Negacionistas víricos

El coronavirus, en vez hacernos replantear nuestra forma de vida, parece que solo pudrirá más nuestros cerebros

La artista Ouka Leele, negacionista de la mascarilla.

Van sin mascarilla y se abrazan y se frotan y se besan y gritan: “Que nos lleven a prisión por abrazarnos, que nos lleven a prisión por amarnos”. Creen que viven en una película de James Bond y que los demás somos borregos: ellos están “despiertos”. No sé qué se debe sentir por ellos, si rabia o compasión. Y, en efecto, han tenido problemas con la policía.

Los poderosos Médici promovieron la Peste Negra con el fin de manejar a la Humanidad a través del invento de la imprenta. Este dislate histórico es un meme que anda circulando por Internet para chotearse de las teorías conspiranoicas ...

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Van sin mascarilla y se abrazan y se frotan y se besan y gritan: “Que nos lleven a prisión por abrazarnos, que nos lleven a prisión por amarnos”. Creen que viven en una película de James Bond y que los demás somos borregos: ellos están “despiertos”. No sé qué se debe sentir por ellos, si rabia o compasión. Y, en efecto, han tenido problemas con la policía.

Los poderosos Médici promovieron la Peste Negra con el fin de manejar a la Humanidad a través del invento de la imprenta. Este dislate histórico es un meme que anda circulando por Internet para chotearse de las teorías conspiranoicas que nos atormentan, ahora con Bill Gates, el coronavirus y el 5G, como en una novela de Thomas Pynchon.

Se ven por Madrid desde junio concentraciones de negacionistas víricos, que manejan esas teorías absurdas e incluso niegan la existencia del virus (“porque nadie lo ha visto”). Se reúnen en el Paseo del Prado o en Callao y reciben visitas de algunas celebrities, como la lisérgica fotógrafa Ouka Leele, que les dice que “la mejor mascarilla es el amor”. Cuando lean esto dirán que lo dictó George Soros.

Apelan a la libertad adolescente de no ponerse mascarilla (supongo que también creen en otras libertades fundamentales como conducir borracho o practicar el sexo sin protección) y desconfían de un Estado opresor que probablemente tendrá que cuidarles si acaban enfermando (esperemos que no sean candidatos a un premio Darwin). La vacuna, no, gracias. Tienen pinta de ultraderecha montaraz, de izquierda feng-shui (como la bautizó el escéptico Mauricio-José Schwarz en un libro publicado por Ariel), hay médicos cesados por difundir bulos y hasta un señor que se parece a Jesucristo.

Se creen, muy ufanos, en posesión de una verdad oculta (lo llaman el “coronatufo”), se creen los más listos. En realidad, son ignorantes de la evidencia científica y de la normalidad histórica, donde las pandemias no son la excepción, sino la regla. Como ellos están vivos ahora mismo, y, por tanto, este es el momento más importante de la Historia, dicen que no asistimos a una pandemia, sino una operación orquestada (un plandemia o plandemonia) para dominar el planeta, fumigándonos con no sé qué venenos desde los vuelos comerciales e implantándonos chips para espiarnos.

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No tienen ninguna prueba más allá de coincidencias, sesgos de confirmación, exageraciones o numerología. Esto lo dicen en las redes sociales, a través de su smartphone, sin darse cuenta de que los verdaderos instrumentos de espionaje y manipulación son estos gagdets que utilizan voluntariamente, tan contentos.

La Peste Negra supuso, más allá de la pandemia, un soplo de aire fresco que permitió avances en la ciencia médica (lo empírico empezó a reemplazar a la autoridad de los textos clásicos) y en la cosmovisión. El coronavirus, que además de al sistema respiratorio afecta al pensamiento, solo logrará pudrir aún más nuestros cerebros.

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