La crispación de Madrid, vista desde Cataluña
Académicos y políticos de Cataluña ven en las elecciones madrileñas la polarización y el populismo que se ha reproducido a escala global
“No hay nada nuevo bajo el sol”. A muchos observadores en Cataluña, la lección del Eclesiastés les parece estos días de lo más acertada. Académicos y políticos opinan que en las elecciones de Madrid se está reproduciendo un fenómeno global de polarización de la política con altas dosis de populismo. Una fórmula que cuajó antes en Cataluña.
Hay más diferencias que semejanzas entre el avispero catalán y el barrizal madrileño, apunta Astrid Barrio, profesora de Ciencia Política de la Universidad de Valencia y promotor...
“No hay nada nuevo bajo el sol”. A muchos observadores en Cataluña, la lección del Eclesiastés les parece estos días de lo más acertada. Académicos y políticos opinan que en las elecciones de Madrid se está reproduciendo un fenómeno global de polarización de la política con altas dosis de populismo. Una fórmula que cuajó antes en Cataluña.
Hay más diferencias que semejanzas entre el avispero catalán y el barrizal madrileño, apunta Astrid Barrio, profesora de Ciencia Política de la Universidad de Valencia y promotora del partido Lliga Democràtica. “Se trata de un fenómeno global de descontento que fortalece la polarización y los extremos”. Barrio, como el resto de las personas consultadas para este artículo, inciden en que hay un factor clave que separa la situación de los dos territorios: si en Cataluña el choque se produce por la identidad nacional, en Madrid es eminentemente ideológico entre la izquierda y la derecha.
“Existen realidades muy diferentes entre Cataluña y Madrid, y si hay similitudes, es como parte de procesos globales, más que de polarización, de crispación”, explica Joan Coscubiela, exdiputado en el Congreso y en el parlamento de Cataluña con En Comú Podem. Para Coscubiela, un problema de las elecciones en Madrid es que la crispación, en su opinión, sirve como cortina de humo para aplicar medidas económicas que favorecen a unas élites.
Barrio añade que si la polarización en Madrid sobre todo la alimentan Vox y Podemos, en Cataluña lo hicieron el nacionalismo catalán y Ciudadanos. Barrio no tiene dudas de que Vox empezó su despegue en número de militantes y en buenos resultados electorales a raíz del referéndum ilegal de independencia en Cataluña y la declaración de separación unilateral de España, en octubre de 2017.
“La polarización hoy en Madrid es descaradamente equivalente a la existente en Cataluña”, opina en cambio Josep Antoni Duran i Lleida, exlíder de Unió Democràtica de Catalunya, socio de la desaparecida coalición de poder que fue Convergència i Unió. Duran i Lleida constata que, pese a que en Cataluña la división nacional es la que prima, el Partido Popular de Ayuso ha introducido en Madrid la carta identitaria como arma electoral: “En Cataluña se ha utilizado irracionalmente el sentimiento identitario; ahora en Madrid también Ayuso ha conseguido levantar esta bandera”.
Tribalismo
Ayuso esgrime un discurso basado en la grandeza de la capital frente a un entorno menos desarrollado y tolerante, en los toros, la alegría de vivir como supuesta particularidad local y una identidad basada en un concepto difuso de libertad —el nacionalismo catalán también exprimió propagandísticamente la idea de libertad. Todo esto son características de lo que Coscubiela define como “tribalismo”. “Ayuso habla de Madrid como una tribu. Es un fenómeno global, del cierre de las identidades comunitarias. Es un planteamiento electoralmente tentador. ¿Quién no quiere sentirse especial?”.
Barrio incide en que Ayuso muestra componentes de regionalismo: “El regionalismo busca culpables externos, y el Gobierno central es el objetivo. Pero no son fenómenos excepcionales de España”. Para Eva Anduiza, profesora de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Ayuso incide en “una supuesta identidad territorial, combinada con un estilo populista, con elementos un poco transgresores, de la política desinhibida de Donald Trump”. Este identitarismo populista, según Anduiza, dista del que se ha presenciado en Cataluña, porque este último “pone más el énfasis en la soberanía popular”: “Seguramente ambos son producto de los tiempos, pero no son exactamente comparables”.
