Antela, la gran laguna ‘excomulgada’ y aniquilada, recobra vida con ayuda de las vacas de Samuel
Colectivos de defensa de los mayores humedales de España desecados en el franquismo piden al Gobierno que active el plan de recuperación, prometido para 2030
“La naturaleza dio a [la comarca de] A Limia todos los elementos para su riqueza y bienestar”, adoctrinaba en 1831 Juan Manuel Bedoya, canónigo cardenal de la catedral de Ourense. “Tantas ventajas naturales reclaman altamente los auxilios del arte para remover el único obstáculo que hace siglos se opone a su opulencia”, continuaba argumentando el religioso. “Este es el grande y pestilente charco de la laguna Antela, enemigo declarado de la industria agrícola, de la granjería pecuaria y de la misma humanidad… Despide vapores fétidos y mortíferos que vician el ambiente… inmundo, inútil y nocivo charco, germen de podredumbre y mortandad", clamaba subiendo el tono el sacerdote. Después de despacharse a placer, Bedoya dejaba una pregunta suspendida en el aire, en su campaña de excomunión del humedal y en pro de la desecación y el aprovechamiento agrícola del terreno: “¿Ha de ser tan adversa la suerte de A Limia, que le esté cerrado para siempre el paso a los campos de su felicidad por la triste agua de esa laguna aborrecida?“.
El sueño del cardenal de acabar con Antela, que compartían prebostes locales y gobernantes ilustrados (y en realidad ya venía heredado de tiempos de los romanos), se cumplió, tras sucesivos proyectos fallidos de empresarios particulares, más de un siglo después. Fue en septiembre de 1958, hace ahora 67 años, cuando comenzaron las obras a cargo del Instituto Nacional de Colonización para exterminar de una vez por todas esta masa de agua de unos siete kilómetros de largo por seis de ancho, entre cinco ayuntamientos de Ourense. La operación costó al menos 108 millones de pesetas de la época. Junto con la Lagoa (Laguna) de Antela, el mismo régimen que autorizaba a las hidroeléctricas inundar profundos valles habitados ordenaba desecar varios enormes humedales, hábitat de especies que se extinguieron en España.
Se trataba de moldear y exprimir el paisaje a criterio de los expertos del momento, invocando la rentabilidad y un supuesto progreso. Dos años antes de empezar la desecación, el BOE publicaba la ley para el “saneamiento y colonización” de “4.000 hectáreas”(eran, en realidad, unas 3.400) en Antela y declaraba las obras de “alto interés nacional”.
Siete décadas después, la resurrección de los humedales es una “prioridad” para la UE. Con esa idea, el 8 de diciembre de 2020, la Asociación de Naturalistas Palentinos, la de Amigos de La Janda (Cádiz) y la Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN) enviaron al Ministerio para la Transición Ecológica su propuesta para recuperar con fondos Next Generation tres grandes lagunas ibéricas desecadas: Antela (o Bión), La Nava (o Mar de Campos) y La Janda. Después se sucedieron gestos esperanzadores: una declaración a favor de la ministra Teresa Ribera y la publicación en 2023 del Plan Estratégico de Humedales a 2030, en el que se reconocía de forma específica la necesidad de una restauración parcial para Antela, La Nava y La Janda.
Pero a falta de un lustro de la fecha señalada, no hay novedades sobre el terreno seco más allá del empeño de los colectivos de defensa medioambiental que llevan décadas reivindicando las lagunas. En Antela, un topónimo que sin laguna ya no existe sobre el mapa (pero que bautiza un veterano club de fútbol y nostálgicamente se ha adoptado como nombre de niña en Galicia), hay un plan de restauración en marcha y otro más grande que empieza a andar. Ninguno de los dos procede del ámbito político. El primer proyecto nació en 2014 gracias a la alianza entre la SGHN y un ganadero en extensivo, Samuel Formoso, cuyas vacas de carne han demostrado que pueden aprovechar los pastos, en equilibrio con especies endémicas de humedal en 20 hectáreas liberadas de basura y reconquistadas por los ecologistas en Veiga de Gomareite (Vilar de Barrio, Ourense).
En esta pequeña parte de la gran laguna fantasma se recuperan milagrosamente la fauna y la flora de antaño. En Gomareite prospera la población mundial más importante de un raro cardo azul llamado Eryngium viviparum, que las vacas de Samuel pisan en natural convivencia, para asombro de investigadores como los del Conservatorio Botánico de Brest, que han venido a estudiar el proceso de restauración del humedal.
Pero la impaciencia por la falta de señales políticas cunde mientras el almanaque pierde sus hojas. Esta semana el grupo Hábitat, respaldado en el propósito por otros colectivos ecologistas gallegos (Adega y SGHN), recordó que el plazo fijado por el Ejecutivo para resucitar Antela se estaba acortando notablemente. Una portavoz oficial del ministerio responde a EL PAÍS que “son las comunidades autónomas las que deben poner en marcha sus estrategias” con apoyo, una vez definido cada proyecto, del Gobierno central.
