25 ‘contadores’ para sacar las cuentas de cómo afrontar los tramos más complicados en Metro de Madrid

A las 8:30 de la mañana de este jueves, en la estación de metro de Menéndez Pelayo, en una hora punta extraña como todas desde que comenzó el estado de alarma, Alba Jiménez, Olga Allas y Javier Hiernaux esperan en el andén a que se pare el tren para contar viajeros. Desde las 6 hasta las 9, cada uno se encarga de controlar dos coches: cuentan cabezas y apuntan en su carpeta el número de tren, la hora de paso, los viajeros en el vagón 1, los viajeros en el vagón 2, la escala de aforo y si se queda alguien en el andén esperando al siguiente tren. Lo más importante, aseguran, es la escala de afor...

A las 8:30 de la mañana de este jueves, en la estación de metro de Menéndez Pelayo, en una hora punta extraña como todas desde que comenzó el estado de alarma, Alba Jiménez, Olga Allas y Javier Hiernaux esperan en el andén a que se pare el tren para contar viajeros. Desde las 6 hasta las 9, cada uno se encarga de controlar dos coches: cuentan cabezas y apuntan en su carpeta el número de tren, la hora de paso, los viajeros en el vagón 1, los viajeros en el vagón 2, la escala de aforo y si se queda alguien en el andén esperando al siguiente tren. Lo más importante, aseguran, es la escala de aforo: 1, 2 y 3, dependiendo del número de viajeros por metro cuadrado. Lo recomendable, y lo común estos días, es que cada viajero tenga al menos su metro cuadrado de espacio.

Como ellos, otros 22 aforadores, ataviados con chalecos naranjas, cuantifican los usuarios de Metro de Madrid para un estudio del Consorcio Regional de Transportes de Madrid con el objetivo de detectar qué tramos aglomeran más gente y reforzar dichos trayectos durante la desescalada. Al final del turno de trabajo, Raúl Lasuegra, jefe del equipo de aforadores en cinco estaciones, recibe en su móvil 15 fotos con las tablas de datos recogidos y las envía a su empresa, Ábaco, que digitaliza los datos y los envía al Consorcio. El estudio se prolongará tres semanas y cada día se centrará en un punto de Metro de gran afluencia que está identificado como muy transitado: este lunes aforaron las líneas 1 y 6, alrededor de la parada de Pacífico; el martes, la de Avenida de América; el miércoles, las líneas 8 y 10 en la intersección de Nuevos Ministerios; y este jueves, las paradas que preceden a Sol en la línea 1.

Los resultados de este estudio servirán al Consorcio para localizar los focos de aglomeración: “La gente entra por toda la red, pero después tiende a dirigirse al mismo punto de intensidad. Sabemos en qué estaciones entran más usuarios, pero necesitamos conocer los puntos de intensidad para evitar esas aglomeraciones”, explican fuentes de Área de Metro y Metro Ligero en Consorcio Regional de Transportes de Madrid.

La red debe ajustarse a las últimas indicaciones del Ministerio de Transporte, que obligan a que en los solo se puedan ocupar el 50% de los asientos y que haya dos personas por metro cuadrado entre las personas que vayan de pie. Esta limitación supone que, de 10 personas que utilizaban la red antes de la crisis, solo podrán utilizarla 4 o 5 personas. De momento, la afluencia permanece muy por debajo de lo normal, pero se prevé los madrileños cojan más el Metro en las fases 2 y 3 y que vuelvan a generarse estas congestionadas horas punta contra las que intentan luchar.

El análisis servirá para valorar qué trayectos se refuerzan durante la desescalada. Si es necesario, se añadirán autobuses entre estaciones congestionadas o entre municipios aledaños a la capital y el centro de Madrid. Metro también incluirá controles en los accesos de algunas estaciones y se restringirá el paso a los usuarios cuando alguna línea sobrepase el número de pasajeros permitido.

Los observadores de Metro, donde es obligatorio llevar mascarilla desde hace principios de mayo, observan cómo actúan ahora los usuarios de la red mientras cuentan los viajeros: “Ahora la gente no entra corriendo, se fija antes de entrar y va al que está menos lleno”, cuenta Olga Allas. “Creo que la gente no sabe qué estamos haciendo”, cuenta su hijo y compañero de trabajo, Javier Hiernaux, que lleva en la mano un aforín, un aparato pequeño para contar. La pregunta que más les hacen los viajeros: “¿Qué vagón es el que va más vacío?”. “La gente ha cogido miedo a la gente y por tanto al Metro”, continúa Hiernaux. A todos les gusta este trabajo: “Es entretenido ¡Y te terminas aprendiendo el metro!”, concluye Hiernaux.

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