Coscubiela ve paralelismos entre el populismo de Ayuso y Jordi Pujol. El expresidente de la Generalitat, como la líder del PP madrileño, conectaba bien con las capas sociales más populares, afirma Coscubiela. Carles Campuzano, quien fuera trece años diputado de CiU en el Congreso, replica que si bien Pujol también actuó en ciertos momentos de forma populista, añade que su manera de aplicarlo era más elaborada: “Tanto Ayuso como Pujol conectan con el sentido común de muchos votantes, pero ella es menos sofisticada y Pujol no era banal. Yo la enmarco en un liderazgo muy castizo en el que ya destacaron otros presidentes madrileños como Esperanza Aguirre o Joaquín Leguina”.
Ángels Pont, directora de la empresa de demoscopia GESOP, recalca que la valoración de Ayuso entre sus potenciales votantes es inusualmente alta comparada con la de sus rivales, y que en Cataluña un caso semejante sería el del expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. En cuanto a la popularidad de Puigdemont, Pont recuerda que existe un componente emocional que no se da en Madrid porque el independentismo, pero también la izquierda alternativa de Podemos y los Comunes, consideran al líder de Junts per Catalunya un exiliado —Puigdemont reside en Bélgica para evitar ser juzgado en España por la independencia unilateral.
Este elemento emocional difícilmente se puede reproducir en Madrid, afirma Pont, y prueba de ello es que probablemente no habrá la elevada participación electoral que se produjo en Cataluña en los momentos de mayor tensión política —el 75% del censo acudió a votar en las autonómicas de 2017. Pont también detecta que la tensión en Cataluña ha ido a menos y en Madrid va al alza. “En Cataluña la polarización se ha cronificado, pero hay más ganas de reencuentro en la sociedad”. Duran i Lleida también opina que las tesis más radicales y populistas se desinflaron en las elecciones autonómicas catalanas del pasado febrero, y alerta que la contienda política en la capital de España deja “una confrontación y polarización más agria”. Para el expolítico democristiano, la demostración de ello es que, más que en Cataluña, los efectos de la pandemia en Madrid se han utilizado sin tapujos como arma arrojadiza.
El Gobierno, origen de todos los males
La presidenta de la Comunidad de Madrid ha repetido algunos patrones que han destacado en la última década en Cataluña: apostó por un golpe de efecto avanzando elecciones cuando nada la obligaba a ello, y ha centrado la campaña en argumentar que existe una grave amenaza contra la libertad de los ciudadanos de Madrid, dejando en un segundo plano la gestión y los efectos de la crisis por la pandemia de la covid-19. Algo parecido hizo Artur Mas en 2012. El por entonces presidente de la Generalitat avanzó elecciones en el peor momento de la crisis económica que empezó en 2008 y que le obligaron a aplicar recortes drásticos en el gasto público. Mas planteó los comicios como un todo o nada a favor de la autodeterminación frente a un Gobierno que, según las tesis nacionalistas, maltrata a los catalanes desde hace trescientos años.
Sin remontarse tanto en el tiempo, Ayuso ha cargado los males de Madrid durante la pandemia en el ejecutivo central de Pedro Sánchez, e incluso ha jugado con la idea de la desobediencia: planteó romper las restricciones del confinamiento territorial y negoció la posible compra de la vacuna rusa contra la posición española y de la Unión Europea. Pese a todo, Campuzano no ve un efecto mimético en los planes de Ayuso y los de los dirigentes independentistas. “Todos los Gobiernos democráticos, cuando avanzan elecciones es porque creen que el contexto les puede ser favorable. Sucede en muchos países. Además, para Mas fue un error, y a Ayuso la jugada parece que le irá bien”. A Mas la apuesta le salió mal: CiU sufrió una severa caída y pasó de 62 a 50 escaños.
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