Redes desde las redes
No me puedo imaginar cuáles serán las condiciones en las que estarán viviendo durante el confinamiento muchas personas LGTBQ+ en casas cuyas familias biológicas no les apoyan
Son las cuatro de la mañana y escribo mientras preparo unos fideos instantáneos. Recuerdo a mi primo asustándome de pequeño siempre que comía fideos instantáneos diciendo que me iba a momificar por los preservativos que llevan. Tras el confinamiento, he notado cómo mi higiene de sueño ha decaído, afectando mis hábitos de sueño y empezando mis días en altas horas de la noche. Debido a las cancelaciones y los cambios de fecha de mis conciertos, me encuentro con mucho tiempo libre en mis manos, lo que me da más tiempo para ver películas. Recomiendo dos documentales: Break The Wall, que hab...
Son las cuatro de la mañana y escribo mientras preparo unos fideos instantáneos. Recuerdo a mi primo asustándome de pequeño siempre que comía fideos instantáneos diciendo que me iba a momificar por los preservativos que llevan. Tras el confinamiento, he notado cómo mi higiene de sueño ha decaído, afectando mis hábitos de sueño y empezando mis días en altas horas de la noche. Debido a las cancelaciones y los cambios de fecha de mis conciertos, me encuentro con mucho tiempo libre en mis manos, lo que me da más tiempo para ver películas. Recomiendo dos documentales: Break The Wall, que habla sobre la historia de la música electrónica en China (descubrí que hubo una rave en La Gran Muralla China en el año 1998), y Shakedown, una película documental neo-noir de Leilah Weinraub, que recoge sus filmaciones a lo largo de 15 años (desde 2002) de un club underground de striptease en Los Ángeles, abierto por y para mujeres disidentes sexuales negras. Muestra la importancia de las familias elegidas en las comunidades disidente sexuales y racializadas. “Somos nosotras contra el mundo y, si no nos mantenemos unidos, ¿a quién tenemos?”
A la hora de navegar mi racialitud y mi sexualidad, aprendí la importancia que tenía construirlas con personas de las cuales no estamos necesariamente relacionados por ningún vínculo ni conexión biológica y/o legal, sino por nuestra identidad y la necesidad de buscar un refugio (en algunos casos supervivencia), o donde poder compartir y debatir sin sentirse juzgadas. Un ejemplo son las houses (casas, espacios en este caso) en la comunidad ballroom (desfiles y shows de celebración). Las houses eran formadas por familias elegidas, aquellas construidas por madres o padres quienes acogían en sus hogares a sus “hijos o hijas”, quienes enfrentaban a hostilidad o discriminación en sus propias casas. No me puedo imaginar cuáles serán las condiciones en las que estarán viviendo durante el confinamiento muchas personas LGTBQ+ en casas cuyas familias biológicas no les apoyan.
Mis espacios de resistencia y cuidados se han visto virtualizados en grupos de WhatsApp y sesiones de Zoom. En momentos en los que los sentimientos contra las comunidades racializadas están aumentando empiezas a reapreciar el acto de juntarse. ¿Cómo se reconstruyen redes de cuidados desde las redes?
Al contarle a una “hermana” sobre mi higiene de sueño me escribió en tono de broma que tuviera “Cuidado con Hǔ gū pó”. Se refería a un cuento popular infantil (muy conocido en Taiwán) para asustar a los niños para que vayan a dormir pronto. Hǔ gū pó era una mujer (nótese la misoginia) que vivía en la cima de una montaña cuyo sueño era convertirse en humana, pero la única forma de hacerlo era comiendo a niños. Dejaba su montaña para ir a buscarlos de noche a sus casas. “Tranquila Y”, le escribí, “habiendo comido tantos fideos instantáneos, no creo que seamos de su gusto”.
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