La librera que salvó su negocio pedaleando
Elena Martínez ha recorrido más de 600 kilómetros en bicicleta para entregar 1.297 libros en Tres Cantos durante el estado de alarma
El madrileño municipio de Tres Cantos tiene una sola librería. Su dueña, Elena Martínez, de 41 años, dejó su trabajo como profesora para cumplir su sueño de ser librera. “Era una locura, pero si no lo intentaba me lo iba a reprochar toda mi vida”, dice. Cuatro años más tarde Serendipias permanece a flote, aunque la pandemia del coronavirus amenazó con acabar con ella.
Recuerda perfectamente el momento del 14 de marzo en que escuchó las declaraciones del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciando que en el estado de alarma negoc...
El madrileño municipio de Tres Cantos tiene una sola librería. Su dueña, Elena Martínez, de 41 años, dejó su trabajo como profesora para cumplir su sueño de ser librera. “Era una locura, pero si no lo intentaba me lo iba a reprochar toda mi vida”, dice. Cuatro años más tarde Serendipias permanece a flote, aunque la pandemia del coronavirus amenazó con acabar con ella.
Recuerda perfectamente el momento del 14 de marzo en que escuchó las declaraciones del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciando que en el estado de alarma negocios como el suyo tendrían que cerrar para evitar la propagación del virus. En ese momento, el pánico y la incertidumbre se apoderaron de Martínez. “¿Qué va a pasar con el negocio?”, se preguntaba. No quería que el virus acabará con su sueño.
No se podía quedar de brazos cruzados mientras veía cómo todos sus clientes empezaban a comprar los libros por internet, señala. En Tres Cantos ocurre algo particular: sus 47.000 habitantes son uno de los mayores consumidores de productos online en toda España. “Quería resistir al gigante de Amazon”, afirma Martínez.
Así que esta filóloga decidió ponerse el casco de su bicicleta y empezó pedalear para entregar los libros de casa en casa. Por las mañanas hacia vídeos en directo en redes sociales donde mostraba algunos títulos y contaba un poco de la trama de cada uno. Sus clientes se fueron interesando y le comenzaron a llegarle los pedidos. Al principio eran tres o cuatro pedidos al día, pero en algunas jornadas ha llegado a entregar 30 pedidos.
La acogida fue tan buena que le tocó pedirle ayuda a su padre, Víctor Martínez, de 63 años. Entre los dos empezaron a recorrer la ciudad para repartir los libros. “Al comienzo me pedían solo para los niños, pero después me pedían cajas con libros para toda la familia, estaban aburridos de ver series”, cuenta Martínez.
Se ofrecía entrega rápida, en pocas horas, y la librera destaca que se cumplía con todas las medidas de seguridad. “Soy la única que los manipulo y antes de meterlos en la bolsa los desinfecto”, detalla la librera.
Martínez ha recorrido más de 600 kilómetros en su bicicleta para entregar 1.297 libros en Tres Cantos durante el estado de alarma. “Cuando alguien pedía la biografía de Churchill, me tocaba coger el coche para entregar los libros porque era demasiado peso para la bicicleta”, dice entre risas.
Los libros que los tricantinos más le han pedido durante esta pandemia han sido:Y Julia retó a los dioses, de Santiago Posteguillo, y De la melancolía, de Espido Freire, para los lectores adultos. Anna Kadabra, un problema con alas, de Pedro Mañas y David Sierra, para el público infantil. “Mi meta es que todo el mundo se convierta en lector”, afirma Martínez.
Pese al esfuerzo, la crisis le ha afectado. Abril y mayo son dos meses muy importantes para la industria editorial por el día del libro y de la madre. Martínez ha notado pérdidas en sus ingresos de hasta un 52% con respecto al año pasado.
La librería tiene unos ingresos mensuales que rondan los 20.000 euros que, después de pagar el alquiler del local, los proveedores y los gastos, se quedan en su presupuesto para vivir al día. “Imagina la cantidad de libros que tengo que vender”, dice.
Ahora sus pedidos a domicilio han disminuido. Las personas están pidiendo cita previa para ir a la librería y así darse un paseo. Martínez instaló en la entrada de la librería una pequeña barra para que los clientes puedan ver de lejos los libros y escoger sin entrar en el local o ser atendidos a la puerta del local. Ahora ella se queda en la librería mientras su padre sigue pedaleando entregando los pedidos.
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