“La gente no viene a por el gofre sino por la experiencia”

Pedro Buerbaum, dueño de 'La Pollería', incorpora los 'pollolos', la versión de hielo del producto con el que llamó la atención

Pedro Buerbaum, propietario de La Pollería, local en Chueca de venta de gofres y helados con forma de pene.KIKE PARA

En el Orgullo de 2019, a Pedro Buerbaum (24 años, Tenerife) se le encendió la bombilla para darle un empujón a su heladería, Ice&Dreams: gofres con forma de pene. No lo hizo, pero la idea le siguió rondando hasta que no tuvo más remedio que lanzarse a la piscina. En diciembre del año pasado abrió La Pollería (Gravina, 3), una provocación culinaria que llamó la atención y que se ha convertido en parada para comprar y hacer...

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En el Orgullo de 2019, a Pedro Buerbaum (24 años, Tenerife) se le encendió la bombilla para darle un empujón a su heladería, Ice&Dreams: gofres con forma de pene. No lo hizo, pero la idea le siguió rondando hasta que no tuvo más remedio que lanzarse a la piscina. En diciembre del año pasado abrió La Pollería (Gravina, 3), una provocación culinaria que llamó la atención y que se ha convertido en parada para comprar y hacerse fotografía para muchos curiosos. A los ‘pollofres’ (3,80 euros, por 50 céntimos más con crema de sabores) se les ha unido para el verano los ‘pollolos’, helados con forma de pene (mismo precio). En seis meses sus seguidores en Instagram ascienden a 50.800. Ahora su intención es abrir otro local que solo venda gofres con forma de vagina.

¿Cómo ha recibido su clientela los ‘pollolos’?

Muy bien, ahora mismo la mitad de las ventas son de ‘pollolos’. Hay de varios sabores (blue tropical, café, nata, chocolate, fresa y vainilla) y veremos cuál gusta más a los clientes para fijar los seis más populares. Nos hemos roto la cabeza para encontrar la manera de hacerlos y que queden bien, porque no se puede hacer por el método tradicional de hacer polos.

¿Cómo los hacen?

No lo podemos decir, que nos lo copian.

¿Se esperaba este éxito?

En cuanto se me ocurrió sabía que iba a llamar la atención, pero el principio fue surrealista: a los tres días de empezar llegaba a la tienda a abrir y ya había gente esperando. Había gente que esperaba tres horas para probar un ‘pollofre’, me sonaba continuamente el teléfono para entrar a hablar en la radio argentina o para ver si podía venir la televisión holandesa. La primera foto tuvo 5.000 likes y 42.000 compartidos. Los seguidores en Instagram, además, son orgánicos [no llegan por publicidad] porque el algoritmo no nos publicita porque lo considera contenido inapropiado.

¿Le llegaron muchas críticas?

Sí. Que si es degenerado, que si sexualizamos al colectivo y al barrio… Eso es publicidad gratis para nosotros. No nos posicionamos, no es ninguna interpretación, es un negocio divertido del que la gente se va llorando de la risa.

¿Cuál es el ‘pollofre’ que más pide la gente?

El de chocolate con chocolate blanco en la punta. Tenemos un público muy realista.

¿Le preguntan por los gofres con forma de vagina?

En cuanto encontremos local abrimos.

¿Ya tienen el molde para el gofre?

Sí, los hemos pedido a medida y creo que han quedado muy realistas. No es como el ‘pollofre’, que tienen una forma más fácil, pero han quedado muy bien.

¿Hay que tener algo especial para trabajar en La Pollería?

Al último que contraté le llamé porque su foto del currículum era él en First Dates. Hay que tener algo porque la gente no viene a por el gofre sino por la experiencia, por el show que montamos y las bromas que hacemos.

¿Cómo cuáles?

Decirles a los clientes, por ejemplo: “¿Te gustan morenitas?”

¿Por qué hace tanta gracia?

Es demasiado loco. Yo lo tengo muy normalizado porque llevo seis meses lidiando con los ‘pollofres’, pero para la gente dice “¿Cómo puede ser que haya una tienda que solo venda gofres con forma de polla?”. Todo el que viene aquí habla de ello. No es como un pincho de tortilla, que muy bueno tiene que estar para que lo cuentes después.

¿Cómo ha afectado la cuarentena?

Antes éramos nueve trabajadores, ahora somos solo cuatro. No hemos recuperado el ritmo de venta de antes, de unos 1000 pollofres al día . Ahora, unos 500 entre pollofres y pololos.

¿Qué contesta cuando le preguntan en qué trabaja?

Digo que soy el de La Pollería, porque todo el mundo lo conoce. Hay gente que se me acerca para preguntarme si soy el de los ‘pollofres’. Toda mi vida construyendo una reputación para que me acaben llamando “Pedro el de las pollas”. Sí que me planteo qué diré cuando esté con una chica y conozca a su padre y le tenga que contestar a qué me dedico. Le diré que al comercio de alimentación minorista [ríe].

Clientela que busca algo único

Buerbaum recuerda que cuando hablaba de su idea para montar La Pollería el comentario que recibía siempre era: “No puede ser, estás loco”. Le encantaría tener un local en la Puerta del Sol: “No encaja tanto como en Chueca pero es donde están los turistas, que lo que quieren es hacer algo único y esto no lo hay en ningún sitio más”.

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