Según esto, en el caso de Galicia quien debería actuar es la Xunta, una Administración que el pasado junio fue condenada (junto con la Confederación Hidrográfica), en una sentencia histórica, por permitir la proliferación de macrogranjas y la grave contaminación de las tierras y las aguas con vertidos de purines, precisamente en la comarca de A Limia, ese granero de Galicia donde estaba la Lagoa de Antela.
Para recuperar, como recoge el plan ministerial, una parte de la laguna desecada habría que expropiar terrenos a agricultores (maíz, trigo y patatas que por cada kilo necesitan 86 litros de agua de riego) y propietarios de granjas porcinas y avícolas. Serafín González, presidente de la SGHN y edafólogo de la Misión Biológica de Galicia en el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) defiende que la actuación debería llevarse a cabo en las 1.100 hectáreas que tras la desecación quedaron como propiedad pública y acabaron pasando a manos de la Xunta hasta que en los años 90, en tiempos de Manuel Fraga, fueron vendidas a particulares “por un 5% de lo que costó la desecación”. En esa zona, la más honda de la laguna, hay turberas y el nivel del terreno es cada vez más bajo.
El propio plan ministerial, que reduce el objetivo para Antela a 500 hectáreas, reconoce que la restauración de humedales no es ningún capricho: “el 40% de las especies del mundo viven o se reproducen en zonas húmedas”, recuerda el documento de 122 páginas, hay “más de 100.000 especies de agua dulce en los humedales de todo el planeta, el 30% de las de peces conocidas son de humedal y más del 30% de las de vertebrados de la región mediterránea habitan en zonas húmedas”. Además, las turberas “son, con diferencia, el sumidero de carbono de la Tierra más eficaz: a pesar de ocupar solo el 3% de la superficie” del planeta, “almacenan el 30% de todo el carbono orgánico de origen terrestre, el doble que todos los bosques del mundo”. La portavoz del ministerio define el plan publicado como “una hoja de ruta” y reconoce que “la recuperación de estos tres humedales [La Janda, Antela y La Nava, que sobrevive en 150 hectáreas que el pasado invierno no tenían agua] se encuentra entre sus metas”.
La Janda, el conjunto de humedales desaparecido en la provincia de Cádiz, competía con Antela en extensión durante las invernadas. José Manuel López, presidente de la Asociación Amigos de la Laguna de la Janda, cuenta desde Tarifa que allí todo “sigue igual, sin un metro cuadrado restaurado”. En julio hubo una primera reunión entre el ministerio y todas las partes interesadas “para intentar avanzar hacia la recuperación”, comenta, “y se supone que este mes habrá la segunda”. Tras la primera cita, López envió una carta a Hugo Morán, secretario de Estado de Medio Ambiente, en nombre de una decena de grupos ecologistas “exigiéndole mayor implicación” del ministerio, dice, para que la recuperación de los humedales sea algo real y no una intervención simbólica o testimonial. Hace falta que el Ejecutivo central se involucre, explica, porque “la Junta de Andalucía no reconoce la existencia de terrenos públicos para restaurar”. “Solo una respuesta oficial inequívoca por parte del Estado, que reafirme el dominio público, impulsará a la Junta a ejercer sus competencias”, avisaba la carta enviada a Morán. “Si no”, continuaba, el Gobierno autónomo “seguirá considerando los terrenos como de titularidad privada, lo que, sumado a la oposición de los actuales ocupantes, hará totalmente inviable la restauración de una sola hectárea”. Por su parte, Fernando Jubete, desde la Asociación de Naturalistas Palentinos, asegura que “no se ha producido movimiento alguno en el proyecto de recuperación [de unas 300 hectáreas] de La Nava, ni por parte del Ministerio ni por la Junta de Castilla y León”.
Los ganaderos y agricultores que compraron u ocuparon las tierras desecadas son un escollo para devolver la vida a estos grandes humedales. En Antela habrá que expropiar, pero Serafín González compara este caso con cualquier otra obra de interés general: “Si se expropia para una autovía, se puede expropiar para recuperar la laguna”. Mientras, con los proyectos que impulsa, el científico prueba que la restauración del hábitat no es una quimera “si se llega a acuerdos”. Existe, en esta comarca eminentemente ganadera y agrícola, ”una presión en contra muy grande” y Samuel Formoso tuvo que explicar uno a uno a sus vecinos la aventura en la que se había embarcado. “Nosotros éramos el diablo y él había pactado con el diablo”, recuerda el presidente de la SGHN. Ahora, sin embargo, la iniciativa crece y se multiplica: con fondos Life Global y del CSIC, la comunidad de ganaderos de Gomareite recuperará y mantendrá 30 hectáreas de terrenos inundables y pastizales, con supervisión y ayuda de la SGHN. El compromiso rubricado es para 30 años. No obstante, dentro de solo cinco, recuerdan los grupos ambientalistas gallegos, la Administración debería haber puesto en marcha un plan mucho más ambicioso. Quieren que el topónimo Antela no sea solo un bonito nombre de mujer.