Elena cumple 15 años

Cilene Domingues, víctima de trata, sigue celebrando cada aniversario de la hija que dio en adopción después de ingresar embarazada de un cliente en una residencia de monjas. Tras perder a su niña, se arrojó desde un séptimo piso

Cilenes Domingues, en San Andrés de Rabanedo (León), en 2018.JAVIER CASARES

Mañana

Es cumpleaños de Elena

15 años

Con tres mensajes de WhatsApp, Cilene Domingues Lourenço completa el pensamiento que hoy le llena la cabeza y anuncia a sus amigos una fecha que siempre está señalada en su calendario. Esta vez es todo un acontecimiento: la niña que dio a luz el 25 de junio de 2006 en el hospital de Lugo cumple 15 años.

La llamó Elena (ficticio, para proteger la identidad de la menor) porque era el nombre que más le gustaba. Era un bebé de traz...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Mañana

Es cumpleaños de Elena

15 años

Con tres mensajes de WhatsApp, Cilene Domingues Lourenço completa el pensamiento que hoy le llena la cabeza y anuncia a sus amigos una fecha que siempre está señalada en su calendario. Esta vez es todo un acontecimiento: la niña que dio a luz el 25 de junio de 2006 en el hospital de Lugo cumple 15 años.

La llamó Elena (ficticio, para proteger la identidad de la menor) porque era el nombre que más le gustaba. Era un bebé de trazos felinos y ojos rasgados al que le crecían las uñas de manera prodigiosa. Cilene era madre soltera. El padre de la criatura era un cliente “agradable” de un burdel coruñés al que se le antojó hacerlo sin condón y luego se desentendió. La pequeña era una niña preciosa, morena, de llanto “gatuno” y piernas inquietas, de la que nada ha vuelto a saber su madre desde que cumplió un mes de vida.

Cilene, nacida en São Paulo hace 47 años, no tuvo otra salida que firmar el consentimiento previo de adopción de su bebé en la residencia de monjas para mujeres desamparadas en la que había ingresado meses antes. Sin casa, sin dinero y consumida físicamente por un parto que se complicó y la había obligado a regresar al hospital días después con una hemorragia, según el relato judicial que hizo años más tarde como testigo protegida, las religiosas le dieron “40 euros” para que subiera a un autobús. El destino era lo de menos.

Al cabo de los días fue interceptada por la Guardia Civil a 110 kilómetros, en la provincia de Pontevedra. No sabía dónde estaba, caminaba sin rumbo y había arrojado sus papeles al río. Repetía sin cesar el nombre de Elena, y los de Iago y André Raul, los hijos que había tenido que dejar con la abuela en Brasil después de enviudar prematuramente y verse obligada a emigrar para alimentarlos. En Pontevedra le diagnosticaron un brote psicótico y fue ingresada en el hospital. Cilene Domingues recuerda que unos días después escaló por el andamio de unas obras en el centro médico para suicidarse. Se lanzó desde una altura equivalente a casi siete pisos, pero abajo no encontró la muerte como ella quería.

No despertó durante un mes y no recibió el alta hospitalaria hasta pasado un año. Quedó en silla de ruedas para siempre, y tuvieron que amputarle el brazo izquierdo. Una pérdida más, pero ni de lejos la más importante: Cilene, parapléjica, vive en el Centro de Referencia Estatal para la Atención a Personas con Grave Discapacidad de San Andrés de Rabanedo (León), y no ha vuelto a ver a ninguno de sus tres hijos.

Con los chicos, de 26 y 29 años, el pequeño con parálisis cerebral desde el momento en que nació, mantiene contacto por las redes sociales. De Elena es posible que nunca vuelva a saber nada, porque a finales de 2017 se archivó definitivamente la investigación judicial sobre presuntas retiradas irregulares de niños a sus padres por parte de la Xunta de Galicia. Aquella instrucción fue bautizada por la prensa como caso Bebé, llegaron a estar imputados funcionarios y monjas, y pasó por tres jueces distintos en siete años. La historia de Cilene y Elena fue una de las primeras en incorporarse al sumario y, por el horror que contenía, era todo un símbolo para la causa en la que había otras madres y otros padres, casi todos sin recursos y defendidos por abogados de oficio.

Cuando en 2002 decidió emigrar a España para buscar el sustento de sus hijos, la madre sabía que aquí venía a ejercer la prostitución, pero no que su vida acabaría siendo devorada por un mundo que existe y está presente, aunque la sociedad trate de ignorarlo. Había contraído una deuda de 3.800 euros con tres clásicos del proxenetismo en Galicia. Luego cambió de club varias veces, y si en el Queen’s de Lugo acabó enamorándose del cabecilla de la Operación Carioca, José Manuel García Adán, ahora encarcelado; en Málaga cuenta que recaló en un burdel que dirigía un traficante de mujeres y fármacos donde las chicas eran drogadas. Se refugió de nuevo en Galicia, denunció lo que había visto y asegura que fue perseguida por la mafia. Pasaba las noches en guardia, consumiendo litros de café, porque temía que la matasen. En un club de A Coruña se quedó embarazada y se negó a abortar. Siempre había soñado con tener una niña.

Ahora se conforma con imaginar la hija que realmente tuvo. Pensar en cómo será, en cómo vivirá su fiesta de los 15. Hace tiempo, Cilene compró las letras del nombre de su hija, el nombre que la menor ya no tendrá, con la idea de decorar la pared del piso que le gustaría alquilar para no pasar el resto de su existencia en una institución. Lleva ahí casi 14 años. Las secuelas de su intento de suicidio han derivado en otras dolencias y ella ha asumido que aunque el juzgado le hubiera devuelto a la niña ya no tendría salud para cuidarla.

Archivado En