“Quiero un Madrid verde que te quiero verde”

El hispanista Ian Gibson reivindica el carácter mestizo de Madrid y afirma que “lo tremendo de este país es no saber ponerse de acuerdo en lo fundamental”

El hispanista y escritor Ian Gibson, el 23 de abril en el barrio de Lavapies Madrid.Jaime Villanueva

No cree Ian Gibson (82 años) que llegue a ver su sueño de una República Ibérica con un himno que sea el canto de los pájaros. Los reconoce hasta en el bullicio de Lavapiés, donde vive este hispanista rastreador de varias de nuestras maravillas y otras tantas vergüenzas. Ahora, en su último libro, Hacia la república Ibérica; reflexión y sueño de un hispanista irredento (Espasa), vuelve a esgrimir el sueño de una Iberia no sumergida, a lo Bunbury, sino emergente, con Madrid como centro, aunque no sabe si capital.

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No cree Ian Gibson (82 años) que llegue a ver su sueño de una República Ibérica con un himno que sea el canto de los pájaros. Los reconoce hasta en el bullicio de Lavapiés, donde vive este hispanista rastreador de varias de nuestras maravillas y otras tantas vergüenzas. Ahora, en su último libro, Hacia la república Ibérica; reflexión y sueño de un hispanista irredento (Espasa), vuelve a esgrimir el sueño de una Iberia no sumergida, a lo Bunbury, sino emergente, con Madrid como centro, aunque no sabe si capital.

Pregunta. ¿Qué es Madrid?

Respuesta. Madrid es el centro, es estar en el centro. Eso, con el encanto de ser una capital pequeña. Pero, aparte, es una ciudad donde se puede, si quieres, estar en contacto y hablar con la gente, bajar a un bar y empezar a charlar con desconocidos. La define su falta de esnobismo y una naturalidad en ese sentido. Y la mezcla entre el Atlántico y Mediterráneo.

P. El fundamental mestizaje.

R. En el Museo Arqueológico Nacional hablan de mosaico, a mí me gusta más crisol y cada vez que me doy cuenta de los topónimos me convenzo más. Madrid tiene origen árabe. La Mancha es un nombre árabe. Significa alta planicie. ¡Joder es importante saber eso! Alcalá quiere decir cerro. Yo me canso de decirlo. Si quitáramos el léxico árabe del castellano a Madrid en vez de Madrid lo llamaríamos acequia, ¿lo cambiamos? El nombre de la capital de España es árabe.

P. Es que andamos permanentemente con esa raíz árabe en la boca.

R. Sí señor, hay que estudiar los rudimentos del lenguaje, conocer esa mezcla porque si no, no sabrás qué es tu propio país. Eso es muy grande y no se enseña. El español es mestizo, tendríamos que hacer test de saliva a ver de dónde venimos. A mí, Abascal me parece que proviene de la otra parte del estrecho, parece más un Emir que otra cosa.

P. La ultraderecha, ¿qué le produce? ¿Más miedo o más tristeza?

R. Tristeza… Más tristeza. Esta derecha sobre todo, que va hacia atrás. Yo siempre he soñado con la España tranquila y no la veo así. Esta última etapa de mi vida me produce mucha tristeza. Hablas con un hispanista triste. La neurosis de no saber ver qué hay y resolver a gritos. Habría que volver a Machado: saber escuchar, a su concepto del diálogo, de aprender del otro. Lo tremendo de este país es no saber ponerse de acuerdo en lo fundamental.

P. Cuentan que Carlos V le dio un consejo a su hijo Felipe II: si decides que la capital del imperio sea Lisboa lo extenderás, si prefieres Valladolid, lo conservarás. Si optas por Madrid, lo perderás. Buen argumento para el sueño de República Ibérica.

R. No sé, eso dicen. En Lisboa desemboca el Tajo y mira hacia el Atlántico. Si no se hubiese perdido Portugal la historia habría cambiado. Esta es una frontera artificial y esa utopía de Pessoa, la madre Iberia, no la veré.

P. ¿Es justo que a Madrid se la vea como culpable de todos los males?

R. Si es así, es injusto. Yo me considero de Madrid, no cambiaría Lavapiés por nada. Me siento absolutamente madrileño.

P. ¿Cómo era el Madrid de 1956, cuando usted llegó?

R. Yo no sabía ni quién era Franco, ni la guerra civil. Vine a un curso de verano que me pagaron mis padres. Tuve esa suerte. Ni hablaba el idioma. Me quedé con una familia en Pozuelo, poco a poco me fui dando cuenta. Noté que había un problema: fui a Toledo, a Segovia, alguien me habló de Machado. Así empecé con todo este rollo… ¿A qué me voy a ir yo al fin del mundo teniendo todo aquí, en la península, donde todos los días se descubre un yacimiento arqueológico?

P. Lo importante no es por qué vino, sino por qué volvió.

R. Volví porque al entrar en Trinity College, en Dublín, había que saber otro idioma, aparte del francés, que ya dominaba. Volví al tropezar con Rubén Darío por medio de un profesor: Donald Shaw. Ahí vi el puente, la sagrada llama de Rubén y la poesía en español que me transmitieron, como fervor, aquellos hispanistas.

P. ¿Qué le fascinaba de este país que ahora le produce tanta tristeza?

R. La poesía española. Después, además, aparece Lorca. Y luego está el factor ornitológico. Por ejemplo he estado esperando el regreso de los vencejos a Lavapiés a finales de marzo. Han llegado puntuales.

P. ¿Qué nos cuentan los pájaros de Madrid?

R. Cosas que nadie cree, como que aquí, cada año vienen 80.000 gaviotas a comer en los vertederos. Llegan y se van de noche. Buscan entre el Pardo y Guadarrama sin descanso.

P. Y, para terminar, ¿cómo le gustaría que fuera Madrid en el futuro?

R. Verde que te quiero verde. La capital más verde de Europa. Y que no perdiera nunca su vitalidad. Las nuevas tecnologías verdes me dan esperanza. Debemos ir hacia otra conciencia medioambiental: hacia un gran entorno más limpio.

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