de aspecto elegante y draculino, apretándose un brandy, tiene gesto alcohólico. Los tres miran a la calle apesadumbrados, la calle iluminada por la luz naranja de las farolas, la calle de la peor ciudad del peor país, lo peor de lo peor de la pandemia en nuestro entorno.

Estos tres bebedores nocturnos, estos tres seres hopperianos, metaforizan la aceptación de la tragedia, el hastío, cua...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El bar está vacío y, ahora que está abolida la barra, han colocado tres mesas altas en el espacio central. Tres caballeros solitarios beben en silencio, alguno lleva los auriculares puestos. Uno, de aspecto elegante y draculino, apretándose un brandy, tiene gesto alcohólico. Los tres miran a la calle apesadumbrados, la calle iluminada por la luz naranja de las farolas, la calle de la peor ciudad del peor país, lo peor de lo peor de la pandemia en nuestro entorno.

Estos tres bebedores nocturnos, estos tres seres hopperianos, metaforizan la aceptación de la tragedia, el hastío, cuando el asombro y la indignación se ven adormecidos por lo etílico y el inopinado curso de los acontecimientos. A todo se acostumbra uno y a la pandemia ya la podemos llamar hogar. Hay días que hay pandemia y llueve. Hay días que hay pandemia y hace sol. A partir de las 10 de la noche todo se queda dormido. Y sigue habiendo pandemia.

Estamos en el momento más extraño desde la aparición del virus. Un sí pero no, un quiero y no puedo. Viene la segunda ola y se discute si importa más el bolsillo o el cuerpo. ¿Cuánta gente tiene que morir para compensar la balanza de las pérdidas económicas? ¿Cuánta gente puede morir por esas mismas pérdidas económicas? Sabemos, eso sí, que no puede haber economía sin salud. ¿Puede haber salud a pesar de la economía?

Hay quien dice que es mejor hacer un confinamiento corto y de verdad que marear la perdiz. Crece la sensación de que la situación se cronifica y de que nadaremos en esta incertidumbre durante meses, tal vez para siempre. Ay, la bolsa o la vida... Es como Alien vs. Predator: gane quien gane, la Humanidad pierde. Los científicos han escrito una carta diciendo que les hagan caso: sería un bonito detalle. Hasta Iker Jiménez desmonta bulos y conspiraciones por la tele.

Madrid no se sabe si está muerta o viva, o ambas cosas a la vez, como el gato de Schrödinger. Los gatos madrileños han petado la calle durante el fin de semana, porque ya no saben qué tomarse en serio, porque la normalización conduce al riesgo, ante el sainete de las autoridades enfrentadas y una presidenta que no es que gobierne mal, es que parece no estar capacitada. En Madrid no se debe hacer casi nada, pero se puede hacer casi todo; tampoco se entiende bien cuándo y cómo podemos hacer lo que no debemos, ni dónde. En fin, es todo WTF, un buen pifostio.

Mientras tanto los pequeños comercios cierran, así como los discopubs. Los cuerpos son enchufados a máquinas en los hospitales. Los tres caballeros solitarios dan un trago y posan, pusilánimes, el vaso sobre la mesa. Las pandillas pasan alegres y abrazadas por la calle, rumbo a la fiesta. Al fondo del pulmón, el virus canta.

Sobre la firma

Más información

Archivado En